Ernesto Gómez Panana
Para Intersticios.
Mañana lunes se cumple un año de que la izquierda partidista arrasara en las elecciones presidenciales y en prácticamente todo lo demás que estuvo en juego en las urnas en nuestro país.
Anunciado el triunfo de López Obrador, se desató una serie de cambios -transformaciones- frenéticos y abundantes en casi cualquier plano de nuestra realidad política, gubernamental, incluso social. Identifico centralmente cuatro: Las instituciones, las formas, las y los actores y el futuro. Me explico:
Las instituciones. Pasada la euforia ante el anhelo finalmente alcanzado, se anunciaron ajustes al andamiaje gubernamental:
Entre lo más destacado, reaparecía la Secretaría de Seguridad Pública, desaparecía la Secretaría de Desarrollo Social para dar paso a la Secretaría del Bienestar; se anunciaba la reforma de Diconsa y Liconsa para fusionarlos en Segalmex. Se anunció también que prácticamente todas las dependencias federales se mudarían al interior del país. Hasta aquí son solo ajustes de ingeniería del aparato administrativo y de etiquetas personales. Todos los presidentes lo han hecho.
La mudanza a provincia si bien no se ha cancelado, va lenta y pareciera que la realidad indica que tal propuesta es de difícil instrumentación, implica costos de mudanza e instalación pero además, negociación con sindicatos para mover al personal fuera de la Ciudad de México. Se antoja loable pero operativamente costoso y complicado. Aquí, la transformación se ha logrado parcialmente
Las formas. Aquí el primer elemento es justamente el de usar el largo periodo de transición para -de facto- convertirse en presidente y ejercer el poder por encima del entonces todavía presidente en funciones, anunciando futuras acciones, actores designados, opinando y decidiendo. El periodo entre el 2 de julio y el minuto uno del primero de diciembre fue una especie de huracán: se anunció la venta del TP-01, se vendieron las camionetas blindadas y Los Pinos ya no es más la residencia presidencial. Se convoca a la prensa diariamente, a una conferencia de prensa que es a la vez homilia, clase de historia y reporte macroeconómico. Igualmente tenemos un presidente con una fuerte tendencia vertical -un presidencialismo renovado y recargado- que opina y determina prácticamente de todo y un gabinete disciplinado que asume a cabalidad pero al que le vendría bien -tal vez- un mayor margen de acción autónoma. Aquí la transformación es de fondo. De un lado ciertamente para bien, de otro puede que no tanto.
Las actrices y los actores. Caras nuevas, nuevos nombres y nuevos grupos. Ya no son los mismos de antes, ahora son otros, aunque algunos -muchas más de lo deseable- con los vicios de los de antes, y también se cuelan otros -también muchos- cuyo pragmatismo hoy se pinta de guinda para seguir viviendo del poder. Esta es posiblemente la transformación más limitada.
El futuro. Los tres conceptos previos, instituciones, formas y protagonistas, forman un coctel cuyo objetivo principal es escribir un nuevo tomo de la historia nacional. El tiempo pasa pronto y ha transcurrido ya un año. El país vive -lo he mencionado reiteradamente- momentos inéditos y el resultado final lo es igualmente:
Las primeras tres transformaciones -instituciones, modos y protagonistas- ya se ven. Queda constatar -al tiempo- las características que tendrá la cuarta transformación, es decir, cómo impactará en el futuro. En política, como en casi todo en la vida, no hay inmaculados ni apuestas sin costo de por medio. Que esta sea para ganar.
Oximoronas. Viernes de Marcha por el orgullo y la diversidad en Tuxtla. La 2a más grande en la historia: alegra saber que, en medio de tantas complicaciones, esta ciudad se abre gradualmente. Presente tan solo una diputada local. Tendrían -digo yo que no soy nadie- que haber estado más, los restantes 39, la causa lo amerita.
