Sr. López
Se supone que cualquier columnista que se respete, debe escribir en este día alguna sesuda reflexión sobre el año que termina y con un poquito de suerte, encontrar la manera de escapar de los lugares comunes y atrapar la atención de algún lector despistado. Pero hoy es más bien día de ultimar preparativos etílico gastronómicos y no de andar hurgando en la prensa para terminar el mero día a las doce de la noche, con la cabeza entre dos almohadas, acompañado por un frasco de su somnífero predilecto. También es recomendable dar a la nota un toque de moderado optimismo y a pesar de los pesares, desear a todos un feliz año nuevo.
Pues sí, pero este texto servidor de ustedes, desde niño vivió la versión esquizofrénica de las fiestas de fin de año de la familia: por un lado, el equipo de los optimistas incorregibles (la parte con capacidades diferentes), a cuyo frente estaba como líder indiscutido de la alegría “a fortiori”, el tío Agustín, cada año más fregado y cada año más entusiasta, atragantándose con las “tradicionales” doce uvas para -acto seguido-, abrazar a cada uno de los presentes asegurándole “un magnífico año”. El otro sector era el de los realistas racionales, que celebraban la reunión familiar, con gusto, sí, pero a la hora de que empezaba el reparto abrazos y palmadas en la espalda, correspondían sin perder la compostura, sabedores de que al día siguiente continuaría la vida por su vereda acostumbrada, y si era domingo, seguía lunes, no el inicio de una Era Dorada.
En fin, como sea, este último día hábil del año, se le desea sinceramente que tenga usted un 2023 próspero y feliz, rebosando salud, listo para seguir disfrutando del espectáculo a ratos jocoso, trágico las más de las veces, cómico siempre, con que nos obsequia nuestro gobierno cuatrotero.
Es recomendable no ponerse serio; ármese de una dotación de sano optimismo cínico; no se tome las cosas a la tremenda, no van a cambiar. Usted siga remando en su lancha y ríase de ellos, los transformadores nacionales que celebran sus logros y avances cuando solo dan vueltas como en la noria el asno, reciclando el mismo discurso de siempre, repitiendo promesas de campaña ya en pleno quinto año de gobierno, penúltimo de su periodo, que resultó ser el periodo de La Patria, señora con desórdenes de matronas que es de mal gusto comentar.
Como será un año electoralmente muy movido, se recomienda a la clase política que está en su turno al bat, refresque su catálogo de estrategias (mañas). Ideas hay muchas, pero para que no se compliquen, podrían empezar copiando a las aeromozas de Mexicana de Aviación que en 2011 sacaron su sexy calendario. Sería un trallazo un calendario político oficial 2023, coqueto, casi atrevido. Van sugerencias para unos meses, no todos, que ya es mucha ayuda:
Enero, para empezar bien, posando como para foto de Secundaria, La Familia Feliz, todo el gabinete y algunos personajes invitados (no, don Pío, no), con la dicente secretaria de Seguridad y Protección Ciudadana, la periodista Rosa Icela Rodríguez, de amplia trayectoria en Televisa Radio, El Universal, La Afición y La Jornada, poniéndole cuernos a don Gertz, fiscal General de la República, como detalle simpático; y hasta enfrente al lado de Andrés Manuel López Obrador, el general Sandoval, secretario de la Defensa Nacional, de perfil, recargando ambas manos en el hombro del Presidente, viéndolo fijo y alzando una patita, pa’que quede claro que es cariño verdá’.
Febrero, mes del amor y la amistad, podría ser una foto de doña Claudita, la Corcholata del Año y Marcelo Ebrard; de perfil ella, luciendo su cola de caballo (por aquello de la mercadotecnia) y él, sentado atrasito de ella, para mandar mensaje subliminal, no es ni será Corcholata destapada, que el Destapador en caso de apuro monta a su ‘hermano’, Adán Augusto que también es López y encima, tabasqueño.
Marzo y abril, para dejar muy claro que los abrazos nacionales se han cubierto de gloria, bonito mosaico de fotos de Guanajuato, Baja California, Estado de México, Michoacán, Jalisco, Sinaloa, Chihuahua y Zacatecas, con gente en trajes regionales, haciendo muy sonrientes la “V” de la victoria. Si para las fotos se dificulta esconder cadáveres, en la Secretaría de Turismo deben quedar fotos promocionales de cuando eran lugares habitables y habitados… y si no hay gente, se renta, faltaba más (nomás recuerde la contra megamarcha presidencial, ¡sí se puede!).
Mayo, el mes del amor a la madrecita mexicana. No hay duda: la foto de ya sabe quién saludando a la mamá de también ya sabe quién, para amacizar la estrategia de pacificación del país.
Junio es el mes en que se celebrarán elecciones en el Estado de México y Coahuila, también está fácil: foto de Alito con un clavel reventón en la boca, con su vestido típico campechano (no olvidar las chanclas negras de punta), haciendo un requiebro a Mario Delgado, el presidente de Morena con traje guinda, camisa guinda, corbata guinda, zapatos guinda, con la actitud del Pichi, el Chulo que castiga. Bueno, es una idea.
Ahí se las ingenian con julio y agosto. Septiembre es muy fácil: fiestas patrias. Y como nadie sabe qué clima haya en 2024, para el año que viene, se sugiere muy sinceramente, una imagen del Padre de la Patria, pero con la cara de… sí, adivinó, del residente de Palacio.
Para octubre, háganse bolas. Pero noviembre, mes de difuntos, se resuelve con una estampa inspirada en las calacas de Posadas: por un lado, un altarcito que diga: Abrazos no balazos; en el opuesto otro, pero grandote, que diga “140 mil y contando”; y al centro una escultura de la Santa Muerte con la cara de López Gatell.
Y ya ve, se nos acabó el próximo año; por cierto, para diciembre la ilustración debe ser un muy mexicano nacimiento: el Niño Dios con alguna foto del señor Presidente bebé, encueradito de preferencia; la Virgen, su señora esposa; San José, el Jefe Diego (¡que no se rasure!); y pastorcitos, bueyes, mulas y borregos, les sobran.