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Pocas nueces / La Feria

Pocas nueces / La Feria
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Sr. López

 

El aún presidente Peña Nieto, gratis, se encerró con AMLO en Palacio Nacional, ambos acompañados por sus gabinetes (el de a devis y el de a mentis). ¡Qué bonita es la concordia! No seremos campeones de nada pero de transiciones tersas, sí, recuerde la de Zedillo-Fox, en la que no se oyó un azotón de puerta; y esta, en la que todo es amabilidad y buenos modos, aunque uno diga lo exacto opuesto que el otro. O Peña Nieto está cocinando algo o es por el puro gusto de beber hasta el fondo su copa de acíbar: “Eche, amigo, nomás échele y llene hasta al borde mi copa de champán, que esta noche de farra y de alegría, el dolor que hay en mi alma quiero ahogar”… ¡ay Gardel, cada día canta mejor!

 

Si AMLO no siguiera bajo los efectos de la borrachera electoral, tal vez recelaría que el gobierno saliente le facilita que se enrede en grado Gordiano en el nudo de sus promesas… nomás que no es lo mismo cortar que desatar, mi buen señor.

 

El tenochca estándar, cualquiera de nosotros, orgullos integrantes del peladaje, esperamos con ansia loca la llegada del 1 de diciembre. Ya nos anda que empiece la cuarta transformación patria, que tome las riendas del carro nacional nuestro Juamacar (contracción de Juárez, Madero y Cárdenas), para tocar los dinteles de la Gloria.

 

Nada más que no se ilusione de más: los compromisos y promesas de campaña se mantienen, no se abandonan, nomás se ponen en remojo -pizca de sal al gusto-, para que se diluyan; las cosas no son como se cree que son. ¡Lástima Margarito!

 

Lo que sí es lo de erradicar la corrupción; eso, desde el 1 de diciembre (aunque él aseguró que sería desde el 2 de julio, nomás sabiendo los corruptos nacionales que él sería el próximo Presidente, se iban a enderezar). Igual, ya delo por hecho: “No hago milagros, pero sólo yo acabaré con la corrupción” (AMLO, entrevista con Misael Zavala, El Universal, 13 de febrero de 2018). ¡Ajúa!      

 

Aparte de eso, hay otras cositas, en las que algunos acelerados creen que habrá cambios, pero no, todo seguirá igual; por ejemplo en economía: seguirá el control de la inflación como objetivo principal; el fomento a la participación de los sectores público, privado y social; la disciplina en el manejo de las finanzas; el equilibrio macroeconómico; con algunos propósitos para la porra: no aumento de impuestos, fomento de la actividad productiva del campo y la ciudad (o sea, de todo)… bueno.

 

Tampoco en el combate a la inseguridad, que seguirá exactamente igual; la propuesta no es distinta de la de Caderón y Peña Nieto; el ejército y marina armada seguirán en las calles: “Sería irresponsable retirarlo en lo inmediato. Debemos reconocer que el ejército está haciendo su parte, no podemos relevar al ejército de las calles si no capacitamos y profesionalizamos a los cuerpos de seguridad que entrarán en su relevo” (Alfonso Durazo, propuesto como próximo secretario de Seguridad y Protección; 4 de julio de 2018). Y su tanda de propósitos: “Habrá tranquilidad y seguridad pública. El flagelo de la violencia lo enfrentaremos creando fuentes de trabajo, combatiendo la pobreza, la desintegración familiar, la pérdida de valores y atendiendo a los jóvenes que demandan empleo y estudio” (AMLO, Reunión Anual de Industriales, CONCAMIN, Guadalajara, Jalisco, 19 de enero de 2012). Y Durazo se compromete -eso sí: ¡compromiso!-, a que en tres años empezaremos a ver resultados… en tres años de los seis que dura el sexenio (mientras dure eso un sexenio).

 

Y para que ratifiquemos nuestro optimismo (diría Monsi), ayer se anunció que Lázaro Cárdenas Batel (Lazarito, el hijo de Cuauhtémoc, nieto de Lázaro, por si le parece poco currículum), será el coordinador de asesores de AMLO. Ese mero, el personaje estelar en la pérdida de Michoacán en manos del narco, el que fue su gobernador de 2002 a 2008 y entregó el estado podrido a Leonel Godoy.

 

Por si le falla la memoria, muy presente tenga usted lo que pasó en Michoacán con Lazarito: se perdió el control de las policías estatal y municipales, infiltradas por el dinero y las amenazas del cártel del Golfo y de Los Zetas; el 6 de septiembre de 2006, en el antro de Uruapan, Luz y Sombra, rodaron seis cabezas humanas, se estremeció México; nacimiento del cártel Jalisco Nueva Generación (CJNG), dirigido por el oriundo de Aguililla, Michoacán: Nemesio Oseguera Ramos, El Mencho, uno de los capos más buscados actualmente; guerra entre La Familia Michoacana, el cártel del Golfo y el CJNG contra los Zetas; en 2006 Lazarito pidió ayuda a Calderón, que le mandó al ejército. Muy bien, don Lazarito, muy bien (si le interesa, ahí lea “¿Por qué se jodió Michoacán?”, por Martín Moreno, en el Excélsior del 26 de Julio de 2013).

 

¿Qué aporta al próximo gobierno un señor con ese récord?… ¿el apellido?… porque si no es eso, tal vez sea nada más una prueba de que se va a cumplir con rigor lo de la amnistía (ya lo pasado, pasado, no me interesa), pues don Lazarito tendría que dar alguna explicación, así, por encimita, no somos tan exigentes, sobre el pestífero contrato de Odebrecht del 29 de noviembre de 2006, para la construcción de la presa ‘Francisco J. Múgica’ (Tierra Caliente, Michoacán), pactada a precio fijo (1,500 millones), que finalmente costó casi el doble (2,915 millones), y se entregó con cuatro años de retraso.

 

¡Ay, Lazarito! Nomás terminó su sexenio en Michoacán, se fue a residir a Washington D.C., trabajando para el Wilson Center y la Oficina en Washington para Asuntos Latinoamericanos (WOLA), financiada entre otros por George Soros. Para olvidar decapitados y pelados de AK-47, bota punta pa’rriba, qué mejor que la capital de los EUA.

 

Bonita cosa, Lazarito ahora será coordinador de asesores del Presidente, con sus medallas y diplomas en inseguridad y no mucha transparencia.

 

A este paso, se puede anticipar que el próximo gobierno no será lo que supone la gente. Habrá baba a discreción para consumo de la raza, eso sí, y dentro de seis años no faltará el aguafiestas que diga: mucho ruido y pocas nueces.

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