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Nuestra UNACH a 50 años. Fortalezas y retos I

Nuestra UNACH a 50 años. Fortalezas y retos I
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Antonio Cruz Coutiño

[Dedico estas ideas a mi generación del 78, a quienes recuerdo con afecto. A Mauro Roblero, David Ballinas, Manuel Grajales, Tito González Castillo, Armando Torres, Marco Besares, Carlos Rodas, el Chivo Díaz Navarro, Hugo Aguilar, los gemelos Aguilar Nájera, el gran Tavo Pistolas, Arely De la Madrid y Sarita Luna, QEPD].

En estos días se recuerda y hace memoria de la fundación, formación y establecimiento de la Universidad de Chiapas, Universidad de las y los chiapanecos, UNACH a secas, Universidad Autónoma de Chiapas. Igual que ha de proclamarse a los cuatro vientos, su Quincuagésimo Aniversario. Momento apropiado, no para echar campanas al vuelo, o para decir qué hermosos somos, sino para… ¡Eso sí, y a todo volumen! Para celebrar y enfiestarnos con ella. Con nuestra Universidad, la IES (Institución de Educación superior) más valiosa del estado de Chiapas.

Para rememorar sus éxitos y fracasos, o, para recordar sus avatares, tristezas y pequeñas alegrías… De modo que, como parte de esa festividad, invitamos a todos, a pensar y repensar sus antecedentes, su estado actual y su devenir. Invitamos a reflexionar y acaso avizorar su porvenir, de frente, o quizás con base… en su potencial, recursos y dificultades.

Han pasado 50, cincuenta años desde su fundación, concretada por el presidente Luis Echeverría Álvarez, el gobernador Manuel Velasco Suárez, los benefactores Carlos Maciel Espinosa y su esposa Elisema Román, y el primer rector Federico Salazar Narváez. Aunque también por sus precursores activos: Daniel Robles Sasso, Andrés Fábregas Roca, Javier Espinosa Mandujano, Víctor Pimentel González, Óscar Ramos Rañón y tantos otros (Jejé, ayúdenme a recordar). Edad que, en el caso de los humanos corresponde a la más plena y activa madurez; años en que los saberes, la experiencia, la inteligencia, el aplomo y las utilidades (válgase: provechos y beneficios), llegan a su plenitud.

Situación que, desafortunadamente, no siempre coincide con el ciclo de las corporaciones, organizaciones y empresas (de vida algo más efímera o acaso infausta, de acuerdo con lo que se observa en el mundo del gobierno) y que, no obstante, el caso de las universidades es excepcional, dada su larga vida. Quizá por ser las instituciones socioculturales y educativas más nobles y mejor encaminadas del orbe, a lo largo de los últimos 800 años. Razones por las que es natural que en Chiapas, todos deseemos (y deseamos) una Universidad siempre próspera y de larga vida.

Dificultades iniciales

Pero de lo que se trata es de —ya adivinamos todos—, de lo que se trata es de revisar los datos más significativos de su corta historia. Reflexionar sobre su estado actual y su devenir, y celebrar con la Universidad y con sus actores, por ejemplo: la resolución de sus desavenencias y conflictos interesados, la superación de sus escollos iniciales. Para no volverlos a repetir, para darnos confianza todos respecto de su consistente porvenir, y para promover y generar las fuerzas suficientes de su necesaria consolidación.

Y, en tal sentido, debemos volver a sus orígenes. Recordar la intromisión de la política y el porrismo tras su primer rectorado. El bandidaje y la corrupción que la corroe durante sus primeros veinte años. La insuficiencia palmaria de los presupuestos que el gobierno canalizabahacia ella. La incomodidad causada al Estado por la inconformidad y las manifestaciones de los planteles de Ciencias Sociales y Humanidades. El estancamiento de todas las escuelas y en particular Veterinaria y Arquitectura, las que, bien recuerdo, eran malmiradas por no ser capaces de ampliar su oferta educativa.

