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La Feria / Presunto gobierno

La Feria / Presunto gobierno
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Sr. López

 

En México, sí, en esta tierra, cuna de hombres cabales, es de muy mal gusto llamarle a las cosas por su nombre; tía Chabelita nunca fue querida ni amante de nadie y sus hijos, todos los cinco, eran niños que ella ‘recogió’; y no era prieta, era ‘aceitunada’ (podría darle más ejemplos, pero ya antes los hemos comentado, junto con nuestra exagerada cortesía que no es sino formal, porque la verdad nos importa un pito saber ‘¿cómo has estado?’, cuando saludamos a nadie, ni es cierto ni remotamente el ‘mande’ con que contestamos… en fin).

 

También en México, con sus praderas y flores que son como talismanes, tenemos la piel muy fina para cualquier crítica, cierta o falsa (peor si es cierta, ¡ay! del que nos diga racistas, aunque ‘indio’ haya sido siempre y siga siendo, insulto, pero a los de fuera les presumimos Teotihuacán como si hubiéramos acarreado a lomo la piedra); sin embargo, nos ofendemos sin consecuencias, porque igual babeamos con los extranjeros y ni quien se acuerde las que nos han hecho algunos países, estelarmente los EUA.

 

Bueno, ya nos conocemos, no vale la pena insistir. La cosa va porque aparte de todo, parece que no nos damos cuenta que la simulación en nuestro mero mole (¡viva México!, pero es masiva la teleaudiencia a los partidos de futbol americano; sostenemos que nuestra cocina es, si no la mejor, sí de las mejores del mundo, pero devoramos pizzas, ‘hot cakes’, ‘hot dogs’, palomitas, hamburguesas y somos el mayor consumidor ‘per capita’ del mundo de Coca Cola, más que los yanquis, ahí vea el reporte que publica Quartz.com de ‘The Coca Cola Company’); y muy difícilmente decimos lo que pensamos, por eso los quebraderos de cabeza de las encuestadoras que ni cuándo de veras quieren obtener y dar resultados certeros, pueden: respondemos lo que nos parece propio, lo que creemos que quiere oír el que pregunta, lo que no permita que sepan qué pensamos.

 

A fuerza de simular (‘¡qué bonito su bebé señora!’), fingimos (‘a ver cuándo nos vemos’), aparentamos (‘¡qué gusto verte!’), y así, de a poquitos, desfiguramos la realidad y acabamos por no decir ni decirnos, nunca, la verdad monda y lironda, a lo pelón. Somos un país que vive con toda comodidad en la mentira.

 

Parece una afirmación subida de tono, irrespetuosa, no lo es (y si así son en otros países o en el resto del planeta, aparte de ignorarlo el del teclado, no le importa: vivimos aquí y lo padecemos nosotros).

 

Si duda nomás piense en la fila de exgobernadores hoy perseguidos, algunos encarcelados, que ejercieron con toda paz el poder durante sus sexenios completos, sin que los molestaran con una ala de mosca, sin que fueran secreto sus trapacerías, sin que se ruboricen los que hoy los persiguen, siendo que autoridades federales y locales fueron y son cómplices, así sea por omisión (ayer se supo, por informes de un tribunal de Guatemala, que hasta el 7 de junio fue entregada la solicitud de extradición de Javier Duarte, siendo que fue detenido desde el 15 de abril… 53 días para que nuestro gobierno dijera por cuáles delitos pidió la detención; y todo mexicano debidamente destetado, percibe el tufo del asunto, la peste de los arreglos y negociaciones que tras de todo esto parece haber, aunque no haya, cosa que siendo posible es improbable… en México, porque el secreto de ser extraditado es que no se le puede juzgar después de nada que no contenga la propia extradición, ¡aleluya!, salga lo que salga, se descubra lo que se descubra: el derecho prevalecerá).

 

Igual estamos con el nuevo sistema penal acusatorio. Se supone que es un notabilísimo avance y que ha quedado resguardado el respeto a los derechos fundamentales (humanos), de cualquier risueño residente en nuestra querida patria, como la que no hay dos. Sí, pero todos sabemos que después de agotado el plazo de ocho años para implantarlo y religiosamente gastados más de cuatro mil 280 millones de pesos para eso, presidencia de la república informó (‘El Financiero’, edición del 3 de mayo de 2016), que el sistema sólo operaba en su totalidad en cinco entidades, en otras 25 entidades funcionaba parcialmente (¿cómo será eso, una parte de los juicios con la ley que ya no existe -o sea, totalmente inválidos-, y los demás con la vigente?), y en dos aún ni entraba en vigor (Baja California Sur y Sonora); y aunque todos los estados lo hubieran implantado, sabemos que falta mucho para que funcione, para empezar porque hay que cambiarle el cerebro a los ministerios públicos y a los policías judiciales (por lo pronto para que hagan las detenciones legalmente y no salgan libres delincuentes capturados ‘in fraganti’).

 

Lo que sí cambió de inmediato fue que la prensa en todas sus presentaciones, saca a los detenidos por la ley, con la cara tapada (aunque nomás sean los ojos), porque son probables responsables, presuntos delincuentes (y nos dicen que ahora nadie es culpable hasta que no lo diga un juez… como siempre, por cierto, como siempre).

 

De tal suerte que ahora hay que ser muy cuidadosos y por ejemplo, en el caso de los políticos grabados en video en abiertos y clarísimos actos de corrupción, no se pueden anticipar vísperas y hay que esperar hasta que -si son detenidos-, sean ‘presuntos responsables’ de algún delito. Muy bien: la presunción de inocencia y los derechos humanos son sacrosantos.

 

Así, en perfecta concordancia con nuestro modo de ser, ahora tenemos presuntos asesinos (detenidos con la pistola humeando y el fiambre a sus pies), presuntos secuestradores (atrapados en su guarida con siete encadenados medio muertos de hambre y pánico), presuntos violadores (con la víctima chorreando sangre entre las piernas), presuntos ladrones… y la verdad no es dicha nunca: lo que tenemos es presunta autoridad.

 

Eso no lo vamos a decir ni a aceptar, ¡a la autoridad se le respeta!, pero por todo este despelote es cada vez es más frecuente que la gente haga justicia por propia mano y vamos a buen paso, giritos, hacia la anarquía, por obra y gracia del presunto gobierno.

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