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¡Ok, mister! / La Feria

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Sr. López

Siendo este su texto servidor apenas niño, presenció un evento inolvidable: el velorio de tío Alfredo en Gayosso (Sullivan, no había otro), cuya protagonista fue la viuda, tía Amelia, mujer de pelo en pecho que quedó con 12 hijos (marimba de 13 a dos años), quien ya con la sala llena, se paró junto al ataúd y pidió a todos su atención: -Les agradezco que me den el pésame y su apoyo moral, pero lo que me hace falta es dinero para pagar esto… así que le van poniendo o se van largando –le pusieron.

 

Ayer, la Secretaría de Educación Pública anunció que ya instaló 11 módulos de atención en la frontera y en el Aeropuerto de la CdMx, para apoyar a los “dreamers” que deporten de los EUA; que “implementará” un programa para enseñarles español; y que modificará el Programa Nacional de Becas. Todo en tiempo futuro de político, o sea, de no se sabe cuándo.

 

Antes de comentar algo de tan galano anuncio, es menester un breve antecedente que permita medio entender por qué son así nuestros políticos. Agárrese:

 

En 1511 (diez años antes de la caída de la hoy CdMancera), naufragó un navío español por el rumbo de Jamaica y llegaron a la costa de Yucatán, ocho turistas ibéricos (turismo de conquista, estaba de moda).

 

Cinco murieron. De los tres restantes, uno quedó tonto de un mazazo en la cabeza (se perdió su nombre); otro, Gonzalo Guerrero, era soldado y vistas las circunstancias (y las aborígenes), se puso simpático, adoptó sus costumbres, se tatuó todo el cuerpo como Mara de la época, se puso aretes, andaba de taparrabos y aportó no poco a la preservación de la especie (luego hizo capricho una hija del cacique y se lo quedó nomás para ella; algo ha de haber tenido don Gonzalo); el tercero, Jerónimo de Aguilar (diácono, no monje como dicen), se dedicó a estudiar el idioma maya, a rezar y nunca tomó mujer (en la tribu se murmuraba… puros chismes).

 

Hernán Cortés se los topó en 1519. Guerrero no quiso volver, para no pasar penas con los otros españoles (los aretes, de plano, no se los pensaba quitar) y porque estaba muy a gusto con la hija del cacique, nomás dedicado a cumplir el divino mandato de multiplicarse; el tonto ya había muerto y el diácono Aguilar se fue con don Hernán a hacer de intérprete entre él y la Malinche: ella traducía del náhuatl al maya y él, del maya al español… por eso salió fatal la mesa de negociación Cortés-Moctezuma (entre cosas que se le olvidaban o no entendía don Aguilar, más las cosas que se inventaría la Malinche para amarrar navajas, y todo rebozado en neologismos que fueron improvisando sobre la marcha, el asunto acabó en matazón).

  

Pero nuestro mestizaje no es  nada más eso, sino todo lo que salió del amistoso intercambio de fluidos corporales entre indios, europeos, asiáticos y africanos, que llegaron a estas tierras. Resultado: inventamos el mole (chiles ancho, mulato, pasilla, chipotle; plátano, pero-por-supuesto; y harto ingrediente más), símbolo culinario del combo genético que somos, sólo superados en “biodiversidad étnica” por China e India (dice la Wiki, vaya usted a saber…)

 

Lo cierto es que hablamos español (… bueno, nuestro español), que  somos católicos (católicos sociales, así como hay bebedores sociales, de vez en cuando -en fiestas, bautizos, bodas-, y no a perderse), y que no cualquiera nos entiende, porque en esta risueña tierra pensamos una cosa, decimos otra y hacemos lo que sea (en México y tal vez sólo acá, es de la más mala educación decir lo que se piensa; y hacer lo que se dice, tal como se dice, es ingenuidad y a veces ofensa).

 

Así, sumando al “tutti fruti” biológico del que estamos hechos, nuestro modo de hablar y actuar, ya puede usted empezar a ser tolerante con los discursos que pronuncian tan serios, no todos pero sí muchos de nuestros políticos; a comprender la retórica de taco de canasta que usan (simple y tibia); la verborrea que usan para informar acerca de sus intenciones (si están en campaña);  las elaboradas mentiras con que refieren sus hechos (si detentan un cargo); y de remate su hilarante visión de ellos mismos ante la historia cuando sienten que ya tienen en la mano el pase de abordar rumbo a la otra vida, y les da por dictar sus memorias para Ediciones Pinocho.

 

Quienes no tienen que esperar la cercanía de la tumba para ponerse trágicos, son los presidentes de la república, porque a esos se les acaba la chamba y ¡tan tan!,  por más que vivan, son nada, caso terrible por obra y gracia de Santa Anna, Juárez y Porfirio Díaz, que nos dejaron con la tara perpetua de prohibir hasta el final de los tiempos que ningún Presidente repita en el cargo, así sea el mismísimo Jesucristo: seis años y a la calle. Y más empeora la cosa porque supuestamente, el resto de su vida tienen que estarse callados la boca (¡hágame el favor! precisamente ellos que a la lengua deben todo).

 

Por eso es el activismo de ratón histérico en que incurren nuestros presidentes, con giras a lo puro tarugo y discursos a la menor provocación. Por eso mismo, imaginan que los esperan cargos de relevancia mundial o fundan instituciones para ser presidentes de algo, como Echeverría y su Universidad del Tercer Mundo, Fox y su impúdico Centro Fox; y también por eso pagan las campañas propagandísticas de auto alabanza (entre más desvergonzadas, mejor), porque necesitan recargar el ego cuanto sea posible para sobrevivir al ostracismo político en que deberán hibernar el resto de su vida.

 

Dicho lo cual, va el breve comentario prometido al anuncio de ayer de la SEP:

 

El Nuño Artillero quiere pasar de minúsculo secretario de Educación a Presidente de la república. Siente que ya casi amarra la candidatura (y a lo mejor se le hace), por lo que va a todas y ahora está listo para apoyar a 600 mil “dreamers”… a todo dar.

 

Nada más olvida que acá también hay “dreamers”, soñadores que quisieran tener, antes que reforma educativa, escuela con baño (de las 207,682 que hay, el 48% no tienen drenaje, el 31% no tienen agua)… pero les van a enseñar español a los “dreamers”. ¡Ok, mister!

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