Aunque, la Universidad llegó a padecer verdaderas atrocidades, mil dificultades. La extralimitación de la influencia del gobierno del Estado sobre ella era evidente. Excesos por parte de estudiantes y profesores, estados de evidente ingobernabilidad… e incluso, padeció la corrupción más grotesca y el patrimonialismo de varios de sus dirigentes, expresados en nepotismo, gastos pagados y “aviadores” (a quienes llegaron a enviarles sus cheques a sus domicilios), vicios que provenían de la élite política local; fenómenos que no tenemos la certeza de haberse erradicado absolutamente y para siempre. 

¿Quién de nuestra generación no recuerda el saqueo y la división de planteles, el enfrentamiento entre Consejo Universitario y Consejo General de Representantes, o el cisma doloroso de la escuela de Contabilidad y Administración en Tapachula? ¿A quién no le dice algo, la duplicidad de los esfuerzos institucionales, observada tras la restitución del ICACH, antigua institución hermana, entonces convertida en Universidad?… ¿o las extensiones no planificadas de Pedagogía en Pijijiapan y Tapachula, y hasta la más reciente inconsistencia, ante la creación del plantel de Medicina Humana en Tapachula?

Sus buenos números actuales

Hoy, sin embargo, tendríamos que poner los ojos en cuestiones nuevas, enmarcadas en el contexto sociocultural de México, Centroamérica y el mundo; en esas asignaturas en verdad determinantes: ¿Qué tan eficaz o qué tan deficiente es la participación de nuestra Universidad, en el campo de la llamada I+D (investigación, desarrollo e innovación)?, ¿existe ahora mismo, compromiso, inteligencia, dinero suficiente, programas, monitoreo, estadísticas y lo demás, para fortalecer esta idea con financiación, alianzas, proyectos, resultados, nuevas tecnologías, vinculación, patentes, derechos? 

¿Cuál ha sido el grado de participación de nuestra Universidad en la transformación del pensamiento social de Chiapas, sus estructuras económicas y de poder, su formación y orientación económica y productiva; el ámbito de la sociopolítica y de lo sociocultural? ¿Ha estado la Universidad a la altura de las circunstancias locales y regionales? ¿Ha sido suficiente y eficaz su vinculación, su involucramiento social, o su proximidad a movimientos sociales, rurales e indígenas? ¿Ha sido activa su participación al lado de organismos, organizaciones, corporaciones y colectivos?

Y esta sintonía actual ―andar en el tiempo y en compañía de la sociedad que sugerimos―, debe llevarnos a la identificación hoy, a la ubicación y revisión actualizada de sus fortalezas, oportunidades, debilidades y amenazas, para, con certezas y algo de objetividad, clarificar, definir, e incluso marcar en sus documentos normativos, hacia dónde debe enrumbarse la institución, tras estos primeros 50 años de vida.

Reconocer en primer lugar que hoy como nunca, la Universidad cuenta con una legislación y una estructura administrativa actualizada, funcional y eficaz, igual que programas y estructuras de gestión robustos en materia de defensoría de derechos universitarios y en cuanto a igualdad y previsión de la violencia de género, y dos centros de investigación relativamente sólidos: el IEI (Instituto de Estudios Indígenas), y el Instituto de Investigaciones Jurídicas de Ocozocoautla. De igual manera como habría de reconocerse que al Instituto de Biociencias de Tapachula, hace falta mucho estímulo y camino por recorrer.

Observar cómo al final de estos años, es cierto, la Universidad expresa una presencia territorial intensa: 44 unidades académicas arraigadas en las quince regiones de Chiapas. Ponderar su excelente ubicación geográfica en el ámbito del sur-sureste del país y de Centroamérica (para cuando decidamos ofertar sus servicios educativos hacia el mercado regional transfronterizo). O,dimensionar su infraestructura física administrativa y genérica abundante, que en algunos aspectos se excede, como en el multideportivo Ciudad Universitaria, elefante blanco, gravoso y subutilizado. O en las dos guarderías para hijos de alumnas.

Sin embargo, debemos ser conscientes de que sus edificios e instalaciones asociadas a docencia e investigación ―funciones en absoluto substanciales―, son francamente deficientes, pues en ellas se observan: fallas de mantenimiento, mobiliario obsoleto o arruinado, incomodidad notoria y lo que es aún más sensible: déficit de talleres, laboratorios y equipamiento.

