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La Feria / Dando y dando

La Feria / Dando y dando
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Sr. López

 

Decíamos ayer (frase que sí dijo Unamuno -en 1930-, al regresar a su cátedra en Salamanca después de siete años de exilio, pero él la dijo rememorando al autor original, fray Luis de León, quien la pronunció 350 años antes, también al regresar a su cátedra en la misma Salamanca, después de cuatro años preso por la Inquisición), bueno, decíamos ayer que el principal problema de este nuestro risueño país es la estupidez, antes que la inseguridad, la pobreza y la política en putrefacción.

 

También decíamos que es estúpida la acción que perjudica a otros sin beneficio del que la comete, por lo que -en lo general-, no podemos tachar de estúpidos a aquellos que conducen la cosa pública en México, siendo obvios los abundantes beneficios que obtienen a resultas de sus actos que, según ellos insisten, emprenden en beneficio de nosotros los del peladaje aunque para su sorpresa, el resultado sea el opuesto (por ejemplo: la lucha contra la pobreza, en México, extrañamente, es una industria que incrementa los caudales de los ricos y deja a los pobres como estaban o poquito menos mal, que no mejor); quedando claro que en tal caso, los estúpidos vendrían a ser quienes los toleran, lo que configura una categoría de estupidez por omisión, ya sea por pereza, ignorancia o indiferencia.

 

En el caso mexicano hay base para suponer que se trata de eso último: indiferencia; indiferencia por agotamiento de dos virtudes: fe y esperanza; digo, después de 150 años de aguantarles el modo a los aztecas, 300 de Colonia y 200 de metidas de pata independientes (con un respiro de breves 40 años: el “milagro económico mexicano”), con el remate de la tríada trágica, Fox-Calderón-Peña, ya no creemos en nada y hemos aprendido a ir por nuestro lado y dejar a su aire a los del poder (y no va tan mal la cosa: así y con todo, somos la economía 11 del mundo, según estima el FMI para este año, con 2 billones 406 mil 199 millones de dólares de PIB, que se consigue con y hasta a pesar de alguna parte no tan menor de la casta gobernante), sabiendo además que a fin de cuentas, por poderosos que sean, tienen que ir moderando su avaricia ante nuestra tradicional avalancha natalicia para la que no existe defensa: ellos cada vez menos y el peladaje -cada nueve meses-, más numeroso: le bajan o le bajan, que ya somos 127 millones (según el Banco Mundial), y ellos, según reporte de 2015 de la WealthInsight, son apenas 2,540 familias que por grandes que sean cada una, si un día nos hartan, nos los despachamos en barbacoa… fácil.

 

Así las cosas, lo que debemos resolver son las estupideces, esas acciones que se cometen sin beneficio para nadie y que nos están dando muchos quebraderos de cabeza que pueden agravarse.

 

Hasta arriba de la lista, la inmensamente estúpida Iniciativa Mérida (a la que nos referimos todos como Plan Mérida), firmada por don Calderón por órdenes de George W. Bush, presidente de capacidades diferentes de los EUA.

 

Con ese plan, supuestamente para combatir el narcotráfico y el crimen organizado, Calderón entregó el país enfrascado en una guerra que no se puede ganar y es causa directa de la dinámica de violencia e inseguridad que campea en el país (con cuatro excepciones: Chiapas, Campeche, Hidalgo y Yucatán; dato de ayer del Semáforo Delictivo Nacional; cuadro de delitos de alto impacto).

 

La estrategia del Plan o Iniciativa Mérida consiste en el ataque frontal (guerra) a los carteles del crimen organizado en México y Centroamérica, impulsado por el gobierno yanqui para validar su inactividad en esta materia en su propio territorio y para justificar la existencia (y gasto) de otras estupideces como la DEA.

 

A cambio de firmar el plan y meter al país en esta guerra, México aceptó dos cosas: la acción de las policías de los EUA en nuestro país y 1,600 millones de dólares de apoyo en equipo (lo que suma a la estupidez, la ofensa).

 

Esa estrategia ha conseguido descabezar a grandes carteles, sí, pero atomizándolos, de manera que el país entró en una espiral de asesinatos y corrupción que encima, diversificó los delitos; nada más un dato escalofriante: se estima que el número de bandas criminales ha crecido el 900% en estos nueve años de Plan Mérida.

 

El homicidio es un indicador de lo inmensamente estúpido que es el Plan: se firmó en 2008; el año anterior, la tasa nacional de homicidios fue de 7 por cada cien mil habitantes; el Plan Mérida triplicó esa tasa de asesinatos.

 

En 2012, Leon E. Panetta, secretario de Defensa de los EUA, afirmó que en el sexenio de Calderón, hubo 150 mil asesinatos; la organización italiana Liberia, sostiene que fueron 116 mil, descontando los de la delincuencia común.

 

El Inegi, a 2015, contó 186 mil 297 asesinatos; el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, 184 mil 682.

 

Para que entre en escala: según la ONU, la guerra de Afganistán (de 2006 a 2012), causó 13 mil muertes, el 10% de las que hubo en ese periodo en México.

 

Y este baño de sangre no suma desplazados, secuestrados, extorsionados, tráfico de personas ni la brutal corrupción que propicia.

 

No se necesita ser tan inteligente para comprender que es una estrategia estúpida, que lo indispensable es, primero, que el gobierno yanqui selle la frontera al tráfico de armas (que acá los delincuentes enfrentan a nuestros policías y militares con las armas que ellos les venden encantados de la vida); y segundo: que la comunidad financiera internacional revise a corporaciones y bancos sin cuya complicidad es imposible manejar las inmensas cantidades de dinero del narco.

 

Así veremos regresar a las sabandijas a su hábitat: los albañales, incapaces de sobornar altos mandos, condenados por sus actos a la infame vida que les corresponde.

 

México, antes que nada, debe cancelar la Iniciativa Mérida. Si don Peña Nieto reflexiona, se dará cuenta que con eso anda salvando su sexenio. Hay que aprovechar la renegociación del TLC: ¿revisarlo, modificarlo?… órale, pero junto con eso, vamos cancelando el Plan Mérida: dando y dando.

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