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CARTA A MARIANA, CON PREGUNTA / ARENILLA

CARTA A MARIANA, CON PREGUNTA / ARENILLA
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Querida Mariana: ¿das talleres para aprender a escribir?, me preguntan de vez en vez. ¿Qué responder? Mi respuesta bromista es: ¿no sabés escribir? Entonces ya me explican que sí, que aprendieron, igual que yo, en la escuela, pero que aspiran a ser autores de libros. Entonces ya soy contundente: ¡no hay escuela para escritores? ¿Y la SOGEM?, me responden.
La SOGEM es la Sociedad General de Escritores de México y tiene una escuela que imparte talleres para quienes quieren ser escritores.
Conozco algunos amigos que han llevado cursos en la Escuela de Escritores de la SOGEM. No sé qué tanto aprendieron. Nadie enseña a escribir a alguien; salvo los maestros de educación primaria. En algún momento de nuestra vida aprendimos a leer y escribir.
Hay un ejemplo clásico, los expertos señalan que un carpintero debe aprender a manejar las herramientas, conocer las técnicas y apreciar las cualidades de las maderas, para lograr la factura de una silla. De igual manera, sostienen, los autores deben dominar las herramientas, las técnicas y apreciar las cualidades de la materia prima, que es la palabra.
Ahora podrás decir que me contradigo, que el autor que domina las herramientas, técnicas y aprecia las cualidades de las palabras puede aprender a escribir, como aprende a hacer sillas el carpintero. ¡Pues sí, pero no!
Vos has escuchado la frase: “si no son enchiladas”, que dice alguien cuando desea expresar que lo que él hace no es tan sencillo. No sé quién pensó que hacer enchiladas es algo sencillo. ¡Pucha! Hacer enchiladas es toda una ciencia. Pero acá sí puedo decir que escribir un libro no es cosa simple. Reconozco el talento de los carpinteros, de los ebanistas, pero, perdón, debo decir que escribir un libro es materia más compleja que construir una silla. Por algo, qué bobera lo que diré, no hay un Premio Nobel para Ebanistas y sí hay un Premio Nobel de Literatura, porque la literatura está considerada como una de las bellas artes.
Así pues, quien desea “aprender” a escribir aspira a ser parte de esa burbuja artística, que está instalada en el más alto cielo.
Vayamos entonces por partes, todo aquel que sabe leer y escribir puede ser autor de textos, por supuesto que sí. De hecho, hay muchos ejemplos de autores que escriben y publican libros (aun cuando no dominan las herramientas, las técnicas, ni aprecian las cualidades de la materia prima). Sin ir más lejos da una vueltita por Comitán, hay muchos autores que redactan sin el mínimo conocimiento, plagados con muchos errores gramaticales.
He dicho que cuando me presentan un texto lo leo con mucha atención y profundo respeto, cuando me topo con palabras escritas con errores ortográficos comienzo a tener un sarpullido mental, en el momento en que me doy cuenta que no son simples errores de dedo, sino que el autor escribe sin el mínimo conocimiento, abandono la lectura.
Así que quien desea ser autor literario debe, primero, tener el conocimiento de lo que nuestros maestros nos enseñaron en la primaria y que no pepenamos con suficiencia. No te hagás, sé que vos conocés a autores que son malos lectores. ¿Cómo se atreven a trepar en un escenario y leer en forma burda? ¿Cómo, digo yo, la audiencia soporta ese tormento? ¿Cómo, digo yo, hay millones de lectores que elogian textos sucios, mal redactados? Por eso digo que la literatura es materia más compleja. Todo mundo advierte cuando una silla está toda chueca, pero no todo mundo advierte textos chuecos, cojos. ¿Qué sucede? Lo mismo, no hay escuela para lectores.
Entonces, ¿cómo se forman los escritores? No lo sé, yo qué voy a saber. Te he contado en muchas ocasiones que no tengo el suficiente conocimiento de las reglas ortográficas; no obstante, redacto en forma más o menos limpia. ¿Acudí a una escuela? Pues, los maestros han sido los grandes escritores. He sido lector por más de cincuenta y cinco años. Hay algo que los expertos nombran “memoria visual”; es decir, la capacidad de pepenar cómo están escritas las palabras dependiendo del contexto.
Posdata: yo boto el texto que está mal escrito, que no tiene el mínimo decoro. Admiro tu tolerancia, porque vos no te cansás de leer mis cartas. Sé que no es simple afecto. Me sentiría muy mal que siguieras leyendo mis cartas por la simple amistad. Vos me has asegurado que encontrás líneas luminosas de vez en vez. Eso me halaga, eso me conforta. Llevo muchos años siendo lector de autores sublimes, algo he pepenado, digo yo. Ahí está la gran escuela, ahí los grandes maestros. ¿Cómo aprendo a escribir? Hacé favor de ponerte a leer mucho y bueno. Si tu pasión y talento son auténticos tal vez entrés a la gran burbuja. Acá cabe lo que dijo el gran autor Miguel de Unamuno: “Lo que la naturaleza no da, Salamanca no lo presta”.
¡Tzatz Comitán!

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