Y es tiempo de ratificar su segmentación y administración geográfica basada en facultades,escuelas y coordinaciones. No por campus, áreas o departamentos. Asociando a ellas las unidades académicas dedicadas a investigación y desarrollo. Siempre bajo la orientación lógica de las áreas típicas del conocimiento general: Ciencias físico matemáticas e ingenierías, Ciencias biológicas, químicas y de la salud, Ciencias sociales, y Humanidades y artes. Incluyendo aquí un elemento ausente desde hace tiempo: la comunicación y la colaboración horizontal de los planteles y unidades académicas.

Nuestra UNACH a 50 años. Fortalezas y retos I

Antonio Cruz Coutiño

Capacidades institucionales

Propios y extraños han de reconocer igualmente, la calidad académica óptima y diversificada de sus profesores e investigadores, de su personal docente, su experiencia y cantidad de posgraduados. 76 academias o “cuerpos académicos”, 27 consolidados, 33 en proceso y 16 en formación. Igual que en los últimos años su profesorado se ha enriquecido con inmigrantes de Latinoamérica y el mundo. Es diversa y abundante su oferta educativa, y amplia su participación en el mercado nacional de educación superior: 78 programas en pregrado, 70 escolarizados y ocho a distancia, 53 acreditados, 27,000 estudiantes, alrededor de 17,200 becados y más o menos 2,500 docentes.

Sin embargo, no debiéramos estar satisfechos con lo que hay, o con lo que tenemos en posgradoformal, por ejemplo, a pesar de su diversificación y de su participación dentro del padrón nacional de posgrados de calidad: tres doctorados, 18 maestrías y doce especialidades. Pues es evidente la posibilidad de concretar mejores números y obtener mayor colaboración por parte del personal de la mejor calidad. Del mismo modo como al haber un avance substancial en la certificación de sus procedimientos académicos y administrativos ―vía normas o estándares ISO―, sería posible continuar esa tarea hasta ver concluido el reto.

Y aquí, en el ámbito de las capacidades institucionales, debemos ubicar sus activos expresados en bienes raíces. Terrenos, ranchos y fincas urbanas y rurales, que no deberían ser considerados un lastre, como se escucha en ciertas conversaciones. Pues forman parte de su patrimonio. 

Fincas de Huehuetán (Chilpancingo y un cañaveral), Villaflores (San Ramón), Arriaga (El Brillante), Tonalá (un terreno), Jiquipilas (Los Bordos, de 3,160 has), Copainalá (un terreno), el rancho San Francisco de 44 has de la FMVyZ (Facultad de Medicina Veterinaria y Zootecnia), Chiapa de Corzo (San José Mujular, de 100 has) y Playas de Catazajá (un terreno de 20 has). Bienes a los que ojalá no les pase lo que al Centro Ovino Teopisca, finca extraviada por desidia e irresponsabilidad. O instalaciones al punto del abandono como el propio edificio Maciel de siete pisos en el centro de Tuxtla Gutiérrez, o el Centro Cultural Balún Canán, en donde se incluye la librería del FCE (Fondo de Cultura Económica) José Emilio Pacheco. 

Bienes e instalaciones que carecen de un inventario público. Y sobre los que bueno sería conocer su adscripción, uso, destino y estado; igual que la de la infraestructura general y en particular la de sus planteles escolares, que debía ser de la cantidad y calidad correspondiente a los estándares e indicadores nacionales. O a los que debe ponerse especial atención y cuidado, debido a sus inventarios sensibles. Nos referimos a las existencias de maquinaria, herramientas y equipos; semovientes, especies menores, materiales, productos e insumos; como en los casos de Agronómicas, Agrícolas, FMVZ, Veterinaria extensión y las dos Medicinas. O casos puntuales dedesatención como el abandono del auditorio nuevo de la Facultad de Humanidades.  

