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Nada para nadie / La Feria

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Sr. López

 

La suegra de este menda, texto servidor de usted, contaba sonriendo, que su abuelo paterno heredó todo a su esposa y ella a su vez, cuando ya era inminente su partida de este mundo, hizo lo mismo, heredó parejo a sus nueve hijos. Y era mucho -en tierras-, lo que les dejaba, pero la Revolución les quitó todo menos “la casa” de la familia en Morelia, Michoacán… pero, “”la casa” era una mansión colonial, en serio: dos manzanas completas en pleno centro, de dos pisos, con tres patios de cantera labrada y huerta, que con el paso de los decenios adquirió un valor pasadito de inmenso. Los nueve hermanos nunca se pusieron de acuerdo en qué hacer con la propiedad y de uno en uno, fueron pasando al definitivo estado de fiambres, heredando cada uno a sus respectivas esposas y ellas a su prole, todos, parejo (para no ser injustos). El caso es que cuando este menda ya fungía de yerno de la señorona (para que se la imagine: le decían “la zarina”, por su impactante presencia… y más buena que el pan), era propietaria de la séptima parte de un 36avo de la colonial y ya escandalosamente valiosa “casa”. Uno de sus primos, promovió con afamada cadena de restaurantes (Sanborn’s), la venta de la propiedad y se dio a la tarea de conseguir localizar a cada uno de los casi 94 copropietarios (al tiempo que gastó lo que no se imagina en avalúos, estudios, permisos, licencias, autorización de Antropología e Historia y algunos pocos requisitos más de nuestra laberíntica burocracia). Milagrosamente, localizó a los 94, algunos habían muerto, repitiendo el numerito de “heredar” a sus hijos, parejito, pero también los localizó. Pagó viajes a algunos que vivían fuera del país, coordinó agenda de Notario y parentela, llegó el día, se empezaron a juntar… y faltó uno. No se podía firmar la compra-venta. La opción era empezar un juicio, cosa a la que se opuso la mayoría porque “esas cosas eran de pelados”: a la buena o nada. Bueno, pues nada. Luego la expropió el gobierno y tan tan. Nada para nadie.

 

Sin mala intención ni ánimo de ganar diploma de Fifí (ni mucho menos, Frufrú), se pregunta el del teclado: ¿cómo va a hacer la 4T para conciliar tantos intereses y diferentes grupos que integran ese movimiento? (que ya será partido); ¿cómo va hacer el gobierno que encabezan, para darle gusto a todo el pueblo bueno?…

 

Son tantos proyectos, intenciones y deseos los que plantea el gobierno federal actual, que parece imposible (porque es imposible), hacer todo realidad. Por supuesto lo de menos son los inversionistas, los industriales y los capitalistas (¡fuchi!), esos aguantan y apechugan (tienen con qué, aunque el país crezca despacito… ya estamos acostumbrados). No, no roban el sueño a lo que queda de este López, esos sectores… lo preocupante son los indígenas, los obreros, los maestros y chairos misceláneos (quienes a reserva del dictamen y clasificación entomológica adecuados, son los fanáticos seguidores de nuestro Presidente y su movimiento, clase urbana de medio pelo para abajo, apasionados y algunos, violentos, con o sin razón).

 

Algo debe tener en remojo el equipo de trabajo de nuestro Presidente, porque sería infantil pensar que no escuchan los tambores de guerra. Los indígenas y sus líderes visibles, se oponen a todos los megaproyectos federales; los obreros y maestros (por lo pronto los de la CNTE), están afilando charrascas, porque empiezan a sospechar que les están haciendo de chivo los tamales; y la población chaira… es móvil, como pluma al viento (no sería la primera vez que viéramos en este nuestro risueño país, la caída de un héroe, que pasa a villano de la noche a la mañana, cosas de nosotros los del peladaje, es nuestro modo… ¿y qué?).

 

En cuestiones de gobierno, no se puede ni pretender quedar bien con todo mundo, por eso las promesas deben ser moderadas y los compromisos, prudentes. Ya es tarde: se ha prometido todo a todos y se insiste en que se cumplirá a rajatabla y porque se cansa el ganso.

 

Se agrava mucho la situación por la presencia innegable de algunos “asesores” extranjeros que saben mucho de su materia: agitar, construir estructuras sociales fundamentalistas y si hace falta, violentas. Son individuos bien identificados, todos inteligentes, preparados, buenos para el debate y convencidos de que la mejor manera de construir países es con cartuchos de dinamita: deshacer todo y si hace falta, pedir lo imposible (“seamos realistas, pidamos lo imposible”, decían en Francia algunos agitadores de este estilo allá en el lejano año 68 del siglo pasado).

 

Esos asesores, bien financiados, no vienen creyendo que don Andrés Manuel López Obrador es eterno, ni creyendo que Morena es la panacea que resolverá todos los problemas de este nuestro México. Obedecen a intereses muy bien definidos, contrarios a los intereses del gran capital global (con razón o sin ella, eso es otro tema). Y esos asesores nos pueden dejar bien enquistados dentro del país a grupos organizados de fanatizados y extremistas, con los que tendremos que lidiar años y hasta décadas.

 

Nuestro Presidente no puede estar en todo, aunque haga la lucha. Es responsabilidad directa en primer lugar, de la señora secretaria de Gobernación, doña Olga Sánchez, informarle y actuar. Informarle la verdad y actuar de verdad.

 

No hay ningún indicador que permita ser optimista sobre tanta promesa a todo mundo y eso es el mero mole de ese tipo de asesores: el desorden social, el malestar generalizado y su conducción contra sectores predefinidos como “enemigos” del pueblo.

 

Con la pena pero pronto será tiempo de empezar a recoger los trapos (las velas, pues). Se agotará el recetario de excusas y se desgastará la lista de “culpables” del tiradero. Ya se sabe todo eso y la gente ahora espera resultados. Y nada permite suponer que den ese golpe de timón y, otra vez, otro sexenio: nada para nadie.

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