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Chiapas, qué hacer

Chiapas, qué hacer
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José Antonio Molina Farro

“No descubro el hilo negro. Chiapas vive una compleja encrucijada. Han sido décadas de estancamiento, desgaste de la economía, precariedad de las instituciones, deterioro de la calidad de vida, corrupción e impunidad, desigualdad social y pobreza insultantes. La gravedad de la situación exige una visión de gobierno que encamine a la entidad hacia una senda de desarrollo incluyente y sostenible o, para decirlo pomposamente, hacia la ruta de la Cuarta Transformación que postula Andrés Manuel López Obrador. El hastío ciudadano, la impotencia, el incremento de la violencia y el encabronamiento social por tanta impunidad e ineficacia deben de dar lugar a una estrategia diferente y atacar los problemas de raíz. Cambios de fondo, no de epidermis.
A nivel nacional existen señales preocupantes que tienen que ver con la disminución del gasto público, la baja de calificadoras de riesgo, la creciente delincuencia, la cancelación de proyectos de gran calado, las reformas energéticas y educativas y supresión de programas sociales exitosos, como el cierre de guarderías que benefician a las madres trabajadoras. En lo internacional, las políticas chovinistas de Trump, la violación de derechos humanos de Nicolás Maduro, y la correcta aplicación de la doctrina Estrada, representan un desafío adicional.
El significarnos como la entidad más pobre del país y más desigual entre los desiguales, debe empujarnos a una estrategia diferente, con la escucha a los sectores más representativos de la sociedad chiapaneca. La esperanza renace cada seis años, y el inicio de un nuevo gobierno en Chiapas, representa una oportunidad renovada para reconstruirnos. Advierto que, en paralelo a un justificado desencanto, hay una sociedad dispuesta a ser parte activa de la solución y no solo un protagonista reactivo a las decisiones del poder político. Rutilio Escandón habrá de romper con la inercia conservadora y aprovechar el potencial de cambio y los reclamos ciudadanos. De ahí la importancia de generar expectativas ascendentes y creíbles, definiciones puntuales sobre el uso de los recursos públicos y los proyectos de gobierno para combatir la pobreza, la violencia, la corrupción y la impunidad. Es exigible una condena enérgica de cara a la sociedad, a todas estas lacras que lastiman la conciencia colectiva y la integridad física de las personas. Ofrecer realismo, congruencia y proyectos sin prometer milagros. No hay esfuerzo menor, todos tienen un valor pues todos vamos en el mismo barco. Superar todos estos problemas depende de nosotros mismos, de nuestro trabajo, responsabilidad, solidaridad y disciplina, acompañados de un fuerte liderazgo político.
En tiempos de engaño universal, decir la verdad se vuelve un acto revolucionario George Orwell