Debemos celebrar y encarecer asimismo, como parte de sus activos valiosos, su propia antigüedad e historia; los 50 años que ahora celebramos, igual que el prestigio que de ello deriva. Su centenaria Facultad de Derecho en San Cristóbal de Las Casas, sus cinco o seis instituciones en esa ciudad: Derecho, Ciencias Sociales, Universidad Virtual, Lenguas, EGAI (Escuela de Gestión y Autodesarrollo Indígena) e IEI. Y se nos antoja que a Chiapas y a la Universidad le hace falta ahí precisamente, el mejor escaparate del Sureste: el Museo Nacional de la Izquierda y de los Movimientos Sociales, a fin de relanzar sus carreras y proyectos humanistas y socioculturales. 

No olvidar sus instalaciones y servicios en Tuxtla Gutiérrez y Tapachula; su anual FIL UNACH (Feria Internacional del Libro) y la… ya próxima, renovada y anual Muestra Internacional de Cine, en asociación con la Cineteca Nacional.

Cultura de la autocrítica

Y aunque nos duela hasta el alma, debemos tocarnos esa llaga horrorosa; la ausencia de esta práctica fundamental: la cultura de la autocrítica, la del juicio y la evaluación colegiada; la voz abierta, la discusión constructiva. La cultura del análisis sosegado y fecundo de sus dificultades. No al autoelogio. Para luego corregir errores y despropósitos. Para reconocer y entonces superar, verbigracia, la inexistente o quizás desconocida transparencia financiera, o la propia rendición de cuentas. Que deberían ser distintivas de las instituciones públicas.

Bien es cierto que el rector Pedro René Bodegas, algo de eso ensayó durante su administración.Aunque… habría de proyectarse algo de luz en la opacidad de la administración de los recursosfinancieros de la Universidad. Igual que la DGP (Dirección General de Planeación) podría corregir su deficiente intervención en la programación del presupuesto universitario.

Es observable cierta ausencia comunicacional, o quizás deficiencia de relación entre las unidades académicas situadas y las oficinas centrales. Lo que lleva al pronto deterioro de situacionesprevisibles, fallas en la gobernabilidad local, y desconocimiento de los datos duros vinculados a la calidad de sus servicios.

Del mismo modo como es típica la falta de idoneidad en el perfil del personal administrativo. (Médicos y enfermeras en donde se requieren capturistas o ingenieros). Vicios e inercias en la contratación, entonces, agravados por compromisos sindicales espurios. Es el caso de la malhadada “herencia de plazas” del STAUNACH (Sindicato de Trabajadores Administrativos), igual que desafortunadamente persiste la duplicidad de funciones al interior de la estructura organizacional.

Pero aún, lo que más duele, son los magros y escasos resultados del ámbito de la investigación científica. No tenemos datos duros, no los encontramos o no los recordamos, pero ello es evidente si nos comparamos con la USAC (Universidad de San Carlos) en Guatemala, o con las universidades de la Península, Veracruz, Puebla, el centro del país, la ciudad de México, las del Bajío y las del Norte del país, e incluso la propia UJAT (Universidad Juárez Autónoma de Tabasco). Situación que ahora mismo confirmo, al teclear en el Google Chrome la entrada “Ranking calidad académica Universidades México”.

Y la otra gran cuestión: el desperdicio de recursos humanos calificados, experimentados. Cuando los viejos, productivos, deberían formar parte del Consejo Universitario, de la Junta de Gobierno, del Comité Permanente de Finanzas y demás órganos de decisión, consulta, arbitraje y calificación; al nivel central y de las unidades académicas.

Y, en tal sentido, no debe considerarse así, el apartamiento de la Universidad respecto de la formación de ingenieros, pues, las carreras científico-técnicas no forman parte de su vocación nide sus propósitos. Y expreso esto por las ideas desinformadas que por ahí circulan, lo que implicaría su involucramiento en el campo de la electricidad, la electrónica, el petróleo y lasenergías renovables. 

