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Padrotes de la patria / La Feria

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Sr. López 

Tío Ramiro era toluqueño, del lado materno y macho como de película en blanco y negro. Su hija única era la niña de sus ojos y ya en edad de merecer (se solicita información), la celaba exageradamente. Pero la vida da sorpresas y la nena de repente informó que tenía novio -sin permiso- y se quería casar -con y sin permiso-, con el agravante de que el elegido era el más afamado gañán del barrio, un Juan Charrasqueado al que sacaban la vuelta hasta los policías. Tío Ramiro, después de varios pleitazos épicos con su nena, dijo a tía Magda su esposa, que la única solución era que la llevara con el médico para que le enseñara a no embarazarse y que se fuera a vivir con el tipo ese, sin boda: -Que se dé el gusto, ya volverá, pronto, pero que no regrese con hijo ni queme el cartucho de la boda por la iglesia –y sí, Magda Chica se casó después en México, de blanco por supuesto. Todos contentos. 

Hay circunstancias en la vida en que no queda más que aceptar lo irremediable y enfrentarlo de la mejor manera. Sí, se dice ‘ni modo’ y ni modo. 

Sería fatídico que el actual Presidente de NUESTRO país no terminara su periodo constitucional al frente del Ejecutivo. Lo mejor o menos malo, es que llegue al 1 de octubre de 2024 y entregue el poder a su sucesora (o sucesor). A nosotros los gallardos integrantes del peladaje nacional, nos toca capear el temporal porque no se necesita ser clarividente para imaginar cómo va a comportarse de aquí a su último día en el poder: igual… o sea, mal. 

Conviene reflexionar en qué sucedería si no gana Morena las elecciones del 2024. Sí. Es posible. Y lo es por varios motivos: primero, porque es previsible que la situación económica ese año sea un desastre (y la panza manda); segundo, porque Morena no va a cuajar como partido y sus pleitos internos los debilitarán, mucho; tercero, porque la oposición sí tiene posibles candidatos de primera calidad (e incluso puede postular a algún hoy morenista, jalando una parte de Morena); y cuarto, por la empecinada terquedad del Presidente en imponer como su sucesora a doña Claudita, que es anticlimática y pone a dormitar a la más enardecida masa. 

Como sea, es lo más probable que el Presidente consiga ganar las elecciones del 2024 porque encima de todo no le dan asco las trampas y muchas se pueden hacer desde el poder. Además, este que hoy es Presidente, jamás ha aceptado haber perdido una elección. ¿Cómo por qué lo haría esta vez con todo el poder de que dispone? 

Recuerde de lo que es capaz López Obrador. Cuando alegó fraude en la elección del 2006 que legalmente perdió, públicamente declaró el 5 de septiembre de ese año, en pleno Zócalo de la capital nacional: 

“Se fracturó el orden constitucional, ya que los magistrados se negaron a transparentar la elección para someterse a una minoría privilegiada que ha tomado las instituciones (…) Ese atentado a la legalidad constitucional y a la vida democrática, obliga a reasumir el ejercicio de la soberanía popular y abolir de una vez y para siempre el régimen de corrupción y privilegios que impera en el país. Por eso, aunque no les guste a mis adversarios, ¡al diablo con sus instituciones!”… ¿se acuerda, verdad? 

Entonces, a voz en cuello se negó a “(…) reconocer decisiones oprobiosas o instituciones que no merecen ningún respeto”… no era sino un candidato derrotado y se atrevió a eso, a descalificar a las autoridades electorales. Y no es por preocuparlo pero también acuérdese que en esa fecha anunció que el siguiente 16 de septiembre, en el Zócalo, realizaría, como realizó, la “convención nacional democrática de la que surgirá el gobierno del pueblo que llevará a cabo una transformación profunda de las instituciones”. 

Acto seguido, doña Piedra (Rosario), dio lectura a la ‘Declaración por la dignidad, la democracia y el restablecimiento del orden constitucional’, en la que rechazaron la “usurpación” y declararon que no permitirían “que el presidente espurio tome posesión el primero de diciembre”. Y no se le olvide que dislocaron la capital del país con su plantón en la avenida Reforma. 

No está este menda suponiendo ni imaginando. Ya lo han hecho. No hay razón para que con la soberbia recargada desde el poder presidencial, se abstuvieran en el 2024. 

En serio, más nos vale que gane como sea porque como Presidente muy bien puede incendiar el país, declarar que desconoce al INE y al Tribunal Electoral federal, anunciar que reasume el “ejercicio de la soberanía popular” y rematar instalando el “gobierno del pueblo”, o sea, el de él. Y para eso cuenta antes que nada, con el apoyo absoluto del ejército, que para eso los tiene maiceados desde ahora, para vergüenza nacional, para vergüenza de la tropa, para deshonor de sus mandos. Nada ha hecho a lo loco, tiene listo el herramental para hacerse del poder por la fuerza de sus presidenciales calzones. 

La única medicina para este escenario más que probable, es que gane la presidencia la candidata de Morena (o candidato en caso extremo). Ahí sí, calladito la boca. Y ya luego le tocará beberse el agrio acíbar del desencanto, pues pronto descubrirá que quien sea que coloque sus ya presidenciales nalgas en La Silla, NO va a emplear su sexenio en la defensa del gobierno anterior, aunque por supuesto no lo perseguirán a él, amargo premio de consolación para quien se sueña prócer y verá que el escándalo lo perseguirá por el resto de sus días, que se le desea sean muchos y muy prolongados, allá en la finca suya de profético nombre. 

Lo que toca a opositores y electorado es asegurarnos que en el Congreso federal no sea mayoría Morena y desde ahí traer a mecate corto a quien sea la Presidenta, que su programa de gobierno se lo tienen que aprobar, igual que los presupuestos nacionales y los ajustes legales y constitucionales que hagan falta. El próximo Congreso debe ser por primera vez en nuestra historia, un verdadero Congreso que cumpla con rigor sus deberes y le impida ya por siempre a todos los presidentes, ser los padrotes de la patria.

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