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Pepitas de oro

Pepitas de oro
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Rodrigo Ramón Aquino

¿Para qué hablar del guayacán que guarda la fatiga?

¿O del tambor de cedro donde el hachero toca?

¿A qué nombrar la espuma en la boca del Río Lacanjá?

Espejo de las hojas, cuna de los lagartos, fuente de macabiles con ojos asombrados…

Me sé de memoria estos versos.
Son para mí, pepitas de oro.
Son de mi poeta favorito.
De mi poeta favorito y de muy querido amigo, también.

Debo confesarles, y quizá en ello he sido ventajoso, que muchas veces estas pepitas de oro me han servido para enamorar gente.

Enamorar gente en el buen sentido, para agradar, para romper el hielo social.

Y enamorar gente en el mal sentido, para simple y llanamente perseguir ninfas en el bosque.

También me han servido como carta de presentación.

He visto la maravilla que estos versos despiertan en la gente que no es de Chiapas.

Y aunque nadie me lo pidió, ya tengo un buen rato de embajador de estas palabras que se encienden para caminar de noche.

Así que, en esas ocasiones especiales, cuando la situación estratégica se presenta, suelto el juego de artificios, muestro mis colores, y, en ese selecto repertorio, muy destacados y muy queridos, se encuentran estos queridos versos.

A nuestro querido y admirado poeta Efraín Bartolomé y a su luminosa esposa Guadalupe Belmontes los conocí hace ya mucho ayeres.

Me acuerdo que fue en la sala que lleva su nombre en el Foro Descartes, en la presentación conmemorativa de Ojo de Jaguar por sus 25 años. Era yo, entonces, un entelerido reportero cultural de un periódico que en 2007 fundamos junto mi amigo, colega y maestro, acá presente, José Juan Balcázar.

Tiempo después, la genuina admiración y la buena estrella me permitieron asistir como auxiliar de investigación a otro muy querido y admirado maestro, para mí el mejor narrador de Chiapas, aquí presente también: Héctor Cortés Mandujano, que había emprendido la titánica labor de contar la vida y la obra del protagonista de esta noche.

Anduvimos de pata de chucho por el estado indagando, fuimos a la casa paterna en Ocosingo, a las estancias de estudiante en San Cristóbal, a la fotos, los documentos y la memoria viva. De este esfuerzo, Héctor nos presentó En el vientre del atanor, vida y obra de Efraín Bartolomé, tomo 1. Así fue como también conocí al ser humano: al niño inteligente, sensible, gracioso, de mirada felina, que pervive bajo esa espesa barba blanca.

Y teniendo juntos a Efraín, Pillita y Héctor, la presentación del libro no podía ser ordinaria, se armaron todo un performance, una puesta en escena, una obra para salir de gira. Y ahí voy yo otra vez de salido y les digo vamos a presentarlo a Tuxtla Chico, la tierra de Dios, ese pueblito con crepúsculos arrebolados. Y que me hacen caso y allá vamos.

Fue todo un éxito y para mí una enorme satisfacción llevar algo bonito, bien hecho, a mi pueblo, a la casa de la cultura que mi padre fundó, y poder presentarle a mi madre a mi poeta favorito. Ella guarda con mucho amor su ejemplar de Partes un verso a la mitad y sangre, que generosamente Efraín le dedicó.

Cómo no estar contentos esta noche, si estamos celebrando la vida y la obra del poeta vivo más importante de Chiapas. Este año Efraín Bartolomé cumple 75 años. Y es nuestro deber, como comunidad, como sociedad que aspira a ser mejor, homenajearlo y presentar su obra a las nuevas generaciones. Hay que gestionar reediciones de joyas que ya no se encuentran en las librerías. Hay que otorgarle el Honoris Causa y hay que ponerle su nombre a La Higuera de la Unach. En fin, nos pongamos creativos.

Con el tiempo he aprendido que no a cualquier texto bonito u ocurrente se le llama poesía, que uno puede incluso llegar a temblar ante el gran poema. Lo mismo pasa con el título de poeta, no es algo que se halle bajo las piedras o uno se dé a sí mismo, es un título por aclamación. Y hoy aquí, en la inauguración formal de Café Totico, todos te aclamamos, querido poeta. Que esta noche un ojo de jaguar dé certero con la imagen.

Señoras y señores,

Quedan con ustedes: Efraín Bartolomé y Guadalupe Belmontes Bienvenidos al Corte de Café.

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