Sí es cierto, sin embargo, el desconocimiento actualizado de las necesidades de los empleadoresdel sur-sureste del país y de sus “industrias”: servicios, turismo, gobierno, agropecuarias y agroindustrias. Igual que es palpable nuestra falta de información y estudios sobre las tendencias locales e incluso focalizadas del mercado laboral. Razón por la que existen desfases e incongruencias entre currícula y habilidades; todas relacionadas ―que ni duda quepa―, con las fallas de la Universidad en la acreditación permanente de sus programas educativos.

Nula es su participación en la oferta de estudios superiores del ámbito centroamericano. Ello a pesar de que parte de su Misión sería “vincula[rse] con la sociedad en entornos locales, nacionales e internacionales”, igual que debemos asumir ―bien es cierto que con pena y algo de molestia―, el relativo desprestigio ético y académico de las Medicinas en Tapachula y Tuxtla Gutiérrez, Arquitectura y Derecho. Ello ante algunas denuncias de corrupción e irregularidades en el proceso de admisión.

O las conductas de acoso y ausentismo laboral que de cuando en cuando se manifiestan en el ámbito de dependencias universitarias y planteles puntuales. Y finalmente, la fallida e inexistente instrumentación del proyecto Radio y Televisión UNACH, no obstante que, desde la Facultad de Humanidades la propusimos originalmente hace 28 años.

Inconvenientes menores

Cierto. Otras dificultades menores aunque no menos importantes, serían ―a reserva de efectuar algún calado más profundo―: la disminución a la que se ha visto sometida la Tienda UNACH, que aunque tuvo dos espacios visibles, propios, hace falta su presencia en los centros de Tapachula, Tuxtla Gutiérrez y San Cristóbal, al menos a un nivel testimonial. O la cuestión de la urticaria e insatisfacción laboral que provocan esas variedades de nepotismo familiar e intergeneracional vigentes.

La “carrera docente” o PDPD (Programa de Estímulo al Desempeño del Personal Docente),desde hace tiempo convertido en negocio de vivales y mar de inconsistencias. La ausencia de una norma asociada a la oferta comercial de alimentos al interior de la Universidad; norma que debe proteger la salud y el bolsillo de estudiantes y docentes y… algunos “servicios sobrados”, como el de las guarderías para hijos de estudiantes.

Aunque, para volver a cuestiones de mayor peso, ahí estaría el “costo promedio anual por estudiante universitario al nivel nacional” que, de acuerdo con el INEGI (Instituto Nacional de Estadística, Geografía e Informática) es ahora de $13,824 pesos. El costo de las universidades privadas oscila entre $40,000 y $49,000, mientras que el costo promedio de nuestra Universidad es de $43,843.59, de acuerdo con su página oficial. Aunque aquí encontramos dos dificultades: a) Adopción de la política nacional de “no rechazar a nadie” y b) Falta de promoción para estudiar carreras sociales básicas: biblio e información, historia, sociología, antropología y economía. 

Otra: el “multideportivo Ciudad Universitaria”, ubicado en las inmediaciones de la FMVZ. Parte del programa flamante aunque fallido del rector Jaime Valls Esponda. Idea que sin embargo, debería retomarse, a modo de disponer de instalaciones administrativas propias, adicionales, y disminuir y acaso eliminar los alquileres onerosos que la Universidad paga.

Y va otro caso emblemático: la ignorada Fundación UNACH, corporación que debería integrarsecuanto antes con empresarios prominentes egresados de la institución; bienhechores, benefactores, activistas y filántropos. Y ratificar su calidad de órgano autónomo, externo, y casi empresa… destinada a generar prestigio y recursos adicionales a la Universidad. Órgano basadoes cierto, en algunos activos institucionales, aunque sin representar carga ninguna a su erario o presupuesto.

Y finalmente, urge ya, por fin, consolidar la identidad gráfica, la identidad mnemotécnica y sociocultural de nuestra Universidad ―incluso vía Ley Orgánica o a través del Estatuto General―, para que ya no sea nunca jamás modificada. Asunto en el que algo avanzó el rector Jorge Ordóñez Ruiz. Ámbito en el que no se vería mal, volver a las andadas: ¡Al registro e incorporación, en la segunda o tercera división del futbol mexicano, de los Ocelotes de nuestra Universidad!

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