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No a cualquier precio / La Feria

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Sr. López

 

Se pulió tía Susana en la cena que preparó para que les fueran a pedir la mano de su hija mayor, Pepina. Todo iba muy bien, el novio reventaba de gusto, la cosa se fue alargando, se pasó del vino al whisky, de este al vodka, al tequila, al mezcal; de discos de Ray Conniff (estaba de moda y daba un toque de elegancia en ciertos niveles sociales de la media clase tenochca), a la Sonora Matancera, Celia Cruz, Sonia López, Javier Solís y los Xochimilcas. El novio bailó (solo), hizo pipí en una maceta del comedor, se vomitó en la mesa y sus papás, como pudieron, se lo llevaron cargado (totalmente inconsciente)… no hubo boda y tía Susana consolaba a Pepina: -¡Qué buena suerte, hijita!, se dio a conocer antes, ¡imagínate después tu vida con ese salvaje! –… pues visto así.

 

Bueno… ¿y qué querían?… si en la olla pusieron verduras, agua y pollo, sale caldo de pollo, ni modo que pastel de manzana.

 

Desempleo, precariedad, inseguridad, corrupción, impúdica exhibición de privilegios, impunidad y riqueza de unos pocos, da AMLO, ni modo que a Sarita García.

 

Si no hubiera habido un carnaval de excesos y corrupción, desgobierno, convulsiones sociales, pobreza y desesperación del pueblo alemán, gracias a la ineficaz República de Weimar y la voracidad de Francia y la Gran Bretaña, Hitler jamás hubiera llegado al poder.

 

Sin la hambruna, el perpetuo desorden político y la debilidad del Jefe de Estado, un tipo cómico como Mussolini no hubiera sido el mesías del pueblo italiano.

 

Si los republicanos hubieran puesto en su sitio (la cárcel), a los extremistas y la jerarquía de la iglesia hubiera tenido algo de sentido común, si la gente no hubiera estado en condiciones de miseria y desesperación, no hubiera habido guerra civil ni los españoles hubieran estado 36 años bajo la dictadura de Pancho Franco.

 

Sin una desigualdad económica inconcebible, sin una corrupción que permea toda la estructura política con una inseguridad delirante, sin la desesperanza de la mayoría, caídos en desgracia sus valedores, Lula y Dilma, se propició un ambiente de hartazgo, un “que se vayan todos… que la paguen todos” y la masa votó por un exmilitar de extrema derecha, que predica el nacionalismo y el odio, un tal Jair Bolsonaro, de pronóstico reservado.

 

Pollo hervido da caldo de pollo, no tamales de dulce. Corrupción estructural, pobreza, desigualdad e inseguridad -a lomos de la mayoría-, da lo que sea, no lo mejor, sino lo que sea, con tal de que parezca que se van a cobrar cuentas, y gana quien mejor le llame al pan, pan y al vino, vino; sin respeto a nada que represente al régimen ni sus instituciones. Y por lo mismo: aquél que parezca formar parte de los estamentos del poder, por mejor, capaz y decente que sea, no tiene la menor oportunidad, no le creen y aunque le crean.

 

En las cifras gordas no se puede regatear que el gobierno de Peña Nieto tuvo más aciertos que errores, pero eso no fue del todo mérito de él, sino docilidad ante las decisiones que del extranjero llegan y pericia de altos funcionarios nacionales (cuya gran experiencia podemos perder también; esto puede ser una estampida). Pero eso -la macroeconomía-,  no borra el brutal sufrimiento evitable de tantos… y ya son 36 años perdidos para millones y millones de mexicanos; 36 años de “ya merito les toca a ustedes, nomás otro apretoncito… no se ponga duro”.

 

La innegable fortaleza económica del país, no atenúa la grave desesperanza de tanta gente… gente a la que no le dicen nada palabras como “estabilidad”, “grado de calificación de la deuda”, “inflación”. Mire, para que me entienda: a esa gente que solo ha probado lo amargo del sistema neoliberal o de libre mercado o liberalismo económico, como le quieran llamar, la sacrosanta “democracia” también le importa un pito. Así, sufriendo sin esperanza, democracia es lo que sea, lo que salga, con tal que deje de ser lo que se vive cotidianamente: el triunfo de la transa, la concentración de la riqueza, el reparto general de carencias.

 

Aun así, por encima de todas sus pifias reales e inventadas (y muchas son embustes y calumnias), el principal error del gobierno saliente fue destruir la credibilidad de los tres principales partidos políticos. El ‘Pacto por México’ resultó una tomada de pelo, lo armaron unos que saben mucho y con buenas intenciones, lo cacharon otros que saben de política lo que sabe de violín el que lo estudió por correspondencia, y la gente percibió el ingrato aroma a albañal. No fue un pacto para servir a México, lograr acuerdos, avanzar en democracia, economía y desarrollo. No. Fue un acuerdo manipulado para empujar reformas casi imposibles, y sus participantes, PRI, PAN y PRD, quedaron en la insolvencia política, en ruinas. Por eso las cuentas del pasado 1 de julio. No fue elección, fue revancha.

 

Y la gente está contenta con lo que hizo. Por eso no les inquieta lo más mínimo que el voto de menos del 1% del padrón electoral sea excusa -mala- para justificar una decisión personalísima de AMLO. Cuando es gol de su equipo, aunque sea con la mano.

 

Ahora, sin tremendismos, esperemos que el incuestionable amo del país, modere sus actos. Con que gobierne como lo hizo en la capital del país, con muchas medias verdades, algunas mentiras, pero sin estropicios mayores. Más nos vale, porque es mucho país y un despelote aquí afecta al capital global y al interés geopolítico de nuestros estimados vecinos del norte que nunca en su historia, han sido delicados con quien les pisa un callo. Cuidado, señores de Morena, el tío Sam tiene muy feo el modo y descarrilar un país jamás le ha espantado el sueño.

 

Esperemos también que el ya casi Presidente sepa que la gente no es tonta y nomás está tolerando el chistorete de la consulta popular que no fue consulta popular. Hay trucos de un solo uso. Ya se dio a conocer antes de asumir el cargo. Fue elegido para otras cosas y todos queremos que lo haga bien y cumpla, pero no así, sin escrúpulos, imponiendo su voluntad con impudicia. No es a cualquier precio.

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