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Código Nucú / Juniorcracia, mal en boga

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César Trujillo

 

La juniorcracia es el peor mal que ha sufrido el sistema político mexicano desde comienzos del siglo XXI. Jovencitos sin ideología ni bases, y sin fundamento político, sin un nivel intelectual que les permita argumentar sus discursos, es más: sin estudios reales que los pongan como idóneos para los puestos que ocupan, llegan al poder a través del compadrazgo y el apadrinamiento (viejas prácticas heredades del priismo de antaño).

La mayoría de estos junior —cargados de soberbia, despotismo y acuerpados por sus padres o padrinos— están ahí para que tengan oportunidades muy disímiles a las del ciudadano promedio que, pese a tener más y mejores cualidades, difícilmente podrá escalar a esos puestos heredados de la partidocracia a los cachorros del poder.

Aclaro que el problema aquí no es la juventud, sino los méritos para poder ocupar esos puestos; no se cuestiona ser joven, sino la nula capacidad intelectiva para responder a las necesidades de un Estado que está urgido de un cambio y que no se ve por donde pueda llegar en manos de estos junior todopoderosos; no se cuestiona ser joven, sino el desinterés de los problemas sociales y esa escuela del ver al pobre como voto útil y usarlo para sus fines particulares.

Se cuestiona, sí, el arribismo político del que son partícipes y del que se sienten orgullosos, pues aceptan llegar al poder por cualquiera de los medios conocidos: fraudes electorales o acuerdos mediáticos de grupos de poderes fácticos, mismos a los que les conviene tener a títeres a su alcance, reduciendo la participación de muchos de los jóvenes en la política. Triste, pero así es.

Los retos para Chiapas son enormes en todas las aristas: una economía deplorable que mantiene a profesores, doctores, empresarios y constructores en la indefensión por la renuencia de su gobierno a pagarles; problemas terribles de contaminación de ríos, devastación de cerros, malos manejos de desechos hospitalarios, minería a cielo abierto y ecocidio que tiene ya a la Lacandona en alerta roja; un Estado de Derecho aplicado cuando les conviene; un incremento indiscriminado de la pobreza, y la pobreza extrema, al ubicarnos entre los tres estados más pobres del país; una tasa de feminicidios alta en donde las autoridades se han negado a elevar la alerta de género para todos los municipios, entre mucho más. Con todo esto no se ve cómo la juniorcracia pueda ser la solución a estos males y, por el contrario, sólo los incrementa.

Los políticos en otros tiempos eran, al menos, inteligentes; corruptos e impunes, pero inteligentes: publicaban libros, participaban en debates y cuando abrían la boca mostraban que había cultura general en ellos. Trataban de conocer los ejes prioritarios de la nación y disimulaban su cinismo y arribismo. Conocían los artículos de la Constitución Política —hemos visto en recientes fechas a los diputados federales y senadores no saber nada al respecto ¿cómo legislan entonces?— y tenían argumentos sólidos para debatir; eran leídos y su nivel de estudio se mostraba cuando se volvían oradores, cuando presentaban sus panfletos que no eran tan huecos y vacíos como los de ahora.

Hoy, la realidad es otra. Los políticos actuales pertenecen —la gran mayoría— a un experimento fallido que aborta hijos de políticos y los incrusta en el sistema (fallido también) que desconocen, que no les importa, pero que saben que les permitirá una vida de lujos y que, pase lo que pase, estarán cobijados por la impunidad. Un sistema que los pone por sobre el 80 por ciento de la población en Chiapas que trabaja para sobrevivir a una brecha de desigualdad grosera y abusiva, comparada con el de los políticos en el poder. Un sistema que parece confeccionado para que esa juniorcracia suba y suba, sin importar que existan los de abajo.

Sin embargo, la juniorcracia es un problema que va más allá en este corrompido paraíso mexicano. Es un problema enorme que muestra ya el descaro de los aparatos de poder y no se limita sólo a la imposición de estos chamacos en puestos estratégicos, ganando sueldos estratosféricos —muy alejados del risible salario mínimo—, sino que han demostrado ser especialistas en torcer las leyes a su antojo y conveniencia. Los Porkys son la muestra fehaciente de ello y como éstos hay muchos más: Los Centinelas, esos que andan golpeando a jovencitos, también. Ha queda claro que en nuestro país las leyes y el poder funcionan para oprimir y aplastar al pobre, al desvalido y al desprotegido, no así para los ricos y neoricos, o para los que tienen las palancas adecuadas y el sartén por el mango. ¿Hasta cuándo?, pregúntome yo.

 

Manjar

La recomendación de hoy es “Libelo de varia necrología” de Balam Rodrigo. Una suma de tres libros: De Madame La Loca y sus noches gáticas, De la lengua del cardo ya más muerto y De los ebrios cazadores de luz. // Un día como hoy, pero de 1968, es asesinado en Memphis, Tennesse, el líder social y luchador a favor de los derechos de los afroamericanos Martin Luther King, quien además es médico y pastor protestante. Premio Nobel de la Paz 1964. // Recuerde: no compre mascotas, mejor adopte. // Si no tiene nada mejor qué hacer, póngase a leer.

 

@C_T1

 

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César Trujillo                                                           Twitter: @C_T1

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