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Las benditas redes ahora malditas / A Estribor

Las benditas redes ahora malditas / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

 

Las redes sociales jugaron un papel determinante en el proceso electoral que dio el triunfo al López Obrador. Tan es así que el propio presidente enfatizó el hecho en su discurso triunfal. Las enalteció refiriéndose a ellas como “las benditas redes sociales”. No fue un hallazgo espontaneo. De entre las acciones para continuar la lucha por la presidencia a finales del 2012, AMLO convocó desde un mitin en el Zócalo a organizar una comisión para el uso de las redes como herramienta política de su movimiento.

 

La experiencia del “Yo soy 132” fue tardía, no alcanzó a cuajar en ese proceso electoral. Eso sí marcó el incipiente arranque de la utilización de los medios digitales como herramienta propagandística contra la manipulación informativa de las grandes televisoras parte integrante de la estigmatizada mafia del poder. La convocatoria hizo que jóvenes de universidades públicas y particulares se unificaran y manifestaran frente a Televisa. Querían demostrar que su influencia mediática ya no haría mella en las decisiones políticas de la incipiente generación de jóvenes millenials.

 

A partir del 2013 Amlo hizo pública la integración un comité encabezado por el productor de Argos, Epigmenio Ibarra y el Académico Héctor Díaz Polanco. Con ello se inició un proceso de adoctrinamiento y reclusión de jóvenes a tiempo completo. Invirtieron recursos económicos para formar un bunker dedicado las 24 horas del día a la generación de contenidos para contrarrestar ataques, descalificar las criticas en los medios de comunicación y de los analistas políticos. Parte de este proceso tuvo como premisa despedazar la figura Peña Nieto y potencializar cualquier acontecimiento en contra del gobierno como sucedió con el caso de los 43 desparecidos de Ayotzinapa. La estrategia fue tan efectiva que estando involucrado un alcalde perredista con un gobierno estatal perredista -cuando AMLO todavía era perredista- que el culpable de todo fue esa entelequia llamada “el estado” que para el vulgo encarnaba finalmente la figura de Peña Nieto y el PRI. Carmen Aristegui sacó a la luz otro escandalo que alcanzó dimensiones estratosféricas. La llamada Casa Blanca fue el distintivo mayor de la corrupción gubernamental, pero no bastaba con eso.

 

Idearon también asociar a los gobiernos del PRI y del PAN bajo la sombra de otra invención mediática, el neoliberalismo, causante de la violencia y la corrupción del país. La mafia del poder, el PRIAN, la oligarquía corrupta enriquecida al amparo y en contubernio con el poder. A Calderón y a Peña, les contaron los muertos día con día, producto del enfrentamiento ineficaz del gobierno ante la delincuencia organizada y el narcotráfico. No desperdiciaron ni un solo momento, ni un solo error, para provocar una indignación y un repudio generalizado al tiempo de fundar un movimiento al que nombraron “Morena” en clara alusión al uso religioso de aquel estandarte que Hidalgo enarboló en la madrugada del 16 de septiembre para movilizar a las masas sedientas de venganza contra los gachupines, algo así como la mafia del poder en aquella época.

 

Ni el PRI, ni el PAN aliado al PRD, pudieron contener esa ola de enojo social perfectamente provocado por el uso eficaz de las redes sociales con una propaganda al más claro estilo de Joseph Goebbels en la Alemania Nazi. Fue el plan perfecto para alinear al electorado en torno a la siempre redentora figura de un líder perseverante y carismático que convenció a los votantes en que, con su solo arribo al poder, las cosas cambiarían como por arte de magia. Por eso la evocación al  movimiento emancipador de la 4t que con la sola voluntad todo lo transforma.

 

Ahora resulta que esas mismas redes sociales se están volcando en contra del nuevo gobierno y no saben que hacer. Las benditas redes se volvieron malditas. Y las acusan de ser bots. Le cuentan los muertos al presidente, le exigen que cumpla y elimine la corrupción, que encarcele a Peña. Reclaman muchas cosas y ya no les basta con decir que dejaron un cochinero. Para eso votaron y esperan, que podamos vivir en un país mejor. Así seguirán…

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