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La Feria / Injusticia y desorden

La Feria / Injusticia y desorden
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                                                                                                                               Sr. López

Si existe la suerte, buena o mala, es cosa que ignora este López, pero tía Queta claramente, la tenía mala. Enfermiza, no muy agraciada, viuda de tío Efraín, un burócrata de nivel sótano, del entonces Departamento Agrario; con dos hijos varones (par de tarambanas, buenos para nada); vivía al borde de la penuria, con su microscópica pensión y la ayuda intermitente de la familia. Ya desde chiquito a  este menda le llamaba mucho la atención una cosa de tía Queta: su potente fe en el cambio de año: -¡Ya que se acabe este año! -se le oía decir durante los meses previos; y en la cena de fin de año era la más alegre: -¡Se acabó el año!… ¡Feliz año nuevo! –gritaba la tía y este López, por la edad, pensaba aliviado que era lo menos que merecía la tía, que se acabara el año. Y así cada año…

Se acerca el 2018, el fin del sexenio, el cambio de gobierno federal (y alguno estatal muy esperado desde hace cuatro años y medio), y flota ya en el ambiente esa predisposición tan nuestra a la esperanza de que idos los que actualmente gobiernan, todo mejorará, se curarán las heridas, todo, todo se olvidará, y desde el azul del cielo las estrellas celosas nos mirarán pasar… sí.

Por supuesto se entiende el deseo de que termine un sexenio y tal vez éste más, porque a fin de cuentas nos entrega muy flacos resultados frente a las fantásticas expectativas fomentadas al promover el gran cambio nacional que nos traerían las reformas estructurales que luego se nos presentaron como apenas inaugurales y de frutos diferidos que hoy ya despiden aromas de basural.

Después de 58 modificaciones a la Constitución y 81 cambios de leyes secundarias, Los Pinos alumbró 11 reformas estructurales (por si no se acuerda son: energética, educativa, electoral, penal, de transparencia, laboral, de competencia, fiscal, telecomunicaciones, financiera y de amparo).

Si van a dar unos resultados ma-ra-vi-llo-sos, es cosa que no se sabe.

Hoy, la reforma energética quedó en un incremento no muy bien explicado a los precios de gasolinas, diesel y electricidad; y las inversiones que en diluvio llegarían para reactivar la inversión y el empleo, apenas encapotaron el cielo y mientras, seguimos en secas. Aunque, claro, con una ventaja: el petróleo ya no es nuestro… bueno, sí es nuestro mientras esté bajo tierra, pero en cuantito llega a la superficie ya tiene dueños, no nosotros. Un gran avance que no se explica el gobierno que no entendamos, porque igual estábamos antes, dicen, nomás que eran Pemex, su sindicato y Hacienda, los reales dueños, nunca el pueblo, que para eso somos chusma.

Hoy, la reforma educativa con la pena, no acaba de serlo. Hoy, es un foco rojo de violencia y encono social, no tan injustificado como el gobierno lo presenta, en cuando menos cuatro estados del país. Se les fue el sexenio y no resolvieron tamaño asunto, aunque sí se consiguió el cambio administrativo y laboral, eso sí.

La reforma electoral naufragó en el engaño, que eso es: una engañifa. Es del género de lo imbécil sostener que somos federación en todo… excepto en lo electoral.

Y las demás reformas, todas tienen tufo a gato encerrado, porque lo tienen y todas con el sesgo de dictados del imperio del capital global, colocando a La Patria (la señora de toga de la portada de los libros de texto gratuitos), en decúbito supino en beneficio de los inversionistas extranjeros… que no les signifiquen competencia, que por algo estamos abandonando la exploración, extracción y refinación de crudo, incrementando la importación de gasolinas y por lo mismo se mantienen las barreras a las inversiones de China.

Si alguna duda le queda, ahí está la reforma penal aprobada, adaptación tirando a parodia, del sistema yanqui. El sistema penal acusatorio en el discurso es impecable, en la práctica, un adefesio. No corresponde a la actual realidad nacional la práctica de los juicios orales. Los graves defectos del sistema anterior debían corregirse, sí, pero no asumiendo como posible un mágico cambio de mentalidad, conocimientos, experiencia y vicios de los integrantes de los cuerpos de investigación y juicio. Hay un clamor por los fallos esperpénticos que se están dando bajo el alegato la esencial defensa de los derechos humanos que deja en la indefensión los derechos de las víctimas.

Es increíble la reclasificación de los delitos graves, tanto, que los gobernadores de los estados ya presentaron el pasado día 4, una propuesta para que no salgan libres bajo fianza los acusados de asesinato, extorsión, robo a casa habitación, robo de vehículos y transporte de carga, portación de armas de alto calibre y varios más; y también para que no suelten por errores en el momento de la detención, a criminales con antecedentes penales, encontrados en flagrancia… ¿será mucho pedir?, porque hoy, no se procesa, ni se lleva a juicio el 70% de las averiguaciones previas (“carpetas de investigación”, se llaman ahora… ¡oh, qué maravilla!), porque no cumplen los requisitos del nuevo sistema procesal penal.

Se ha legislado, en particular sobre derecho penal, como si México fuera otro país. No responde a como estamos esta reforma. Hace daño, más daño que el sistema anterior. Si había que capacitar a policías, ministerios públicos y jueces, era más asequible sin cambiar totalmente el sistema penal.

Cuando dentro de décadas se termine de asimilar por el cuerpo judicial entero el nuevo sistema, cuando logren conocerlo y hacerlo propio, será realista aspirar a una idílica procuración e impartición de justicia… sin mirar los miles de víctimas que quedaron en el camino, en lo que se adaptaba todo a un nuevo régimen que se instauró, también, para dar garantías a los inversionistas extranjeros que esperaban un ágil sistema de juicio oral mercantil y nuestras altas autoridades lo llevaron al extremo en que estamos ahora.

Es muy repetida la frase de Goethe: “es preferible la injusticia al desorden”. Suena terrible pero es la verdad. Hoy en México tenemos las dos cosas: injusticia y desorden.

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