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Democracia sin demócratas / La Feria

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Sr. López

 

Escribió este menda el 28 de febrero de 2012, que nuestro país es raro:

 

Conquistado por tlaxcaltecas en favor de los españoles, independizado por españoles, para los yanquis. Tradicionalista con cada vez menos costumbres propias; guadalupano más que católico; campesino sin producción agrícola; industrioso con muy poca industria; con más mar patrimonial que tierra firme, pero el último que comía pescado diario fue Moctezuma, y tener petróleo en nuestro caso, es un problema.

 

No es así el país porque así sean los cerros; somos nosotros, singular raza mestiza, indigenista a ultranza, pero decir “indio” a alguien es insulto y serlo, desgracia; amables pero albureros; entrones pero dejados; ofrecidos pero informales; humildes pero alzados; acomplejados pero soberbios; bravos pero llorones; desconfiados como novicia entre sargentos pero cada seis años, masivamente cándidos.

 

Veneramos la virginidad pero las que portan himen caen gordas, y al mismo tiempo decirle señora a una mujer de la que no conste su estado civil de casada, es una gran majadería y viudas, divorciadas y hasta abuelas varias veces, si están de buen ver, son señoritas.  

 

En el concierto de las naciones nos ven como a un pez que se broncea en la playa y nosotros tan frescos.

 

Patriotas sin que nos importe un pito el país; orgullosos de nuestra identidad aún por determinar; nos comunicamos con poco más de 100 palabras en español, majaderías incluidas, y cada vez con más neologismos importados de los EUA: jotkeiks, nocaut, penjaus, bay, reiting, set, jotdog, cácher, shampú (los nacos dicen ‘champú’ para pedir chance y nada más en España dicen champú, pronunciando la ch como en chancla, para referirse al shampú, pero también son nacos), guei (al “gay”), jonrón, oquey, beibishágüer, raund, pants, caset, valetparquing, mánayer (no el castizo mánager, pronunciando la g como jota, ¡coño!), barman, kingsais, kuinsais, jalogüín y muchos más. Ya decimos asumir por suponer, aplicar por postular, in por estar a la moda, aut por vestir fatal y hasta hay exquisitos que ya usan Beiying, imitando la pronunciación inglesa de “Beijing”, siendo que en español se dice Pekín desde el siglo XVI. ¡Ah! y la gente nais ve el superbóul… pero, escondido en el clóset muchos tienen un sombrero de palma que en pintura roja reza: “Viva México Cab…” para ratificar su patriotismo de ocasión.   

 

Sabemos que los gobernantes nos mienten y los gobernantes saben que les mentimos, pero cuando se exhibe una chapuza de funcionario, se arma escándalo como si nos hubieran robado la inocencia; y siendo delito no conducirse con verdad ante la autoridad, hacerlo es universalmente considerado una reverenda estupidez; mentir a la autoridad a nadie roba el sueño; decirle la verdad es asegurar fama hasta la muerte, de algo que rima con azulejo y aparejo: el peor baldón social.

 

Somos una de las sociedades más violentas de occidente y vivimos capoteando adversidades, pero al contestar el teléfono seguimos diciendo “bueno”; y si le preguntan al saludar: -¿Cómo estás?; es obligatorio responder: -Muy bien, gracias –aunque venga de enterrar a su madre, se acabe de enterar que no tiene empleo o que la esposa le pone los cuernos con tarifa… y el aludido de turno, dirá siempre: -Bien también, gracias (y en caso extremo como en pleno velorio o a medio embargo, se puede decir: -Pues, aquí,  pasándola…).

 

Raro país, qué duda cabe. De nuestra historia sabemos menos que de los pecados de la abuela y de nuestros héroes, sabemos que Hidalgo era un cura calvito, greñudo de atrás, con estandarte; de Morelos que usaba pañolón en la cabeza; de Guerrero que se subía las solapas hasta los cachetes; de Juárez que era indio y andaba en carreta; de Zapata que usaba sombrerote y bigotazo; de Villa que era panzón y muy simpático; de Madero que era chaparrito, bueno y tonto; de Carranza que usaba barba y lentes redondos; de Cárdenas que es papá de Cárdenas (y que se disgustó con los gringos quién sabe por qué).

 

Nos molestan algunas cosas: la corrupción, por supuesto, pero el que desaprovecha una influencia para beneficiarse del gobierno, con contratos o pedidos chuecos, es un reverendo tarugo, burla de sus amigos; y peor todavía: el que agarra hueso y no se hace rico, es un mediocre irresponsable que no pensó en su familia, imbécil incorregible, nunca decente, en todo caso, cobarde. La política en general también nos molesta, por ser fuente única de nuestros males, pero basta estar a menos de tres metros de un político para admirarlo y presumir de su amistad. Nos molestan los sindicatos pero sin dejar por eso la plaza de aviador que es una entradita extra. Y por encima de todo nos molestan los impuestos, tanto, que nos los robamos para que no nos los roben.

 

No nos molestan los ricos por mucho que lo sean ni por mal habida que sea su riqueza, y en general la gente babea las páginas de las revistas en que nos exhiben sus excesos, sabedores de la reverencia que en el país hay por el dinero. Tampoco  nos molestan los pobres, por muy pobres que sean, que basta con no verlos a los ojos y si Televisa aprieta… con donar al Teletón.

 

Por como somos es que esto no revienta.

 

¡Ah! y estamos convencidos de que amamos la democracia -sin haber tenido el gusto-; gastamos millonadas para cuidarla, la tenemos abandonada y el sueño colectivo es tener un Presidente con las mejores virtudes de Juárez (que se reelegía en la presidencia como pedir otro de maciza), con la firmeza de don Porfirio Díaz (que mandaba matar como quien cambia de canal en la tele), que traiga corto al Congreso y que los gobernadores le contesten “sí, patrón”… bueno: concedido.

 

Sí, la vida a veces juega bromas y concede caprichos: pregúntele a Zoé que subió para abajo; o a Lozoya, que le prohibieron trabajar en lo que no quiere trabajar; y sobre todo, observe el espanto de fifís y la alegría de chairos, con nuestro actual gobierno federal, imagen en alta definición de como realmente somos: una democracia sin demócratas.

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