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CARTA A MARIANA, CON MILLONES DE HISTORIAS / ARENILLA

CARTA A MARIANA, CON MILLONES DE HISTORIAS / ARENILLA
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Querida Mariana: el tío Eduardo lo dice en pocas palabras. Yo uso más palabras para tratar de explicar lo que el tío dice. El tío comenta que existen ocho mil millones de seres humanos en el mundo; es decir, existen ocho mil millones de historias personales. De ese total no conocemos ni una historia completa, salvo la nuestra, cuando no nos mentimos.
¿Cuántas historias conocés? Las historias cercanas, las de los familiares, de tu novio, de algunos amigos y amigas, de compañeros de trabajo (los más próximos). El otro día alguien comentó que lamentaba saber más de la vida de un artista que de su abuelo.
En la escuela hay un momento del conocimiento donde los alumnos deben hacer su árbol genealógico. El ejercicio los acerca un poco a la historia de sus ancestros. Conocemos tan poco de nuestras raíces.
Por eso, dice el tío Eduardo, los lectores son seres más completos. A través de los libros se acercan a otras vidas y, en muchos casos, son vidas completas, llenas de vida.
Un lector puede recordar un cuento que le haya gustado mucho. Ahí tendrá rasgos de personajes que lo atraparon. A través de la ventana del libro se acerca a husmear con una gran libertad. Ese fragmento de vida, en ocasiones, es tan rico en vivencias que supera en mucho el conocimiento de los abuelos. Las historias de los abuelos se pierden en el transcurso del tiempo. La vida es una serie de mudanzas, en cada una de éstas se extravían cosas.
En cambio, la historia de los personajes literarios permanece en el viaje infinito. Cuando abrís El Quijote hallás a Don Alonso Quijano sin modificación alguna.
Las historias de los seres humanos están sujetas a modificaciones. No sé si en tu historia personal ya te topaste con agregados o mutilaciones. En cambio, los personajes literarios no son cambiantes, sus historias son impecables. Todo lo que vivió El Quijote sigue ahí, sin cambio de coma o de punto y seguido.
Los lectores expertos siempre comentan que uno de los dones de la lectura es la posibilidad de vivir otras vidas. En realidad, lo que quieren decir es que los lectores conocen otras vidas, muchas vidas, ese conocimiento les permite enterarse de otras historias, unas más plenas que las historias cercanas.
Las personas que viajan se acercan al conocimiento de otras historias. Todo contacto humano enriquece la experiencia vital, para bien o para mal. Quien no sale del pueblo (no me quedés mirando tan feo) se limita al conocimiento de las historias locales. Quien viaja más allá de Chacaljocom se acerca al conocimiento de otras historias. Quien viaja en la república mexicana se apropia del conocimiento de diversas culturas de México. ¿Imaginás lo que experimenta el compa que viaja a China? ¿Qué puede pepenar en aquel país tan lejano, tan diametralmente opuesto a nuestro modo de ser?
El otro día conocí a una amiga que es propietaria del café restaurante “Balam”. Este café restaurante está a una cuadra del parque central de La Trinitaria. En la plática ella me dijo que estudió en Corea. Pucha, cuando lo dijo mi cabeza voló, desde el pequeño poblado chiapaneco cruzó mares, no sé cuántos y llegó a un país lejanísimo. Mi mente no alcanzó a dimensionar tal cantidad de kilómetros. Así, pensé, nos separa la distancia no sólo física, sino cultural. Quedamos que algún día platicaremos más acerca de esa experiencia, porque (asumo) ella tiene conocimiento de historias de personas de aquella cultura.
Posdata: como soy escaso para el viaje físico, desde pequeño supe que debía buscar sucedáneos y los hallé en la lectura y en el cine. Por eso, muchas horas de mi vida las dedico a leer y a ver películas. Ambas aficiones me han permitido acercarme al conocimiento de otras vidas, de vidas que se desarrollan en entornos muy diferentes al nuestro. Esto, lo he dicho siempre, ha enriquecido mi vida. Ahora, qué pena confesarlo, me he acostumbrado tanto a ello, que en ocasiones valoro más las vidas literarias que las reales. Perdón, pido perdón por esta absurda confesión. Esto es una bobera, pero a veces así lo pienso, así lo siento. Lo siento. Lo siento.
¡Tzatz Comitán!

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