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Tulum-Minneapolis: dos rodillas / Galimatías

Tulum-Minneapolis: dos rodillas / Galimatías
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Ernesto Gómez Pananá

Mayo 2020. Es un día a media tarde. A lo lejos se ve una patrulla y un grupo de oficiales de policía formando una especie de semicírculo y al centro, uno de ellos somete con la rodilla a un civil que yace en el piso. Los hechos tienen lugar en Minneapolis, en los Estados Unidos.

La escena se volvió viral, fue vista por millones de personas en todo el mundo e incendió una docena de ciudades norteamericanas: miles tomaban las calles con rabia, protestando por el asesinato de George Floyd a manos de policías.

Resultado de ello, el policía que sometió a Floyd fue detenido, está siendo juzgado y será muy posiblemente sentenciado, pero además, estos hechos volvieron a poner sobre la mesa el profundo problema que vive aquel país con su racismo normalizado. La muerte de Floyd no era necesaria pero tiene un efecto valioso.

Hace algunas semanas, los noticieros y las redes en México reportaron una escena trágica y de similitudes espeluznantes:
Un grupo de policías rodean a uno de ellos, quien, con la rodilla somete a una persona que yace en el piso. Su nombre era Victoria Salazar, nació en El Salvador, huyó de los problemas de aquella nación y pidió asilo en México. Aquí murió. A manos de policías. La diferencia es que su muerte no provocó protestas en las calles, no se incendiaron barrios ni cundió la indignación, será porque estábamos “de vacaciones”

Estos dos casos voltean los reflectores hacia abusos policiales de consecuencias fatales pero hacia otro elemento que también los une: en ambos casos la persona detenida -la víctima- fue prejuzgada y por lo tanto detenida sin suficiente averiguación, en función de su apariencia, afroamericano Floyd, centroamericana Salazar. Ninguno de los dos de piel blanca y apariencia adinerada (hay quienes dirían, “personas bien”)

En ambas naciones el racismo es un problema histórico, vivo y también normalizado, lo vemos pero no lo vemos.

En México, los dos sucesos que cuestionan esta situación con más fuerza son, el alzamiento zapatista de 1994, que sacudió al país y con el cual se lograron algunos avances, el otro, es la victoria de Morena hace dos años. Cambiaron muchos rostros y cambiaron algunos colores de piel -no todos, ciertamente prevalecen algunos abolengos-, pero el problema de fondo subyace, está en nuestra cotidianidad. Detrás de la lucha por la equidad de género debe venir la lucha por la equidad racial, el reconocimiento genuino y auténtico de nuestra multiculturalidad. Es inevitable. Es también necesario.

Oximoronas. La vacunación avanza y se hace más eficiente. Todos quisiéramos avanzar más rápido pero es lo que hay no se debe solo al gobierno. Nosotros también hacemos nuestra parte para que esto siga. Dos ejemplos: las playas atascadas en Semana Santa y el repunte viene. El otro, que sería gracioso si no fuera real, un par de varones, de menos de cuarenta años que se disfrazaron de ancianos para recibir la vacuna. De pena ajena. Lo dicho, no somos Dinamarca porque nuestro gobierno no es el de Dinamarca, pero también porque nosotros, nuestra sociedad, tampoco somos Dinamarca.

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