Antonio Cruz Coutiño
Cuatro años antes de dedicarme a tiempo completo exclusivo a la Universidad, tuve claro que había llegado el momento de abandonar el extensionismo y la administración pública, para ocuparme de la academia, mi verdadera vocación. Mi alta como profesor de tiempo completo marca el quince de septiembre de 2002, fecha a partir de la cual procuro orientar mis esfuerzos hacia el estudio de una cuestión central: los elementos característicos, rasgos, e integración de nuestra identidad; la identidad sociocultural de Chiapas, de frente a sus tres matrices socio-históricas: Mesoamérica, México y Centroamérica.
Me quedaban claras desde entonces, las múltiples identidades de Chiapas, marcadas por su historia y por sus diversos procesos de desarrollo regional. Aunque también por la dinámica del fortalecimiento de la identidad de México ―la del Estado y la del territorio nacional―, vía el papel jugado por Chiapas en la formación aún inconclusa de la frontera sur del país. Al igual que nuestras similitudes y diferencias con Guatemala, que a trancos nos aproximan o nos alejan de Centroamérica.
Y ya desde ahí tuve conciencia plena de las cuestiones que nos hermanan o nos distancian de Belice y Guatemala, o de Oaxaca y Tabasco: el español que une a todos, el voseo dialectal americano que nos diferencia de México y nos une a Centroamérica, las lenguas mayas que transitan toda la región, y las experiencias y saberes ancestrales de los pueblos rurales e indígenas. También nuestras fiestas, creencias y tradiciones, nuestros antiguos nombres de lugar, hierbas y plantas alimenticias y medicinales, e igual etnobotánica general y gastronomía, por ejemplo.
Me di a la tarea entonces, desde la Universidad y desde todos mis resquicios de tiempo, de estudiar la oralidad y el patrimonio intelectual de Chiapas, pues ahí observaba la zona medular de nuestra identidad. Pensé e hice avances en tres “programas”… a) Paremias y habla popular de Chiapas, b) Mitología y narrativa tradicional maya-zoque contemporánea, y c) Fiestas y religiosidad popular de Chiapas.
Aunque al mismo tiempo di inicio a la escritura de mis Crónicas de Frontera, mismas que se publican en El Heraldo, El Diario de Chiapas, el periódico Noticias, y Chiapas Paralelo. Este último, el portal digital de Ángeles Mariscal e Isaín Mandujano, periodistas de todos conocidos. Hoy continúo con ellas y deseo darme tiempo para reunirlas en dos colecciones: una para las del giro rojo; sobre bares, cantinas, cabarets y demás “aversiones”. Y otra para las “crónicas de frontera” propiamente, con crónicas y remembranzas de los pueblos, ciudades y caminos de Chiapas; restaurantes, gastronomía, plantas, bosques y fiestas; crónicas de viajes e incluso textos sobre el patrimonio biocultural del área.
Pero sucede que al haber nacido en La Concordia ―un pueblo bronco, por si no lo ubican―, desde mucho antes me propuse escribir la primera monografía del lugar (“La Concordia en Los Cuxtepeques. Historia de mi pueblo”). La escribí a lo largo de veinte años, e incluso como productos colaterales publiqué varios artículos y ensayos, entre ellos “El proceso de la formación de Los Cuxtepeques”, hasta hoy inédito, igual que dos compilaciones en proceso: un estudio sobre los alias y personajes de aquella ciudad, y otro sobre toponimia de la región cuxtepequense. Hoy tengo a punto de terminar, la revisión, ampliación y ajustes de la monografía referida, que espero sea publicada sin mayor dificultad.
