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Menos malo / La Feria

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Sr. López

Antier, el colectivo #VamosPorUnaFiscalíaQueSirva, compuesto por más de 200 ONGs, exigieron que el Senado no nombre fiscal General de la República a Raúl Cervantes, hoy procurador General de la República, por la desconfianza que les da quien fue designado en su actual cargo, por el Presidente de la república. Consideran que será tapadera de Peña Nieto & Cía. (qué desconfiados).

A tal fin, elaboraron una iniciativa de reforma a la Constitución del país para que no pueda ser Fiscal General “quien haya sido registrado como candidato, ocupado la dirección de un partido o ejercido un cargo de elección popular en los cuatro años previos a la designación”. O sea: con dedicatoria especial para don Cervantes, que es senador de la república con licencia.

 

Si es en serio (y sí es en serio), habría que preguntar a estos rumbosos oenegeneros, qué derechos cívicos pierde un ciudadano si pertenece a un partido político, fue candidato a algún cargo de elección o (ya imperdonable), por ejercer alguno. Si consideran que no ser de ningún partido, no haber sido candidato, ni haber ganado ninguna elección, garantiza la pasteurización del ciudadano y asegura la rectitud, les tengo noticias: eso no asegura nada. Y por cierto: tampoco asegura nada sobre la calidad cívica y solidez moral de un ciudadano, que pertenezca a una Organización No Gubernamental o como les dicen en el presupuesto federal, para financiarlas: Organizaciones de la Sociedad Civil.

 

Un partido político es un grupo de ciudadanos que se organiza para influir en la vida colectiva. Las ONGs son grupos de ciudadanos que se organizan para influir en la sociedad, casi lo mismo, pero los partidos políticos están muy regulados en la ley y sujetos al voto popular, en tanto que las ONGs, están muy poco reguladas (y eso, sobre el gasto del dinero público que reciben): se mandan solas, determinan sus objetivos, no necesitan el voto de nadie y con las excepciones del caso, no sabe uno quién las organiza ni qué buscan. Si los partidos políticos son una birria (o no), será por la calidad de sus integrantes, no porque sean partidos políticos, y de la misma manera, puede haber (o no), ONGs que sean una mugre.

 

Esto del nombramiento del Fiscal General, sostiene López, debe decidirse como la ley mande, no al gusto de una o mil ONGs. Resulta que para bien o para mal, los mexicanos estamos organizados así: votamos y elegimos diputados y senadores que hacen las leyes. Si permitimos que nos hagan trampa en las elecciones (o no), es nuestro asunto, pero lo que propongan organizaciones privadas que no le responden a nadie de nosotros, los risueños habitantes del país, no es nuestro asunto.

 

Hay ONGs de impecable prestigio, qué duda cabe; pero hay de las otras. Ignora este menda cuántas ONGs son instrumentos al servicio de enormes corporativos del capital global, cuántas obedecen a los intereses de gobiernos de países muy poderosos, ni cuántas existen solo para su propio beneficio, pero hay… y no son tan poquitas.

Si el tema le interesa o anda con ganas de que se le paren los pelos, este junta palabras le recomienda se lea “Blanco bueno busca negro pobre” (autor: Gustau Nerín; Roca Editorial), que trata sobre los resultados verdaderos de 50 años de trabajo de las ONGs en África: es la historia de un fracaso inmenso. En este libro (y hay mucho escrito sobre lo mismo), se desmitifica a las ONGs sin negar que entre sus integrantes “hay personas competentes y generosas, así como incompetentes y malévolas, como en cualquier profesión”. También explica don Nerín cositas del dinero que ya se imaginará usted. Feo.

 

Pero México no es África, acá nos tocan de otro estilo, de las que buscan influir en los actos del gobierno, infiltrarse en la vida política sin decirlo, para gradualmente acotar y controlar al Estado (sin juzgar si la intención es buena o mala); el filósofo canadiense Peter Hallward dice de estas organizaciones que “son una forma aristocrática de la política”. Bueno, se vale, ni modo que no. Cualquier ciudadano tiene derecho a meterse en política, solo y en grupo.

 

El asunto adquiere otro tinte cuando se le rasca al origen de algunas muy influyentes ONGs.

 

Robert S. McNamara -director General de la Ford Motor Company; secretario de Defensa de los EUA y Presidente del Banco Mundial-, paladín del imperio yanqui, apologeta de la guerra del Vietnam; principalísimo actor del sobreendeudamiento de los países no desarrollados; y defensor sin condiciones de personajes como los infames dictadores Mobutu Sese, del Zaire; Suharto, de Indonesia; Pinochet, de Chile; Videla en Argentina; y Castelo Branco en Brasil, refiriéndose en concreto a los dictadores de América latina, decía:La amistad con este tipo de elementos no tiene precio para la unión americana” (El País, edición del 28 de septiembre de 1984); y de las ONGs decía don McNamara que eran “una alternativa para el Estado”, clarito: “alternativa”, opción.

 

Las más ácidas críticas en contra de las ONGs, provienen (sorpresa), de los países desarrollados: “(las ONGs) sufren de visión de túnel, al juzgar cada acto público por la forma en que afecta su particular interés” (Jessica T. Mathews; revista  “Foreign Affairs”, enero-febrero de 1997). “Las ONGs son diseñadas y utilizadas como extensiones de los instrumentos de política exterior de ciertos países…” (“ONGs: el disfraz de la inocencia”; Jenny O’Connor; New Left Project, 2012); “Las ONGs también son cuestionadas por contribuir a la desigualdad socioeconómica y al debilitamiento de los servicios del sector público de los países del tercer mundo (Pfeiffer, J. 2003. Social Science & Medicine; páginas 725 a 738).

 

Este es el fondo del asunto. Fiscal o no Fiscal, el tema es la sustitución gradual de la estructura de gobierno del país. Si nuestro gobierno es o no un asco, la opción no es ponerlo en manos de grupos privados que se autonombran defensores de todos a nombre de no sabemos quiénes ni para qué. Mejor nos equivocamos entre todos, se lo juro, es menos malo.

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