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Triple A / Galimatías

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Ernesto Gómez Pananá

Enmedio de un tiempo atípico y trágico, los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 -celebrados paradójicamente en 2021- son un oasis para la humanidad. Miles de jóvenes representantes de su país y dejando todo en su deporte. Desde el sillón de la sala suele verse -y a veces también juzgarse- fácil llegar ahí y hacerlo bien. Nada más equivocado.

Este domingo, el Galimatías se torna deportivo y personalísimo. Habló desde mis vivencias como deportista, intentando ponerme en los zapatos de estas tres campeonas de la vida:

Aranxa Chávez. Clavadista que participó en la prueba de trampolín de tres metros y en su tercer clavado de la eliminatoria tuvo una ejecución calificada en cero. Algo pasó, inició el salto en la tabla y dramáticamente se detuvo en la ejecución, cayendo al agua con los pies, como una principiante. Las redes sociales -esas que un día se llenan de expertos epidemiólogos y otro día de doctos juristas- la tundieron con críticas despiadadas. Lejos están de entender la frustración que la joven pudo sentir. Años, muchos más que sólo cuatro, entregando la vida y la energía en cada entrenamiento. Solo quien se para a la orilla de la alberca -la pista, el trampolín, el tatami- conoce de las ilusiones que cualquier deportista se forja. Aranxa más que nadie sufrió su error. Pero el deporte tiene la magia de fortalecer la persistencia y la tolerancia a la frustración y aquí estaba Aranxa llorando su “fracaso”, y enseguida estaba ya pensando en el entrenamiento de mañana, en su próxima temporada y en la olimpiada de París 2024. Siempre hay una oportunidad para intentar de nuevo.

Alexa Moreno. A diferencia de los clavados, nuestro país tiene pocos referentes -y ninguna medalla- en gimnasia artística. Alexa Moreno es una amazona solitaria que lleva años peleando un sitio en la élite internacional de ese deporte, aguantando críticas locales que la han señalado por su edad, 26 años que en este deporte la ponen arriba de la media o casi como una veterana, y por su talla, pues carece del biotipo ruso o rumano de espigadas jovencitas talla cero. Hoy, con su cuarto lugar olímpico en salto de caballo, ha callado muchas bocas, ha puesto a la gimnasia mexicana más alto que nunca nadie antes -quien haya practicado deporte de alto rendimiento sabrá lo difícil que es subir al podio y lo dorado que sabe el simple hecho de clasificar a una final con tantos factores en contra.

Alexa, corriendo veloz hacia el caballo, guiada por sus sueños deportivos. Mujer triunfadora. Solo alguien como ella entiende lo que cuesta. Sudor, sangre, sueños y sacrificios.

Aremi Fuentes. Al escribir esta columna, la noticia es que la tercera medalla para México en estos Juegos Olímpicos es de bronce y la levantó -literalmente- Aremi Fuentes, una deportista chiapaneca de corta estatura pero de altos vuelos.

Oriunda de Tonalá Chiapas, esta joven pesista inició su carrera como atleta, participó incluso en dos olimpiadas nacionales en ese deporte aunque sin éxito; a los catorce años, un entrenador la invitó a practicar levantamiento de pesas, tienes talento, le dijo.

Aremi hoy tiene 28. La mitad de su vida dedicada a su deporte: lesiones en rodillas, codos, espalda; dietas rigurosas, la decisión necesaria de irse al otro extremo del país, a Baja California para contar con apoyos que en Chiapas no obtuvo y entrenarse mejor. Catorce años de sacrificio. Eso cuesta una medalla olímpica.

Oximoronas. Reino Unido y EEUU inventan mecanismos para incentivar la vacuna entre millones de ciudadanos escépticos. Biden cabildea su propuesta para otorgar cien dólares a cambio de inocularse y en Inglaterra ofrecen pizza y viajes de taxi gratis. Lo dicho, esta especie inteligente que somos genera espeluznantes mecanismos de selección natural.

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