En cuanto al asunto de la oralidad, imparto un curso en posgrado sobre la materia, y tengo varias entrevistas testimoniales: una serie para reconstruir la historia contemporánea de Los Cuxtepeques, otra relacionada con la agricultura del cacao y las artes del chocolate, y una más sobre la última cofradía de origen colonial persistente en El Soconusco. Sobre ella hay un libro en proceso (“Oralidad y religiosidad popular. El complejo festivo-ceremonial de San Pedro Mártir en Tuxtla Chico, región del Soconusco”), igual que dispongo de fotografías y apuntes sobre las fiestas de Chiapa y Ocozocoautla. Y en esa línea, varias tesis he dirigido sobre los carnavales de estas ciudades e incluso de Suchiapa.
Sobre mitología y narrativa tradicional, desde el principio me tracé el propósito de compilar la mitología contemporánea de los pueblos de Chiapas, ella dispersa, aunque contenida en las leyendas aún vigentes. Nos fijamos como meta, identificar, transcribir y procesar tres mil textos libres de polvo y paja, y estamos a punto de concluir. Si bien durante el proceso, varios artículos se han publicado, igual que dos libros. Verdaderas obras de consulta: “Mitología maya contemporánea. Proyecto MMC Chiapas. Urdimbre, ideas iniciales y aportaciones”, y “Mitología y continuidad maya. La creación del hombre y su entorno”.
Esperamos ver terminada e impresa esa vasta compilación general de leyendas, probablemente contenida en ocho o diez volúmenes. Verla, quiero decir, antes de ausentarme de la faz de la tierra, final de todos en el que ahora pienso. Motivo por el que hago esta especie de arqueo de caja. Lo que me permite llegar al fin, a la cuestión central del presente pergeño: el estudio del habla popular, del uso particular que las y los chiapanecos damos al lenguaje; al español que permea a toda la región, pero, sobre todo, la valoración del cúmulo de conocimientos que sus expresiones encierran.
Materia en donde al mismo tiempo ―recuerdo―, inicié el registro de la etnobotánica de la tierra caliente, el examen de nuestros saberes sobre hierbas y plantas “útiles”, arbustos y árboles, y la compilación de los regionalismos, de las voces características del habla popular de Chiapas. Asuntos sobre los cuales dispongo dos colecciones inconclusas: una sobre “coronas”, versos y parabienes, y otra de juegos, cantos y rondas infantiles. Ámbito en el que recién fue publicado el libro “Adivina adivinanza. Primer adivinancero intemporal de Chiapas y Guatemala”. Asunto sobre el que, después de veinticinco años de trabajo, estoy a punto de terminar el “Tesoro del español de Chiapas”, compilación general de los refranes, paremias y frases estables del habla popular.
Y aquí va la cuestión final, la que me induce a plantear estas ideas: que me comprometí originalmente a escribir un diccionario del habla popular de Chiapas, compendio lexicográfico o repertorio de las voces que forman parte del español que aquí hablamos; del que ya hay entre 900 y mil páginas escritas, pero que no creo poder concluir… en razón al agotamiento de las fuerzas y a la finitud de nuestras cortas vidas. Razón por la que ahora pregunto qué debo hacer, y de inmediato yo mismo respondo, que talvez lo más prudente sea ―ante el riesgo de dejar todo inconcluso―, preparar cuanto antes una especie de vocabulario preliminar.
Un inventario de los vocablos, voces y frases fijas del español de Chiapas, desprovisto de definiciones y de ejemplos de uso, marcados por su uso o utilidad en los ámbitos de la tradición, salud, alimentos, fauna, insumos, agro, cortes, toponimia, apellidos, plantas y etcétera. Vocabulario que acaso sirva o pudiera servir como guía; para encontrar el hilo de la madeja. Para saber qué buscar y en dónde localizarlo. Para continuar el trabajo por si alguien se mostrara interesado en estos “negocios”. En la indagación, compilación, estudio y comprensión de este segmento de nuestro patrimonio intelectual, parte inmanente de la identidad sociocultural de Chiapas.
Otras crónicas en cronicasdefronter.blogspot.mx
Pie de foto:
©Carnaval de Coita. Ocozocoautla, Chiapas, Año 2009
A ver, jóvenes, este texto es del Dr Cruz Coutiño (Antonio). Así que, cuando menos pongan su nombre.