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La feria / No tienen llenadera

La feria / No tienen llenadera
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Sr. López

 

El progenitor de este López, don Víctor, tuvo una hermana, Elena, siete años mayor que él, de espectaculares ojos verdes, siempre de buen humor, alta y con una presencia que parecía que al llegar a algún lado iba a sonar la fanfarria que compuso Alfred Newman para el inicio de las películas de la ‘20th Century Fox’… así de guapa. Bueno, pues esa tía hizo una fiesta como de entrega de los premios Oscar (tres orquestas), cuando cumplió los 40… celebrando sus 30: de golpe se quitó diez -ni se le notaban- y nadie de la familia tuvo el mal gusto de mencionar tal minucia. Nadie. Como este menda no era bobo, viendo el 30 enorme sobre el pastel de tres pisos, hizo sus cuentas: si mi tía tenía 30, entonces mi papá, tenía 23, luego, mi hermano mayor que tenía once, resultaba que era de un año de edad y yo no había nacido. Manifestada su extrañeza en voz alta, el del teclado recibió una lección temprana sobre la capacidad de simulación obligatoria al mexicano genéticamente puro: -¡Cállese! –me rugió al oído en voz baja mi dulce madre, aplicando en antebrazo derecho un pellizco de esos que van cambiando de color al paso de los días.

 

Ayer fue el Día del Trabajo. Antes había desfiles y el Presidente se plantaba en el balcón central de Palacio Nacional, a recibir el homenaje de los trabajadores que pasaban con mantas diciéndole que era poquito menos que Dios Padre. Antes. Ya no, quién sabe por qué, pues según lo que dijo don Peña Nieto encerradito en Los Pinos, era como para que hubiera salido a que la gente lo llevara en hombros (digo, 2.8 millones de créditos para vivienda y la creación de ‘más de 19 millones’ de empleos formales).

 

Hubo un mitin tempranero en el Zócalo de la capital del país, convocado por el líder cetemista, Carlos Aceves del Olmo, a nombre del Congreso del Trabajo (CT), en el que hizo vibrante llamado a ‘fortalecer la lucha para alcanzar mejores beneficios para los trabajadores’ y luego, sin prisas pero a las carreras, a la residencia presidencial a reunirse con don Peña Nieto, al grito de ‘más seguro más marrao’, porque luego venían las marchas de protesta de esos que nunca faltan y nada les gusta: ¿no están oyendo que ya hubo casi tres millones de créditos para su residencia y que ya hay casi 20 millones de empleos nuevos?… cómo hay gente, de veras.

 

Esto del Día del Trabajo se celebra en todo el mundo el mismo día por aquello de ‘Los Mártires de Chicago’, que en 1886 salieron a exigir el derecho de huelga, la jornada de ocho horas y salario para tres comidas (hubo una matazón terrible).

 

En México la primera vez que se celebró fue en 1913; luego el general Álvaro Obregón en 1923, dispuso que en esa fecha se celebraría la lucha obrera mexicana y en 1925, don Plutarco Elías Calles dijo que no, que lo que se celebraba era el Día del Trabajo. ‘Tá bueno.

 

Para calibrar nuestra capacidad de simulación, deje usted de lado las declaraciones oficiales, que son obligadas, hay que entender. Vamos a fijarnos nada más en quiénes representan al sector obrero.

 

Para abrir boca, Carlos Aceves del Olmo, secretario General de la CTM desde el año pasado y presidente del Congreso del Trabajo desde febrero 2017, tres veces diputado federal priísta y una vez, senador; el próximo 5 de noviembre cumple 77 añitos, pero está firme en la defensa de la masa obrera. Dignísimo sucesor de personajes de la talla de Joaquín Gamboa Pascoe, Leonardo -‘La Güera-, Rodríguez Alcaine y Fidel Velázquez, todos fiambres, que de la CTM solo salen en carroza de Gayosso.

 

No en segundo lugar, está el secretario general de la Federación de Sindicatos de Trabajadores al Servicio del Estado (FSTSE), Joel Ayala, luchando por defender a sus agremiados desde esa responsabilidad hace 29 años (desde 1988). Don Ayala, de 71 años, ha sido tres veces diputado y ahorita es por tercera ocasión, senador de la república. ¡Esa es vocación de servicio!

 

Otro ejemplar líder es Francisco Hernández Juárez, quien aparte es el mandón de la Unión Nacional de Trabajadores (UNT). Este Pancho Hernández lleva 41 años dejándose el alma en defensa de los trabajadores.

 

No se puede pasar por alto a don Agustín Rodríguez, secretario general del sindicato de la UNAM desde hace 23 años.  Y tampoco es cosa de hacer menos al prócer Armando Neyra Chávez, con 30 años de secretario general del Sindicato de Trabajadores de la Industria Embotelladora, cinco veces diputado federal (del PRI), hoy senador a sus 80 primaveras (nació en 1937, el 18 de febrero) y desde el 2010, secretario de Finanzas del CEN de la CTM (prueba viva de que la escuela no es todo: el señor dicen que terminó Primaria, dicen).

 

No se debe dejar sin mencionar a otro hombre que ya está en bronce: Carlos A. Romero Deschamps, quien cumplió el 17 de enero sus primero 74 años, líder de los petroleros desde hace 21, tres veces diputado, dos veces senador (ahorita es), personaje estelar (central), del Pemexgate, cuando le probaron al PRI que el sindicato que dirige este señor les entregó 1,500 millones de pesos para la campaña presidencial de Panchito Labastida, aunque la PGR suspendió la averiguación en su contra (por ‘falta de pruebas’; lo que no libró al PRI de pagar una multa de mil millones); famoso también porque su hijo José Carlos, es dueño en Miami de dos departamentos de 7 millones 550 mil dólares cada uno y que tiene un Ferrari edición limitada (una ganga: dos millones de dólares), cuya particularidad es que la fábrica sólo lo vende al cliente que antes le haya comprado dos autos más de su marca (y uno en el autofinanciamiento con sorteo); y no se le olvide su  hijita, Paulina, la nena toda ella sonrisas y felicidad, que sube a Facebook sus viajes de sultana. Y por falta de espacio no le cuento de tantos más, como Fernando Espino, dirigente de los trabajadores del Metro desde hace 44 años.

 

Y estos caballeros ayer celebraron a los 44.5 millones de felices trabajadores mexicanos entre los que hay algunos que exigen cosas nomás porque no tienen llenadera.     

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