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Sin antifaz / La Feria

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Sr. López

 

Tía Magda (lado materno toluqueño de este menda), fue la leyenda viviente de la mala cocina. No había quien aceptara comer en su casa. Lo grave es que estaba convencida de que era François Vatel vuelto a nacer (el chef de Luis XIV, el Rey Sol), y no permitió jamás que cocinara nadie en su lugar, ni su marido, sus hijas, sus hijos (hasta las vecinas se ofrecían, con tal de que los aromas que desprendían sus cazuelas no perfumaran la calle): pero, no señor, a “su cocina”, no se metía nadie. No le salían bien ni las gelatinas Jello. Magdita, su hija mayor, era la única que se deleitaba con los platillos de náufrago que servía su mamá (caso perdido de ageusia y anosmia, decía López papá, que de medicina sabía un carro). Ya para casarse Magdita, la única condición que puso el valeroso doncel, fue que aprendiera a cocinar con su mamá (la de él), y ahí torció la puerca el rabo: No, no y no, que ella ya sabía cocinar. Bueno: no hubo boda y solterona se quedó, cocinando para ella solita, porque se hizo viejita neceando con el recetario de mamá. Cada quién.

 

Nuestro gobierno federal desde el año 2000, está de terco con que se mida el nivel de la educación en México, con la prueba PISA de la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos).

 

El 6 de diciembre de 2016, el diario español “El País”, publicó: “México reprueba todos los exámenes de PISA” (…) “La educación mexicana se mantiene, como desde hace 15 años, a la cola de los miembros de la OCDE (…) los alumnos mexicanos no han aprobado un solo examen (…)”. Chin.

 

Los maestros tenochcas -que sí saben de eso-, han cuestionado severamente la prueba PISA, pero, ya sabe usted: son los revoltosos, esos a los que no nada les gusta, que lo único que quieren es vender plazas y rascarse la panza, los que combaten por gusto la reforma educativa. Y se oponen porque evaluar a los alumnos, es evaluar a sus maestros. Pues claro.

 

Ayer anunció el próximo Secretario de Gobernación que en diciembre se presentará un paquete de iniciativas para modificar la Reforma Educativa, con el que se buscará que estén de acuerdo todos los que trabajan en educación. Muy bien. Oírse entre ellos no hace daño y el acuerdo, menos. Pero respecto de la prueba PISA, dijo que es bueno tener ese parámetro internacional y luego se le enredó la lengua en frases envidia de Cantinflas.

 

El examen educativo PISA (“Programme for International Student Assessment”; Programa Internacional para la Evaluación de Estudiantes), ha sido duramente criticado en el mundo, no nada más por los maestros mexicanos.

 

PISA resultó de una petición del Banco Mundial a la OCDE, para que diseñara un procedimiento que evaluara los sistemas educativos para agregarlo a los criterios con que adjudica sus préstamos (¡ajajá!); en 1984, se celebró una primera conferencia en Washington y luego de otras más,  los ministros de Educación de los países integrantes de la OCDE elaboraron el informe ‘Escuelas y calidad educativa’ (1991), a partir del cual se implantó el sistema de evaluación PISA (la chamba se la echaron John Lowe y David Instance, de la División de Educación y Formación de la Dirección de Asuntos Sociales, Recursos Humanos y Educación… ¿impresionado? Verdad de Dios que sí).

 

Lo feo es que los países que aceptan la prueba PISA, cambian sus sistemas educativos para tener buenos resultados, tener contenta a la OCDE y satisfecho al Banco Mundial (por aquello de los préstamos).

 

Lo malo es que desde su origen fue criticado el PISA por varias razones: por producir la homogeneización educativa, pretender la igualación curricular de los sistemas educativos de las naciones, abusar de las pruebas de rendimiento, la proliferación de evaluaciones y de remate final: por promover implícitamente que la función principal de la escuela es formar mano de obra eficiente (se repite el ¡ajajá!). Cochinos maestritos que piensan que la educación es una preparación para la vida, la convivencia, la ciudadanía.

 

Aparte de muchas cosas fétidas de la prueba PISA, ya se sabe que la OCDE hace trampa en sus evaluaciones, pues hace distintas preguntas entre los países; algunos se saltan pruebas y la OCDE “estima” lo que pudieron haber conseguido de calificación los alumnos… y califica diferente a los alumnos: los de países con mayor poder adquisitivo, sacan mejor nota; los que pertenecen a países con alto nivel de migración, peor, contesten como contesten.

 

Y si todavía no le hierve la sangre, entérese: la prueba PISA es un enorme negocio particular… en todas partes se cuecen habas. Efectivamente, desde 2015 la británica editorial británica Pearson, la mayor editorial educativa con filiales en todo el mundo, dueña del “Financial Times” y  del “The Economist”, redacta los exámenes, los corrige, provee a los ministerios y secretarías de Educación con el “software” para analizar el rendimiento de los alumnos (casi en tiempo real), como una Bolsa de Valores, en la que se cotiza son las escuelas y los alumnos. Bonito.

 

PISA ha recibido un alud de críticas desde los países desarrollados (Gran Bretaña, EUA, Alemania, Australia, Finlandia, etc.), y su director Andreas Schleicher, reconoció “que podían existir discrepancias en la clasificación, dependiendo de cómo se analicen los datos”, pues usan el método de evaluación creado por un señor George  Rasch, pero un discípulo de él (Svend Kreiner, profesor emérito de la Universidad de Copenhague), demostró que con variaciones mínimas al evaluar el desempeño educativo de los países, se modifican enormemente los resultados (Canadá quedaría en el segundo puesto o el 22; Japón, en el octavo o el 40; y el Reino Unido, el 14 o el 30).

 

No es necedad de nuestros levantiscos maestros. Ellos saben y ya es hora de quitarles el sambenito de peleoneros: la reforma educativa se hizo al revés, de arriba para abajo y ahora ni modo, hay que empezar otra vez.

 

La verdad es que el gran capital global ha impuesto la economía sobre la política; y ahora van por  la educación. Por favor, sin antifaz.

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