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José Antonio Alfonzo Pulido

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Antonio Alfonzo, nacido en Comitán de Domínguez, Chiapas, dota a las sensaciones de una carismática sensación de tristeza y nostalgia que alimenta las podredumbres del placer mundano. Eucarística dosis de innecesaria lectura.


 

 

            Insomnio

            I

Sentado
al borde de percusiones
a un lado de la calle
entre cuatro esquinas
de polvo
y telarañas
siento la basura encima
rodeando la música
de estruendos
vanos recuerdos
felices
fugaces
ilusorios
de lágrimas
y sonrisas
luces tenues
a la luz
de la gotera
en el lavabo.

¿De dónde salen las arañas
que tejen su hogar
en mis sábanas?

¿Cuántos vagabundos mueren
en este verso?

Cacareo en un cascabel
que reafirma la memoria
en un susurro
externo
se escucha desde mi posición
dando brincos
dando tumbos
en mis oídos.

¿Cómo distinguir las sombras
del recuerdo
en el pasado
de la banqueta
frente a la ventana?
¿Por qué recordarte
en la frágil escalera
que brincamos en verso
sin tantear el pulso de
las pisadas?

Si el descanso
que está
a doce escalones
de distancia
no nos bastó
para dormir
juntos esta noche

¿A dónde se fue el vacío?

¿Dónde quedó la memoria de la luna
que alumbraba nuestras miradas
a mitad de la calle?

¿En qué momento los tangos
se volvieron estruendos?

¿En qué momento la poesía
se volvió tormenta?

¿En qué momento el jazz
desapareció en la noche?

¿De dónde han salido
las divagaciones que me llevan
a un recuerdo cadavérico?

Dejo el teclado
y doy un sorbo
en Mi Menor.

            II

Suena la escoba
en la calle

                       Y divago.

Vuela el murciélago
sobre el tejado del vecino

                       Y divago.

Suenan los golpes ebrios
de los tristes en la calle
a mujeres inocentes

                       Y divago.

Los gritos de esquina a esquina
¡Auxilio!
¡Auxilio!

Y el sueño se aleja de nuevo
dejando en la memoria
la ironía de un pasado
increíble
de golpes y chantajes
a un hombre con miedo
y lágrimas.

Y las calles se llenan de gritos
pidiendo la muerte de algunos
mutilación de otros
mientras los pocos
escondidos
sin alzar la voz
lloramos el pasado
frente a crueles incrédulos
incrédulas
incrédulxs
incrédul@s
incrédul*s.

Suelto el teclado
doy un grito

                       Y divago.

            III

¿Cómo llego al punto del recuerdo
innecesario?

¿Es posible que el mundo gire
alrededor del lector?

¿Que pueda tomar la última línea
de esta insinuación
al sueño
y pervierta lo que pueda suceder
en las siguientes situaciones?

¿Ayudarme a descansar?

¿A dejar de pensar en el mundo
para poder enfocarme
en sobrevivir con doscientos pesos
para cinco días?

¿Podrá el lector arrullar estas ideas en su propia mente?

Lo digo en serio.

Se vuelve imposible el sueño
rodeado de recuerdos
“obligaciones”
y una vida que llevar a cabo.

¡Auxilio!
¡Auxilio!

Grito de esquina a esquina
por los golpes de reproche
de un lector indiferente.

Suelto el teclado
doy un trago amargo
en tono azul.

            IV

De esta manera
me despido de Dios.

Me despido de las líneas
que cayeron
sin querer
en el fondo de una libreta.

Simples rumores
que mantienen
la mente activa
sin otredad.

Ansiedad que llega
en taquicardias
pulsos nerviosos que explotan
y no dejan las llagas del pasado.

Como si hubiera
sido necesario leer quejas
escribir quejas
darles importancia.

Como si el sueño fuera a llegar
con la imprudencia.

Como la necesidad
de engañar musas
dándoles poesía con el dedo.

Como la pobreza
que no se apiada
de un blues
a las cuatro de la mañana.

Como la luz
que se va
dejándome incapacitado
a seguir escribiendo
divagando.

Me despido
desde la trampa
que son mis sábanas
de una araña
llamada soledad.

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