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Política sin políticos / La Feria

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Sr. López

 

A un estimado compañero de trabajo que todos respetábamos porque era muy respetable y señor muy correcto, se le notaba desde un avión que lo suyo, lo suyo, no era requebrar doncellas sino cortejar sargentos (Novo “dixit”). Era bien plantado, norteño, y en su materia, un sabio. Una madrugada tomando café, agotados después de terminar un trabajo urgente (y según los jefes, importante: no era cierto), platicábamos entre largos silencios, como no es raro pase entre amigos y de repente soltó un suspiro seguido de una frase que dijo bajito, casi para él: “¡Me gustaría tener hijos!” –este imprudente tecleador, le dijo que si de veras quería hijos, los tuviera, y mirándome serio, explicó: -Quiero tener hijos… nomás que sin mujer –enmudeció el palenque.

 

“Democracy Index” (índice de democracia) es una clasificación hecha por la  Unidad de Inteligencia de la revista inglesa The Economist (EIU por sus siglas en inglés), a través de la cual se pretende determinar el rango de democracia en 167 países, de los cuales 165 son estados miembros de las Naciones Unidas (dice San Google).

 

En primer lugar del mundo, está Noruega con una calificación de 9.87; en el lugar 13, está Alemania, con el  8.6; los EUA están en el 21, con 7.98 de calificación… en el lugar 66 aparece México, con 6.41 (de panzazo). Nos superan, Perú (calificación 6.49, lugar 61); Surinam (6.76, lugar 50); o Botsuana, lugar número 28, calificación de 7.81

 

Lamentablemente algo anda mal en este estudio, pues -leyendo, leyendo-, indica la EIU, que si a la pregunta “¿son las elecciones libres y justas?”, la respuesta es “no”, queda invalidadas las respuestas de todas las demás preguntas del estudio… y en México, bueno.

 

Dirá usted que cómo le hacen para andar calificando países estos caballeros… pues no es tan difícil, “(…) determinar la calidad de la democracia en un país consiste en analizar 5 variables que identifican generalmente a las llamadas democracias liberales. Estas variables son: 1) Procesos Electorales y Pluralismo, 2) Funcionamiento del Gobierno, 3) Participación Política, 4) Cultura Política y 5) Libertades Civiles” (cita del artículo de César Suárez, “La grave crisis de la cultura política en México”. Tercera Vía, 27 de enero de 2016).

 

De nuestro pluralismo no va a venir a dudar ningún pelagatos por más británico que sea, en México tenemos partidos políticos nacionales y estatales de todos sabores, colores y tamaños, aparte de asociaciones de activistas y organizaciones cívicas. De nuestras libertades civiles, cuantimenos van a descalificarnos, que en este nuestro risueño país, cualquiera junta a los de la cuadra y cierra el periférico, la Autopista del Sol o bloquea un centro comercial, nomás por el gusto de ver al Secretario de Gobernación en mangas de camisa, muy modosito, con 300 policías borrachos de sol a sus espaldas (armados hasta los dientes con su escapulario de la Virgen del Carmen y la estampa de la Morenita del Tepeyac en su cartera);  de nuestros procesos electorales y funcionamiento del gobierno… bueno, es cosa nuestra: así nos gusta ¡¿y qué?!

 

Lo que no es muy defendible es lo de la “participación ciudadana”. No lo ande contando pero somos un fiasco. Por buenas y razonadas sinrazones, ya hablando en serio, nos importa un pito participar en las cuestiones colectivas, en los asuntos ciudadanos. No se trata nomás de ir o no ir a votar de cuando en cuando, sino de tomar parte cotidianamente en las cosas que nos afectan a todos (desde recoger en la calle un papel que no tiramos nosotros).

 

Nuestra justificación para no participar en los asuntos ciudadanos, es por supuesto, la desconfianza en los políticos; el repudio (ni es cierto), al gobierno; el rechazo a la corrupción (sin desaprovechar una plaza de aviador y considerando que exigirle al de Tránsito la expedición de la infracción de 500 pesos, en lugar de darle para su refresco, es de tontos y suecos… pero ¡qué asco a la corrupción!, sí, la de altos vuelos, la de los gallos del palo de hasta arriba en donde el que puede, se trepa… no se haga). El reporte Latinobarómetro de 2015, dice que “el 77% de los mexicanos cree que el país es gobernado para beneficio de unos cuantos y no para toda la población”. ¿Ya vio?, por eso nos abstenemos de ejercer de ciudadanos, no por indolentes, ¡vaya usted a pensar!: es una postura crítica parecida a la resistencia civil pacífica, pero en hamaca, que tampoco se trata de sufrir por gusto.

 

Ahí vienen las elecciones del 1 de julio. Si no lee usted periódicos ni mira sin parpadear noticieros de tele, programas de análisis ni debates, pero sí va a ir a votar, lo felicito: todo sigue igual, no se apure, usted táchele nomás donde le lata y ¡listo! saldrá con un dedo entintado como prueba de sus convicciones cívicas.

 

Por eso es que la política y lo relacionado con ella es campo abierto en el que no es difícil se instalen pillos y vividores (será menos), pero por lo mismo no tenemos derecho ni de quejarnos: ¿qué resulta de echar pestes en contra de los políticos y los gobernantes, paladeando una chela bien helada?… nada. Y la realidad no responde chipote con sangre. Hay que informarse, votar bien, seguir como lobos en celo a nuestros representantes (a ver: dígase a usted mismo el nombre del diputado de donde vive… ¿ya vio?… o piense cuántas veces ha regresado a donde votó, para revisar la cartulina con los resultados de los comicios; no sabemos casi nunca quién ganó en nuestra propia casilla).

 

Hace mucho este irrespetuoso texto servidor de usted escribió que somos una democracia sin demócratas, y ahora le parece que no, que no somos eso, que la verdad es tanto nuestro asco por la política que nuestra mayor aspiración (¡Diosito nos lo concediera!), es lograr que todo se haga a las derechas (a qué le tiras cuando sueñas mexicano), y que nuestra política sea de la mera buena: política sin políticos.

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