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México: periodismo e impunidad / Código Nucú

México: periodismo e impunidad / Código Nucú
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César Trujillo

México es un país aplastado por la violencia, la corrupción y los actos de intimidación que han alcanzado límites impensados. Bajo esta premisa, la impunidad se alza con las manos al cielo dejando una estela de desconfianza que pulula por doquier. No se equivocan quienes afirman que en nuestro país se puede matar a un periodista sin ser identificado ni enfrentar un proceso de justicia. Desgraciadamente, lo hemos visto.

De enero a la fecha, ARTICLE 19 ha documentado ocho periodistas asesinados: Cecilio Pineda, Ricardo Monlui, Miroslava Breach, Maximino Rodríguez, Javier Valdez, Jonathan Rodríguez, Edwin Rivera y Luciano Rivera. La impunidad ha prevalecido en cada uno de los casos. No hay procesos ni culpables ni nada. Los actores intelectuales desaparecieron junto al sonido de las armas que han sembrado el miedo en cada uno de nosotros.

En el 2017 los datos son fríos y duros: 67 actos de intimidación, 56 ataques materiales o físicos y 60 amenazas, de éstas: 19 fueron de muerte. El incremento de las cifras, comparado al año pasado, oscila en un 23 por ciento y los expertos esperan que aumenten aún más ahora que se entra al periodo electoral del 2018, donde un panorama nada alentador espera a México.

Y el asunto se agrava más cuando se ha señalado que en el 50 por ciento de los casos las agresiones han sido orquestadas por funcionarios públicos. Todos se han cobijado en la impunidad de un endeble sistema de procuración de  justicia que no castiga, sino que parece dar ánimos a que se sigan vejando sistémicamente los derechos de la prensa y el de todos los mexicanos.

Pese a los llamados de diversos organismos para garantizar la libertad de prensa, ARTICLE 19 afirma que en los estados del norte del país (Coahuila, Tamaulipas, Baja California, Baja California Sur y Chihuahua) han aumentado las agresiones de manera considerable con respecto a años anteriores.

Está por demás claro que el fin inicial de estas agresiones es buscar interrumpir el flujo de información. El asunto aquí es que en México, al no existir garantías ni protección ni respeto por los derechos humanos, los periodistas deambulan en el limbo de la inseguridad y al borde de la muerte.

No basta ir muy lejos y recordar el espectro que es la Fiscalía Especializada para la Atención de Delitos contra la Libertad de Expresión (Feadle), un aparato inútil que no tiene ningún anuncio de sanciones a funcionarios que han agredido a periodistas, pese a que estos hechos han estado documentados.

Recordemos que desde el 2010 en que fue creada dicha Fiscalía se abrieron poco más de 700 expedientes. Todos encausados en diferentes delitos cometidos en contra de periodistas. Son 48 casos por homicidio. ¿Los resultados? Tres sentencias. Es decir, en siete años de haber sido creada la Feadle, sus resultados son esos: el reflejo de la impunidad que ha permeado todas las estructuras del poder en nuestro país y lo inservibles que son las fiscalías para los mexicanos. Punto.

Ante la indefensión, ¿qué les queda entonces a los periodistas? La Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) ha afirmado que, en muchas ocasiones, la percepción de riesgo está detonando en el aumento del desplazamiento forzado que es la última medida de autoprotección que toman los compañeros que saben que están solos y que el mismo sistema es capaz de entregarlos como carne de cañón.

No basta con los hastag #Nosematalavermatandoperiodistas que las mismas dependencias publican en sus redes. El asunto acá es que a los políticos no les gusta (ni nunca les gustará) que los desnuden y que muestren las redes de corrupción que los abanderan.

Les incomoda la crítica fundamentada y les irrita que sus fechorías se conviertan en trending topic ante el empoderamiento de las redes sociales. Sin embargo, hay que acentuar que no les tiembla la mano en atentar contra sus críticos, pues saben que el sistema político mexicano los va a encubrir, proteger y  crear cortinas de humo. Sí, lo saben: llevan las de ganar. Porque, aunque incomode, esto es México y acá se privilegia la corrupción.

Manjar

¿Qué injerencia tiene el diputado federal el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Diego Valera, en el Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Chiapas? La pregunta va porque sigue cobrando desde la curul del PVEM y parece más un infiltrado cuya consigna es dividir al perredismo y hacer desmanes, en vez de sumar. Desde su intentona de refugiarse en el sol azteca, cobijado por Alejandra Soriano y el expulsado experredista, Agustín Bonifaz, Valera sólo ha servido de comparsa para el golpeteo interno. Lo curioso es que no es consejero ni militante ni tiene tiempo como perredista para estar inmiscuido en los actos vandálicos que han prevalecido. Repito: si quiere ser perredista que empiece como todos. Que renuncie a los más de 140 mil pesos que le paga el verde y que haga trabajo de bases. De otro modo no es más que un muchachito incongruente y berrinchudo que busca refugio porque en el PVEM no lo quieren y le ha pedido a papá que lo proteja. #Peladitoyenlaboca // La recomendación de hoy es Un hombre que cae está enfermo de gravedad del vate chiapaneco Eduardo Hidalgo y el disco Café Atlántico de Cesária Évora. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

@C_T1

palabrasdeotro@gmail.com

César Trujillo

9611678707

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