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Juventud de su pasado / LA FERIA

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Sr. López

Tía Flor hablaba de un hilo del buenazo de tío Chucho, siempre diciendo de corridito “Jesús-mi-esposo”; hasta que hartó a la deslenguada tía Victoria, que le dijo: -¡Deja de moler con eso!, di la verdad, Jesús-mi-amante –desmayo de la tía, sofocón de las señoras y discreta aclaración a este menda del impresentable primo Pepe: tía Flor era la casa chica de tío Chucho, muy casado por su lado. ¡Vaya!

Conviene aclarar que es falso que el Presidente López Obrador sea más popular que El Santo, Blue Demon y Chespirito. No es cierto.

Según Consulta Mitofsky en su quinto año de gobierno, la popularidad de López Obrador, ronda el 57%. No eche cuetes: en el mismo año de gobierno, Zedillo andaba en 64%; Fox en 55%; Calderón, 54%; (Peña Nieto no cuenta, su desplome fue bíblico), y el innombrable Salinas de Gortari, en su penúltimo año, tenía una popularidad del 78%. No, no es el más querido ni el más popular, sí es el más visible, pero diario da conferencia de “prensa”.

Dejemos eso en remojo y a volapié tratemos de entender qué clase de gobierno ha sido el actual. Hay quienes dicen que es ma-ra-vi-llo-so (siempre hay alguien así); otros aseguran que es un desastre sin paliativos, lo que tampoco es del todo cierto pues cuando menos se ha sostenido la política económica tal y como la manejaron los gobiernos anteriores, los neoliberales, sin concesiones ideológicas a eso que llaman “izquierda” (ahí revise por su cuenta los “Criterios Generales de Política Económica para la Iniciativa de Ley de Ingresos y el Proyecto de Presupuesto de Egresos”, que cada año elabora Hacienda… y compare).

Sin embargo hay quienes afirman que este gobierno es una dictadura, lo más barato en que lo dejan es en autocracia. Lo siento, tampoco es cierto. Un dictador o un autócrata, no se hubiera llevado tantas decepciones con el INE, el Congreso y el Poder Judicial (ejemplo fresquecito: ayer un Juez federal tumbó el caso de Agronitrogenados contra Lozoya, a quien el Presidente le quería sacar 30 millones de dólares de “reparación”; ni un dólar, ni un peso: servido señor Presidente).

Además, para autócrata o dictador se necesita (entre otras cosas), ser matón y ese defecto no lo tiene López Obrador. Lo más que hace es encarcelar o echarle encima la UIF o la Fiscalía General, a selectas personas (casos de estudio, la ilegal cárcel preventiva de Rosario Robles y la súbita renuncia de Medina Mora como magistrado de la Suprema Corte), pero no manda matar a nadie. Por el contrario, lo que sí hace este gobierno es coexistir cachetonamente con corruptos de alto calibre, propios y extraños.

Por supuesto no faltan los que denominan a este gobierno como demagógico, pero no existe tal régimen sino políticos demagogos, mentirosos, aduladores del pueblo para engañarlo y esos no tienen color ni ubicación topográfica (izquierda, derecha), pues aparecen en cualquier parte del espectro político.

Es ante el proceso electoral anticipado en que está el país, que hay quienes insisten en dilucidar qué clase de gobierno tenemos, con temores (infundados), de que recurra a alguna medida desesperada, cercana al golpe de Estado, en caso de perder las elecciones. No lo parece pero revisemos:

Este gobierno puede ser que se parezca mucho a lo que los especialistas en la materia llaman “anocracia” (es en serio, no sea así). No se confíe en el dominio del griego de su texto servidor pero “ano” tal vez sea término derivado de una preposición griega que significa “alejamiento” y “cracia”, gobierno (eso otro que está pensando, en griego no es “ano”, es “procto”, ya deje el tema); pero le insisto, no se confíe.

Da lo mismo, porque por anocracia se entiende aquél sistema de gobierno que mezcla sin coherencia, prácticas autoritarias y democráticas; y también, el sistema de gobierno ineficaz, con políticas de Estado inestables, y una característica muy destacada: la celebración de plebiscitos, consultas populares, para disimular la imposición de decisiones unilaterales o la ignorancia e incomprensión sobre las posibles soluciones.

Otros estudiosos, agregan que las anocracias son regímenes en los que se privilegian en el discurso las decisiones colectivas, comunitarias, grupales, por encima de los derechos individuales y empresariales, con mecanismos ineficientes o manipulados para corregir injusticias. ¡Ah!, también dicen esos sesudos, que las anocracias  son susceptibles a súbitos cambios de régimen. Se entiende, la gente se cansa, sepa o no qué es la anocracia.

Así las cosas y ya definida por el Frente opositor la candidatura de Xóchitl Gálvez a la presidencia de la república (con otro nombre para eludir la ley electoral), no será sorpresa que a su vez, sea Claudia Sheinbaum la candidata de Morena & Asociados. Todo el país sabe o supone que es la preferida del Presidente.

Pero no de balde están encendidos los focos rojos de emergencia en Palacio Nacional. Doña Xóchitl, en dos meses y desde la absoluta nada política, se colocó ya a 10 puntos porcentuales (o menos), de doña Sheinbaum, corcholata presidencial nominada desde 2021 y con el apoyo no muy discreto del aparato gubernamental, poco útil porque no tienen ni tendrán candidata, doña Sheinbaum es y será peso muerto, no entusiasma ni al más fervoroso morenista y es capaz de vaciar el Sambódromo en una noche loca de carnaval. Y cuidado, que muy bien puede llegar a Palacio, que para eso, su líder no le hace ascos a ninguna triquiñuela electoral aunque si la gente sale a votar, no hay trampa que valga y este gobierno podrá ser llamado por su nombre, anocracia, sin trapitos calientes.

Puede ser. En política llaman “cisne negro” a lo que es posible pero era impredecible, extraño. Xóchitl Gálvez es el cisne negro que no imaginó nunca el inquilino de Palacio. Y lo que iba a ser un día de campo para entregar la banda presidencial a su sucesora, más se va pareciendo a una refriega de pronóstico reservado, porque tampoco supuso nunca el señor madrugador, que el PRI iba a sacar juventud de su pasado.

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