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Medias tintas / LA FERIA

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Sr. López

A fines del siglo XIX, contaba la abuela Elena que por Autlán había un viejo con 28 hijos hombres, todos atrabiliarios que mataban por gusto y robaban chamacas y ganado. La gente vivía aterrada. Hasta que al Alcalde alguien le recomendó un tal Tomás -de Oaxaca-, que no cobraba caro. Mandó por él. Era un tipo muy chaparrito, hecho a marro y de poco hablar, que en pocas semanas siempre de noche, mató a los 28 y su papá. Le pagaron, claro, y se fue. ¡Ah!, ese México bucólico.

A ver, eso del Derecho Internacional es cuento. No existe. Si acaso hay estudios muy sesudos sobre el tema (fundados en la filosofía tomista, por cierto, aunque no se dice por ser católica), que proponen cosas muy buenas pero que no se pueden imponer a todos los países. No hay un cuerpo legislativo internacional que emita leyes que obliguen a todo el planeta; ni un tribunal mundial que pueda imponer sanciones porque no cuenta con una fuerza ejecutiva internacional que realice acciones de violencia legal que hagan valer sus sentencias. Cuento y música de viento.

Lo que existe son los tratados entre países que los obligan, hasta que uno no cumple y arrostra las consecuencias… o se queda tan fresco si es poderoso. Sobran ejemplos: los EUA se abanican con las 31 resoluciones de la ONU contra el bloqueo a Cuba; Israel con las que dictan se salga de los territorios ganados en guerra a Palestina; Rusia con lo de Ucrania; o la existencia de Taiwán como país soberano que, tratados van y tratados vienen para que se reintegre a China y la cosa sigue igual sin que nadie pueda forzar a Taiwán… apoyado por el tío Sam, claro.

¡Ah! y el supuesto Derecho Internacional Humanitario, es papel mojado, son consejos de abuelita, también sin fuerza legal para que lo respeten las naciones. ¿Un ejemplo?… la supresión de la pena de muerte conforme al pomposo ‘Segundo Protocolo Facultativo del Pacto Internacional de Derechos Civiles y Políticos’, que no respetan los EUA, China, Japón, Irán, India, Egipto, Libia, Nigeria (a homosexuales), Congo, Bahamas y otros. ¿Y?… y nada, los que anularon la pena de muerte, nomás les dicen que ya ni la amuelan. Y ya.

Se lo comento porque ya comenzaron los reclamos a Israel para que respete las leyes de guerra en su conflicto contra los terroristas de Hamás (término que resulta de las iniciales en árabe del Movimiento de Resistencia Islámica, no Palestina, fíjese). Por cierto, Hamás se formó con apoyo de Israel, no se le olvide, querían debilitar a la Organización para la Liberación de Palestina y a la Al-Fatah, de Yasser Arafat, y mire nomás qué buena idea fue.

Las llamadas leyes de guerra pretenden regular qué se vale y qué no se vale, qué es aceptable durante una guerra (ya empezamos con problemas), y su fundamento es el Derecho Internacional Humanitario (que vale el papel en que está escrito), como parte del Derecho internacional (que es puro cuento). O sea: un castillo de naipes, buenos propósitos y mentiras, que las grandes potencias respetan a conveniencia.

La idea central de esas leyes de guerra, por supuesto es más que correcta porque se pretende limitar el uso de armas como las químicas y bacteriológicas y las acciones de guerra contra la población civil (o contra soldados ya rendidos), sí, pero hay ocasiones en que eso es imposible porque el enemigo se parapeta tras de la gente común, que es el caso de Hamás en Gaza: es imposible abatir al enemigo con ataques “quirúrgicos” que eviten dañar a la población civil, del todo inocente, porque se mezclan intencionalmente con ella estos cuyo juramento es la destrucción de Israel, arrasar con los judíos y expulsar a los que queden vivos.

Antes de emitir juicio de valor sobre las acciones de Israel contra Hamás, en territorio de Gaza, no olvide usted las imágenes (si tuvo la desgracia de verlas), de los cuerpos mutilados de mujeres judías o los 40 niños (de ellos 20 bebés), decapitados por Hamás. Tenga esto presente a la hora de saber que la autoridad de Israel declaró a la vista de semejantes atrocidades que “Lamentarán este momento: Gaza nunca volverá a ser lo que era”. Y también tenga en cuenta que Hamás secuestró a 150 judíos (de ellos, dos mexicanos), que prometió ejecutar en público si Israel actuaba en su contra.

Israel mantiene un bombardeo masivo sobre Gaza y le ha cortado los servicios de electricidad, agua y el ingreso de alimentos; ha concentrado 300 mil soldados en la frontera y todo indica que se apresta a invadirlos. Es la guerra y toda guerra es infamia sobre infamia, con la diferencia de cómo se entra a la guerra, por agredir o por defenderse.

A los que claman contra Israel por su respuesta a la atroz agresión de Hamás que algunos califican como el Pearl Harbour israelí, se les recuerda que en la Segunda Guerra Mundial, la Gran Bretaña y los EUA, redujeron a escombros y cenizas la ciudad alemana de Dresde, conocida como la “Florencia alemana”, que era un destino turístico sin interés militar; también Hamburgo, que destruyeron casi por completo (Operación Gomorra), y Berlín, claro. Y hubo decenas de miles de civiles alemanes muertos. Y ya en estas, no sobra recordar el bombardeo incendiario de Tokio, la Operación Encuentro, considerado el bombardeo no-nuclear más destructivo de la historia… y las bombas atómicas sobre Hiroshima y Nagasaki. ¿Estuvieron bien esos ataques?, no, claro que no, porque la guerra no está bien nunca pero a veces es inevitable y el que la provoca, asume consecuencias.

Los que quieren dar clases de ética militar a los judíos o justificar la agresión de Hamás, como el impresentable Noroñas, sería mejor que nomás en esto mantuvieran cerradas sus bocazas.

Y los tibios como nuestro Presidente y doña Sheinbaum, que pretenden navegar a dos aguas porque son “pacifistas” sin condenar el terrorismo ni reconocer el derecho de Israel a defenderse, se les recomienda leer en Apocalipsis 3:16: “Así, puesto que eres tibio, y no frío ni caliente, te vomitaré de mi boca”. Sí, en estas cosas no hay medias tintas.

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