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Sobre ceder el poder para no sufrir peores males

Sobre ceder el poder para no sufrir peores males
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Carlos Álvarez

En repetidas veces he condenado desconocer todas las normas y las reglas que me han orillado a considerar que los sentimientos más nobles pueden estar motivados de vanidad, lisonja, desidia o impaciencia, y jamás me he sentido necesitado de obedecer caridades más fuertes para entender males provocados exclusivamente por la fortuna, ni ceder a una modestia que pueda librar a mis comercios de todos los males derivados de no saber desear lo que más sea conveniente. Si no pensara como San Jerónimo que el discurso humano está muy por debajo de la instrucción divina, y que toda la herrumbre ociosa que constituye los muchos y grandes menosprecios que han servido para glorificar ideas que no demanden mucho esfuerzo de nuestro espíritu para aprehenderlas, tampoco sería de la opinión de aquellos obsesionados por escarbar en los menosprecios de la historia para legitimar moralidades más primitivas.
No me siento dispuesto a creer que la clemencia sea desafortunada y mal aprovechada cuando nosotros somos su objeto; considerar que el porvenir está emparentado estrictamente con nuestras ideas es tan racional como absurdo; creer que el porvenir es absurdo porque poco de él es sostenible a través de nuestros procedimientos del sentido es trivial e innecesario; esta última idea es del tipo de ideas que el Tasso dijo:

e ’ncominciaro a fabricar inganni
diversi e novi, e ad usar lor arti
(trazan engaños, pleitos, disensiones
Con arte suma y modos nunca oídos)

He considerado que una de los mejores argumentos que Séneca habría ofrecido para quienes se lamentan de haber perdido lo que consideraban el bien más irremplazable, sería saber buscar empresa u objeto alguno que nos pudiera dar lo mismo que antes teníamos; Quevedo tuvo la misma idea: que para la perdida de una buena mujer, debiera el despechado hallar mil formas para buscarla y no encontrarla; que para la perdida de los hijos, necedad ha siempre sido creer que cosa peor sería que alguien más que no los vio nacer los entierre; que para la perdida de un amigo, basta saber que no es suficiente saber buscar cosa alguna que nadie sabe encontrar. 
No creo que sea desconsiderado ignorar los bienes de los demás para depositar más esfuerzos en nuestros recelos y desengaños; tampoco creo que sea algo digno de atención la búsqueda de un tipo de entretenimiento diferente al de las formas comunes de la humanidad. No puede ser algo justo considerarse en desventaja por no tener la necesidad de apartarse de quienes poseen opiniones contrarias; no puede ser algo injusto que alguien esté constantemente en desacuerdo consigo mismo, más de lo que puede estar con cualquiera de sus allegados o sus similares, con tal de no ser vituperado por todas aquellas liviandades que no pueden entenderse de forma adecuada sin los poderes de una memoria capaz de reprender todo con la misma potencia que lo hace por primera vez.

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