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Sobre la ceguera

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Carlos Álvarez

Diderot dice que si un hombre llegara a un pueblo donde solo viven ciegos tendría que callarse o hacerse pasar por loco; esta idea obedece el mismo principio de considerar que si en el mundo todos estamos locos, tendríamos que afrontar el hecho de que la locura no exista. Si todo el mundo estuviera ciego, la vista no solo valdría poco la pena, no valdría nada en particular. Contrario a la idea de Diderot, este principio no existe en quienes son ciegos por accidente o naturaleza; alguien puede ser listo a pesar de ser tonto, pero nunca alguien será listo por el hecho de ser un tonto; sea en el tipo de ceguera que estemos dispuestos a definir, podemos entender que alguien puede ser un ciego porque es un tonto, pero nadie puede ser un tonto por el hecho de estar ciego.
La ceguera es un problema en el sentido que admitamos que el mal gusto es una enfermedad; de hecho, en este sentido la ceguera sería tan incurable, y el mal gusto sería tan intratable como siempre ha sido. Tengo entendido que, en ningún sentido, metafísico, poético, o lúdico, un problema tiene una cura. Podríamos retornar sin mucha devoción a un tipo de placer que podemos obtener cuando retorcemos el orden habitual de las cosas, y de ninguna manera obtendríamos un entendimiento positivo al considerar por igual los problemas y las enfermedades. 
La ceguera puede ser una enfermedad, pero por encima de todo, es un problema. Para los optimistas la ceguera no es una desventaja natural porque nuestras facultades racionales son bastante amplias; para un entusiasta todas nuestras facultades son bastante limitadas como para no descreer que la ceguera pueda ser una especie de ventaja inhumana. Toda tolerancia es un entusiasmo, y todo entusiasmo es capaz de manufacturar cualquiera de nuestras afecciones más rudimentales en objetos inéditos e incomprensibles. El hecho de que un ciego no pueda ocuparse enteramente de todos los ambiciosas placeres que constituyen algunas escenas de la vida privada, significa que la ceguera es por encima de un problema, una limitación; el hecho de que ningún ciego pueda privarse enteramente de nada que podamos entender como un placer constituido por la vida privada y la pública, significa que ninguna limitación es lo debidamente problemática o perpetua como para considerarla una incompetencia.
Diderot se sorprende de la gratificación que un ciego es capaz de recibir de un objeto cuyo propósito no es totalmente generoso para alguien que puede apreciarlo directamente, porque para Diderot la beneficencia mutua, que es la base de cualquier sistema civil, es fácil de corromper una vez que unos cuantos miembros actúen con negligencia e indolencia en el ininterrumpido curso de los negocios humanos; es extraño que para el mismo autor la benevolencia sea más bien una especie de tolerancia, porque esta idea es del tipo de indolentes negligencias que afectan malignamente todas nuestras loables actividades. 
Mi idea es la siguiente: ninguna persona debe ser suficientemente tolerante para renunciar a cualquier forma común de civilidad; una persona debe convencerse que hay algunas limitaciones , como la ceguera, cuya grado de impedimento pisotea el tipo de limitante que puede tener quien es incapaz de regular su cólera; pero ninguna persona debe estar convencido de censurar una parte por el todo; un ciego podrá ser petulante y abusar de su privación natural para ser beneficiario de elogios adulterados y lamentables; en cualquier caso no deberíamos ser tolerantes, ni condescendientes con su ceguera, por el simple hecho que en este caso particular se trataría más de un corrupto que de un ciego.

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