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No apueste / LA FERIA

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Sr. López

En la persignada familia materno-toluqueña de este menda, mucho se temía la boca de tía Victoria por deslenguada, veraz y bien informada (sabía todo de todos), pero, eso sí, no abría la boca si no la toreaban como el día que alguien exclamó “¡a quién habrá salido Pepe!”, el más impresentable primo que tenerse pueda, que a ella le caía muy bien, por lo que emprendió su defensa: -Pues creo que a tío Anselmo que vivió más tiempo preso que libre y al abuelo Ricardo que fue tahúr, y den gracias a Dios que no salió a Bernardo que era un jotazo (así dijo, eran otros tiempos) –y casi a coro los circunstantes le dijeron que así lo dejara, que estaba bien y que Pepe era un encanto. ¡Ah, tía Victoria!

Si es usted de piel fina, mejor deje de leer, porque vamos a hablar de la trampa. El mero mole nacional.

Se oye feo pero es cierto. El que puede, evade impuestos; el que copiaba en la escuela, no se avergüenza; el que dice la verdad a la autoridad, para los demás es un tonto que rima con dejo; y el Reglamento de Tránsito son las normas que se obedecen si hay a la vista una patrulla, nada más. Sí, así somos. ¡Ah!, y odiamos a los políticos por corruptos hasta en tanto conseguimos un hueso, momento en el que pasamos a defensores del gobierno.

Si lo consuela, sepa que en el 2015, la prestigiada revista alemana Der Spiegel publicó un artículo titulado ‘Un país de tramposos’, aludiendo a la larga lista de trampas, cohechos y falsificaciones que en Alemania suceden desde sus empresas más afamadas como la Volkswagen (y su ‘software’ para vehículos a diesel que trampeaba la medición de sus emisiones tóxicas), y la Siemens, multada con mil millones de dólares por sus probados 400 sobornos en todo el mundo, pasando por ministros cuyas tesis doctorales fueron plagios, hasta el escándalo de Franz Beckenbauer que consiguió la sede del Campeonato Mundial de Futbol del 2006, sobornando a integrantes de la FIFA. Y no olvide que en 1949 se eligió a Bonn como capital de la Alemania del Oeste, sobre Fráncfort, repartiendo sobornos de 20 mil marcos por cabeza, entre los parlamentarios del Bundestag.

Si es usted del club de admiradores de los EUA, le cuento que ese país flota sobre una espesa nata de corrupción, empezando por la peculiaridad de tener estados como Dakota del Sur, Nevada, Delaware y otros, que son paraísos fiscales muy queridos por quienes hacen religión de la evasión de impuestos. Y siendo cierto que su independencia en parte fue porque estaban hartos de la corrupción de la corona británica, desde sus inicios la padecieron y no son pocos los presidentes que han tenido empapados en escándalos, sin necesidad de recordar el Watergate de Nixon y a su vicepresidente Spiro Agnew, encontrado culpable de defraudación fiscal, pasando por el extraño asesinato de Kennedy hasta llegar al Trump y su peculiar ética de baño de cantina de traileros. En todas partes de cuecen habas.

Nuestra pestífera tradición viene de la madre patria, España, que siglos van y siglos vienen, y nomás no encuentra la manera de gobernar sin trampas ni tramposos, que su pavorosa guerra civil (1936-1939), resultó del arribo al poder del Frente Popular, gracias al rosario de escándalos del gobierno del Partido Radical de Alejandro Lerroux. No es uno severo con España, es su realidad de siempre; si duda, vuelva a leerse ‘El Lazarillo de Tormes’, que nos relata el desfile de tramposos y corruptos de la España del XVI; o del XVII, la ‘Historia de la vida del Buscón’, de Francisco Quevedo (que negó siempre su autoría), un relato jocoso de trampas y malas acciones triunfantes; y no podía faltar Cervantes, don Miguel, que en ‘Rinconete y Cortadillo’, nos cuenta de la delincuencia organizada de la Sevilla del siglo XVII, cuyo capo era un tal Monipodio, amo de un mundo de ladrones, sinvergüenzas y malas mujeres (que ni son tan malas).

Para los que idealizan a Japón, se les recuerda la convivencia pacífica de sus autoridades con la temible mafia yakuza… desde el siglo XVII. La yakuza lo que no hace es fastidiar a la gente común pero se dedican al juego, la prostitución, drogas, lavado de dinero, tráfico ilegal de bienes inmobiliarios, corrupción bancaria y desde el fin de la Segunda Guerra Mundial y retirada de los EUA de su territorio, se dedican a la política, a corromper políticos y medrar con ellos. Una monada.

En la milenaria, sabia y poderosa China, la corrupción política y los políticos tramposos son una plaga con la que no pudieron los emperadores, Mao, ni nadie. La corrupción se castiga con pena de muerte que casi siempre se conmuta por prisión vitalicia. Xi Jingping ha emprendido una inmensa campaña contra los tramposos y corruptos que ha alcanzado a muchos miembros del Comité Central del Partido Comunista y al ejército que es un podridero, pero sus detractores alegan que no es cierto, que son purgas políticas para eternizarse en el cargo. Tramposo.

La idílica Cuba es un nido de corrupción que difícilmente podemos imaginar con el agravante de que por decreto anularon legalmente el derecho a la información. En Cuba los gobernantes son endémicamente tramposos e intocables, salvo cuando se malquistan con los jerarcas, pues entonces sí, hasta los fusilan. Herencia de Fidelito, ese inmenso tramposo. Pero le ganan Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua y Argentina, eso sí.

Todo esto para serenar los ánimos. No seamos tremendistas. El jaripeo de trampas, el carnaval de engaños, la tómbola de transas, intrigas y engaños de las no-campañas por la candidatura a la presidencia de la república que realizan tanto el partido oficial y sus rémoras, como los opositores, no nos debe robar el sueño. Es lo de siempre con la ventaja de que nuestras elecciones ya son efectivas hace mucho.

Se va a poner bueno, por un lado el Presidente queriendo resucitar las elecciones de tiempos del PRI imperial y por el otro, los opositores queriendo ganar pero desconfiando de ellos entre ellos; parece que juegan a perder para ganar perdiendo. Mejor no apueste.

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