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Galimatías / Frontera

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Ernesto Gómez Pananá

Desde finales del siglo pasado, Europa concretó un largo proceso de integración económica, jurídica y política en lo que se conoce como Unión Europea. Un conjunto de naciones soberanas integradas a un aparato supranacional que regula moneda, comercio, combate a la delincuencia y tránsito de ciudadanos entre sus fronteras. Europa, en un ciclo natural, humano y permanente, volvió a los orígenes en los que era un único territorio dividido en una enormidad de pequeños territorios. Hoy, no exenta de complejidades, Europa convive y sus habitantes además de asumirse como franceses, lituanos o portugueses, se reconocen también como europeos libres de transitar por aquel continente con un pasaporte común en derechos para toda su ciudadanía.

Traigo esto a cuento por el tsunami que ya nos está alcanzando -particularmente aquí- en la frontera sur.

No soy ni pretendo pasar por experto en el tema -Galimatías es un espacio de opinión, no de academia- pero resulta evidente que entre la presión centroamericana por pasar al norte y la resistencia del norte y las ocurrencias de Trump el reto se vislumbra profundo, de largo plazo, paradigmático.

Los EEUU inician pasado el Río Bravo, al menos en su trazo actual. No olvidemos que en el siglo XVIII Texas y California también eran parte de México.

Del otro lado, México empezaba a formarse como nación hace 200 años y mientras, Chiapas era todavía parte de la Capitanía General de Guatemala. La ironía es pues, que la ni la frontera del norte ni la del sur, eran las mismas ni quienes están hoy de un lado o del otro eran los mismos entonces. Aquí un primer nudo.

Hoy, la forma en la que personas de Centroamérica buscan alcanzar al norte ya no es igual que hace 10 años, ni tampoco ya son solamente población de Centroamérica.

Hoy, la ruta preferida ya no va encima de La Bestia -el tren de carga-, hoy, la ruta se hace en caravana, eventualmente a pie y con la certeza de que al llegar al otro lado del país el cruce será muchísimo más complejo que nunca antes en la historia. Y aquí el otro nudo, porque miles, decenas de miles, no podrán pasar al país del norte, y se quedarán en México y transformarán nuestro entorno.

Más allá de reacciones básicas-chovinistas-clasistoides, la realidad es esta, ya está aquí y necesitamos prepararnos para ella:

Todos somos de un modo o de otro, migrantes. Tenemos genética maya, azteca, española, africana, británica, china o alemana.

Como sociedad, conviene tal vez acostumbrarnos a la presencia de acentos, de comida, de costumbres y colores de piel poco conocidos y -peor aún- poco aceptados. Están aquí para quedarse.

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