Guillermo Ochoa-Montalvo
Dedicado a Corina.
Querida Ana: La Ludoteca son espacios para niñas, niños, adolescentes, jóvenes y sus familias, donde se realizan actividades culturales, artísticas y juegos, con el fin de estimular el desarrollo físico y mental, la solidaridad con otras personas, la creatividad y la promoción de la Paz. En ellas, se imparten talleres de estimulación temprana, estimulación sensomotriz, arte-terapia, dibujo y pintura, donde se combina la lectura, el arte, juego, deporte y el club de tareas.
Hace muchos años, Eugenia tuvo un sueño, lo amasó, lo acrecentó. El sueño la condujo a la ilusión y el deseo, a la acción. Aún no tengo claro si ella es profundamente lúdica por haber descubierto el placer de las ludotecas o llegó a interesarse en éstas por ser entrañablemente lúdica. Más bien creo en lo segundo, porque su madre le enseñó las ventajas del juego, el placer de jugar y el afán de crear, jugando.
El juego desplaza al relajo que carece de reglas y de sentido. El juego aglutina, congrega, organiza, traza reglas y procura la sana competencia bajo objetivos precisos y metas alcanzables. A través del juego aprendemos a relacionarnos con los demás, a seguir reglas y sobre todo a respetar tiempos, estrategias y trucos. Jugar, significa aprender, reproducir y mejorar la realidad; crear nuevas opciones, explorar alternativas impensables. Jugar es ejercer el intelecto para aprender a resolver problemas.
El relajo, por el contrario, distrae los sentidos, nos hace perder la brújula de lo importante para perdernos en la risa idiota del sin sentido. El relajo desordena; consume el tiempo inútilmente y al final, nos deja la sensación de vivir en medio de un velorio sin anfitrión.
Ambos compartimos el interés por las ludotecas; ambos desearíamos ver una ludoteca en cada ciudad, en cada pueblo, en los rincones más alejados de las urbes. Un día imaginábamos el futuro viendo tantas ludotecas como cantinas existen en el mundo. Lugares propicios para despertar y cultivar la imaginación de los niños, canalizar la rebeldía de los jóvenes, apaciguar las angustias de los adultos y recrear las hazañas de los ancianos. Pero la realidad es diferente y me temo que en las ciudades existen decenas de cantinas por cada biblioteca, y pocas ludotecas, en caso de existir.
El asunto de las ludotecas nos condujo a conocer algunas experiencias como las de Motozintla en donde funcionaban hasta hace poco las ludotecas en cada una de sus bibliotecas comunitarias.
Los municipios debieran contar con ludotecas bien diseñadas para hacerlas proliferar con inversión privada en sociedad con los municipios, lo cual es posible a través de las empresas paramunicipales consignadas en la ley.
A través del juego, los pueblos cultos del mundo han aprendido a cultivar la mente, el espíritu y el cuerpo; cuando el arte de jugar desaparece todo se degrada. Con el juego surge la risa, el ánimo de competir y la derrota no es más que un desafío para buscar el triunfo.
Conocí el concepto de las ludotecas en un programa de la BBC de Londres transmitido en 1980 donde narraban la iniciativa de la UNESCO por establecer el programa de ludotecas con los ministerios de educación, especialmente en los países en vías de desarrollo. Más tarde, supe que la UNAM contaba con su propia ludoteca y otras universidades de México impulsaban este proyecto. Así surgió la idea del Museo del Papalote en la ciudad de México donde se invita a los asistente a tocar todo cuanto se encuentra exhibido. Los niños y jóvenes disfrutan manipulando las máquinas, palpando las texturas de los juguetes, experimentando la sensación que producen los aparatos instalados. En Zapopan existen ejemplares ludotecas, dignas de emular.
El error de muchos es pensar que el desarrollo se finca en la construcción de caminos, infraestructuras costosas, financiamientos a la producción, servicios públicos sofisticados y obras por todas partes. El desarrollo de los pueblos inicia con la obra humana, no con la obra pública que es simplemente su medio, no su fin. La obra humana conduce a la cultura y la cultura a la convivencia en armonía alejándonos de la simple coexistencia. Las ludotecas contribuyen a la comprensión de nuestra realidad, a comprendernos los unos a los otros, a descubrir que siempre hay soluciones. En vez de quedarnos instalados en la angustia nos enseña a encontrar las salidas posibles.
La cultura no es una sucesión de presentaciones artísticas culteranas, de exposiciones pictóricas de élite, muestras de teatro a las que nadie acude; cine internacional que a pocos les interesa. Todo ello forma parte de la cultura, sin duda alguna, pero no es suficiente ni se agota ahí. La cultura inicia cuando el hombre es capaz de mirar hacia adentro y percibir la Naturaleza; cuando se atreve a explorar en su interior sus capacidades e ideas y a partir de ahí, motivar el deseo por transformar la realidad. Así, las ludotecas forman parte de este proceso de creación.
La cultura no se carga bajo el brazo en forma de libros; se estimula con el juego; se expresa en palabras y acciones cotidianas que nos conducen a la convivencia. Un pueblo culto requiere de menos leyes y reglamentos que un pueblo inculto y salvaje. Mientras más policías, leyes, reglamentos y prohibiciones se requieran, más será el grado evidente de atraso cultural que exprese un pueblo.
Las ludotecas son espacios propicios para rescatar el patrimonio histórico de cada comunidad, digno de ser narrado y transmitido a las nuevas generaciones. Este es el punto de partida de las ludotecas. No hay cultura sin reconocimiento de uno mismo y de los otros. La identidad es todo aquello que nos identifica a nosotros en oposición a los otros. Pero sin historia no hay identidad ni engrandecimiento cultural.
Las monografías de cada comunidad realizadas en las ludotecas, nos abrirían a comprender nuestra cultura y la de otros pueblos. Como sea, Ana Karen, las ludotecas son mucho más que una simple área de diversión, y son, sobre todo, una cuestión de amor.