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CARTA A MARIANA, CON ORILLAS HÚMEDAS / ARENILLA

CARTA A MARIANA, CON ORILLAS HÚMEDAS / ARENILLA
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Querida Mariana: ayer dije que los escritores sublimes son los grandes maestros. Quien desea ser un escritor debe aprender de los mejores escritores. ¿Quiénes son estos maestros? No se puede hacer una lista única. Como todo en la vida depende de gustos y afinidades. Los aspirantes deben escuchar las recomendaciones de los expertos: leer a los clásicos; es decir, las obras de aquellos escritores que forman parte del canon. Del amplísimo abanico de autores del mundo existen dos o tres, o más, que despiertan nuestra empatía y nuestra admiración. Eso significa que ahí están los maestros, para vos pueden ser unos y otros para mí, aunque conociéndonos como nos conocemos casi podríamos asegurar que tenemos a los mismos maestros.
Los bebedores tienen preferencias, algunos son aficionados al tequila, otros toman güisqui y, en el pueblo, hay más de diez que son felices con un pitutazo de comiteco. Esto de las preferencias se aplica a las diversas facetas de la vida: en razas de perros, en modelos de autos, en deportes y en chicas o chicos. El compa de la canción dice: “me gustan las altas y las chaparritas, las flacas, las gordas y las chiquititas, solteras y viudas y divorciaditas…” En la vida real la mayoría de hombres tiene preferencias. El de la canción es “El aventurero”, no todo mundo camina por la senda de la aventura. El aventurero es una excepción que come todos los tamales que le ponen enfrente. Sé que si te dan a elegir preferís el tamalito dulce con mermelada de piña natural. ¿De bola, de salsa verde, de frijolito? ¡No! Vos, de mermelada de piña natural.
A vos no te gustan los altos ni los chaparritos, tu novio tiene la altura perfecta para tu cielo.
Fijate que ahora releo cuentos de William Faulkner, el gran autor norteamericano, maestro mayor para narradores.
Una vez estuve con Sergio Pitol en una feria del libro en Xalapa. Pitol también es gran maestro. Por ahí una chica solicitó a un librero un libro de Paulo Coelho, Pitol me dijo, en voz baja, que el gran maestro de la literatura brasileña es Rubem Fonseca. Sí, Fonseca es un escritor de buena literatura, el tal Coelho es “ligth”.
En Puebla publicaba textos en un boletín que teníamos en la empresa “Molinari impresos” y una señora me dijo un día que su hija tenía dos autores favoritos: Coelho y el tal Molinari. Lo dijo como un elogio, para mí fue como una cubetada de agua fría, pensé que andaba jodido. Tal vez sigo escribiendo así. Uf. Pero leo a grandes maestros, porque sueño en dejar una obra más decente que la del tal Coelho. La chica que adquirió un ejemplar de Coelho era fanática de este autor brasileño. Quien tiene como maestro a Paulo terminará escribiendo obras de esa calidad; quien tiene como maestro a Faulkner tal vez escriba obras más meritorias. Claro que quien logre obras como las de Coelho le importará una pura y dos con sal la gran literatura porque venderá millones de libros en todo el mundo. Hay millones de lectores medianones. Sin duda que la obra de Coelho se vende más que la de Faulkner.
Los expertos mencionan que grandes escritores como Gabriel García Márquez y Mario Vargas Llosa fueron influenciados por la obra de Faulkner. Gabo y Mario leyeron una y otra vez la obra del norteamericano, en intento de descubrir su magia. Guillermo Arriaga, escritor de guiones cinematográficos y novelas, confesó en una entrevista que también lee y relee a Faulkner y comentó que está seguro que el escritor colombiano Juan Gabriel Vázquez también lo estudia.
Digo entonces que quien quiere ser un escritor con una obra decente debe acercarse a estudiar la obra de los grandes. El corolario es: si leés en grande volarás alto; si leés obra mediocre te solazarás en el fango.
Posdata: el sábado pasado tuvimos la penúltima sesión del taller literario “El viaje”, auspiciado por la Universidad Mariano Nicolás Ruiz Suasnávar. Ahí comenté, con los talleristas, esto que te cuento y los invité a entrarle a los cuentos de William Faulkner, mi libro se llama “Cuentos reunidos”.
¡Tzatz Comitán!

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