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Chanito

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Manuel Zepeda Ramos

Su nombre original era Feliciano.
Prurito mío de ligar los nombres de mis gatos con la palabra felino.
Tuvimos, por ejemplo, un Felini, para honrar al gran realizador del realismo mágico italiano.
Pero también tuvimos a Barbieri, en homenaje al gran gato, jazzista argentino excepcional.
Mis hijas decidieron cambiarle el nombre: le empezaron a decir Chanito -de alguna manera diminutivo de Feliciano- y así se le quedó.
Chanito era un siamés, inteligente, que a diario salía con ocurrencias que nos alegraban el día.
Recuerdo que una vez diseñó una estrategia para cazar pichos -en Chiapas les decimos zanates o pijuyes-, en el jardín de la casa. Se escondía detrás de los helechos y esperaba pacientemente a que bajaran al césped para atacarlos. Nunca pudo cazarlos, porque eran más rápidos que él.
Hasta que vino el día D.
Los pichos, que también son listos, planearon el contrataque. En cuanto salió de su escondite para ir por dos, señuelos de estrategia, la fuerza aérea de cuatro cazas aparecieron de improviso. Chanito resultó muy mal parado. Susto aparte, le propinaron tremendos picotazos que pasaron de ser rudos a tupidos. Gran madriza. Yo, que tanto lo quise, no pude reprimir la risa pero también la preocupación de que algo le pudiera haber pasado. Pero Chanito era gato y tuvo más vidas que los de su especie que, algún día, les contaré.
Chanito, valiente y arrojado, continuó con la estrategia de la cacería sin ningún gesto de preocupación. Nada más que ahora lo hacía desde adentro de la casa, mirando siempre hacia el jardín desde el ventanal de la sala y el comedor. Con enorme valentía, recorría el espacio, armado hasta los dientes, dirigiendo la estrategia de combate, incansable, hasta que los pichos levantaban el vuelo para ir a buscar agua y comida a otro lugar.
Así es él, como era Chanito.
Desde Icacos, la zona naval de Acapulco, bien resguardada, impenetrable, despotrica y defenestra de asuntos y personajes del extranjero y de México, sin pudor ni verdad y sin la esperanza -ya no pasó-, de que en alguno de los pocos días que le quedan se acuerde por qué fue elegido dentro de la democracia y la voluntad ciudadana al frente de la nación.
Le da pavor caminar por las calles del histórico puerto en donde tantas veces atracara la Nao de China para transportar por la Nueva España y con dirección al mercado europeo, las sedas y tintas y esculturas y especias, tan celosamente buscadas por reyes y nobles. “Cuido la investidura”, ha dicho varias veces, permitiendo gustoso de que cuatro obispos, patriotas, intenten negociar vidas ante la inexistencia de gobernabilidad.
Pero no hace falta la información oficial. Por boca de Ramiro Solorio, el Brother, ciudadano acapulqueño, en un video ampliamente difundido y consultado en las redes sociales, sabemos ahora que las 21 plantas de tratamiento de aguas residuales que hay en Acapulco, no funcionan desde que el huracán hizo acto de presencia; que hay más de 100 drenajes colapsados; que ya murieron varios acapulqueños de dengue; que no se ha recogido el escombro en muchas de las colonias; que el hospital de cancerología sigue sin reconstruirse; que los niños no han recibido sus quimioterapias; que la Escénica y la Costera siguen colapsadas.
He visto en estas horas varios programas de confrontación en la televisión entre los jóvenes de Morena y los jóvenes de la oposición. Los primeros ya aprendieron muy bien de su mentor: son, tan o más, mentirosos que él. Y los de la oposición desmintiendo con propiedad e inteligencia, dejándolos en evidencia ante un público que también aprendió a deslindarse de las afirmaciones, muchas, que faltan a la verdad.
Hoy, 18 de febrero fue, para el pueblo de México, un gran día de fiesta, de fuerza ciudadana y de amor por la democracia. Vimos un zócalo en paz, reventando con cientos de miles de asistentes, mujeres y hombres, jóvenes y niños, mucha gente grande-y lo mismo en más de 100 ciudades de México y el extranjero-, luchando pacíficamente por la democracia y la paz tan necesaria.
Estoy muy contento porque veo que México peleará por su futuro.
Acapulco podrá reconstruirse.
¡Salgamos todos a votar!

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