Si todos colaboramos de modo tal que el que más pueda más haga, en un empuje parejo la carga será más soportable; Chiapas va a acelerar su paso y se convertirá en ventaja competitiva lo que hoy es impotencia y enojo. Cada país, cada entidad, fracasa a su manera, al faltarles tal o cual ingrediente de la oferta política dominante. El gobierno en cierne tiene la enorme oportunidad de aprovechar la química de las sensaciones colectivas y las energías sociales para convertirlas en programas y objetivos de gobierno. Ahora bien, si no se entiende que Chiapas, al igual que cada entidad federativa tiene su propio ethos, sus propios reclamos y exigencias, su propia historia y sus propias necesidades insatisfechas, difícilmente se podrá avanzar hacia el anhelado desarrollo y, en lo que a mi juicio es, debe ser, la idea matriz, la fuerza que catalice el cambio profundo que los chiapanecos reclaman: el Estado de derecho. Su aplicación o ausencia afecta toda la población; su asociación causal con la delincuencia, la corrupción y la impunidad es grave; su restauración es urgente. El más grave error que se puede cometer es un intento de clonación con las políticas del gobierno federal y ceder a las presiones y chantajes de grupos contrarios al interés general. Chiapas tiene su propia dinámica. Los tratadistas del pacto social como Locke y Rousseau nos dicen que los individuos, violentos por naturaleza, cedieron parte de su soberanía a un ente superior –el Estado- para proteger sus derechos fundamentales: la libertad, la seguridad, la vida, el patrimonio y las garantías individuales. Un Estado que no cumple con estas funciones elementales pierde su razón de ser y de existir.
Pero no nos empeñemos en buscar culpables por lo pasado, pues ya se ha repetido hasta la saciedad que las corruptelas y gestiones deficientes no serán sancionados; nos empeñemos entonces, en encontrar a quien responda hoy por las soluciones de ahora y del futuro próximo. Sí es válido decir sin tapujo, que nuestros problemas se agudizan por la falta de incentivos y contrapesos. Tenemos una “representación popular” que representa nada y que, salvo notables excepciones, se entrega sin disimulo y con abyección al poder constituido. No importan los colores, prima el interés personal y grupal. Nada más. Se trata de espíritus rutinarios, inhabilitados para los altos ideales. José Ingenieros en su clásica obra “El Hombre Mediocre” les llamaría “gusanos que se arrastran y renuncian al derecho de protestar si los aplastan”. Es vergonzante que hasta las decisiones más elementales que son de la exclusiva competencia de los legisladores sean consultadas, sin distinción partidista, a los Ejecutivos en turno. Hubo administraciones en que la corrupción llegó a niveles de escándalo, impregnados de un cinismo perverso, pero tal vez lo más escandaloso es que no se actuó contra los responsables a pesar de incontables pruebas en su contra.
Es inevitable referirme a Rutilio Escandón, gobernador de los chiapanecos. Hay quienes comentan que es más de lo mismo, que se tata de la continuidad de una administración y de un gatopardismo rampante. Tengo para mí que se trata de juicios, hasta ahora, infundados. Sería un despropósito y poco ético exigirle resultados inmediatos para resolver un cuadro de décadas a ton sólo dos meses de haber tomado posesión. Dicen respetados académicos que no hay una ruta de navegación, claridad de propósitos ni Plan de Gobierno. Con la autoridad que me da el haber coordinado los esfuerzos de las instituciones de educación superior e incontables reuniones de trabajo con autoridades y sectores sociales y productivos, puedo afirmar que existe un Plan de Gobierno 2018-2024, cuya elaboración

final fue responsabilidad de la UNACH y dado a conocer a la opinión pública estatal. Así mismo, tuve reflexiones compartidas durante seis meses con Rutilio y puedo afirmar, sin rubor, que tiene proyecto y contextura moral para conducir a Chiapas a un nivel superior de su ciclo histórico. En una ocasión dije de él, que vive alejado de dogmas y liturgias y que es un político que conoce el valor de rectificar cuando las circunstancias lo ameritan. Dice Felipe González “Los estadistas definen fines con claridad y medios con flexibilidad”. Ya Sartori comentaba que para tener buen éxito las políticas de gobierno, debe de hacerse un cálculo de medios y fines: 1) Determinar si los medios son adecuados, 2) Si son suficientes, 3) Los daños colaterales y 4) Si no resultan contraproducentes”.
Rutilio merece el beneficio de la duda. El cómo resuelva los desafíos variopintos del presente y la eficacia y el cómo enfrente los obstáculos que estrangulan nuestro desarrollo, sustentarán el juicio de la ciudadanía y fortalecerán la amplia legitimidad obtenida en las urnas o, en su caso, iniciará un proceso de deslegitimación en el ejercicio del poder. Confiemos en que estrategas y asesores estén a la altura de las circunstancias. Algo que Rutilio no debe permitir jamás, es que le tomen la medida, ya sea poderes fácticos o grupos insurgentes o contestatarios diversos. Me resulta inevitable referirme a Miguel Alemán expresidente de la República. A pocos días de iniciado su mandato estalló una huelga del sindicato petrolero, que amenazó con paralizar al país. En menos de 24 horas restableció el orden con el monopolio de la violencia legítima, potestad del Estado. El expresidente comentó tiempo después con sus amigos que la primera lección que aprendió de su padrino Cándido Aguilar fue, “Nunca dejes que te tomen la medida”. Sin duda, una extraordinaria lección, válida en todos los tiempos y en todos los espacios. Concluyo con Winston Churchill: “El precio de la grandeza es la responsabilidad”.

Es cuanto QQHH!

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