Juan Gilberto Rasgado Ocaña
El vagabundo-ojos de iguana / pasó por aquí & su sudor lo huelen todavía los vientos los dioses-sangre de camello que habitan e iluminan el corazón de estas montañas
Mario Santiago Papasquiaro / Visión del Sinaí
Las historias urbanas son una forma ingeniosa en que la Literatura se viste para salir. Hoy quiero platicarte los orígenes (y quizá de forma tenue) de un personaje vanguardista/ marginal/ y… poeta, cuya fama lo vuelve un mítico ser de las esferas del Arte y a la vez un errante despreciado por el gremio de las Letras, Mario Santiago Papasquiaro.
Cual si fuese un estoico redimido ante la desgracia, quien fuese José Alfredo Zendejas, el poeta infra, el 10 de enero de 1998 es arrollado en el tránsito citadino por no fijarse en el camino, similar a Camus, más descuidado que absurdo. Pero… ¿qué acontecimientos marcaron su vida antes del trágico destino?
José Alfredo Zendejas o como desde su juventud se nombra, Mario Santiago Papasquiaro, nace el 24 de diciembre de 1953, pero sin la divinidad como aliada. Bajo la premisa de que José Alfredo solo había uno, se hace llamar Mario. Más tarde se adhiere Santiago Papasquiaro, “por eso mi seudónimo […] el pueblo de Durango donde nacieron los hermanos Revueltas” (Ornelas: 1995), a quienes Mario, el poeta, admirada demasiado.
¿De quién será propio el acto de cambiar su nombre de forma oficial ante las leyes que legislan? De los artistas, según lo dicta la evidencia. Se sabe que el bautismo por mérito propio es el equivalente a colocarse un alias o seudónimo en el medio del Arte y cualquiera de sus expresiones.
La Infancia de Papasquiaro es endeble y conocida a tientas… Sin embargo, en una edición del 1995, en la Sección cultural de El financiero (D.F. 1995), Oscar Ornelas publica su entrevista a Mario, donde explica que “No nació en la calle La Guerrillera de la Colonia Aurora, ni en la Che Guevara de la Benito Juárez. Asegura haber visto la primera luz en una clínica que ya no existe en la cerrada de Rafael Guillén en Mixcoac.
El poeta recuerda “Yo escribo desde niño. Pero la primera vez que me presenté públicamente fue después de la muerte de mi abuela”. Sobre los orígenes de su aparición pública, menciona que asistió en la primavera de 1971 al Taller de Poesía de la UNAM que coordinaba en aquel entonces Juan Bañuelos, un miembro más de La espiga amotinada. Y que en el invierno del mismo año, Oscar Oliva lo invita al Centenario de Manuel Acuña, con remuneración ¡sobre todo! O al menos eso explica Papasquiaro en la entrevista con Oscar, el periodista.
Juan Villoro menciona en Ardió en su propia luz (Respiración del laberinto. Ediciones sin Fin, 2018) que “era uno de los más brillantes alumnos del taller de Poesía”, además el narrador recuerda “sus primeros poemas, dotados de gran sentido del humor e ironía”. Mario recuerda “Tuve oportunidad de conocer a mis 19 años, a José Revueltas y a Efraín Huerta, en sus respectivas casas”. Por asuntos y ligaduras políticas se supone, pues el menciona que era militante del marxismo-leninismo. En el año 1975 funda el Infrarrealismo junto a sus colegas Roberto Bolaño, Piel Divina, Guadalupe Ochoa, entre otros.
Papasquiaro afirma ser un alma errante y en su obra poética se manifiestan varios pasajes acerca de la vida nómada de un poeta underground. Tal parece que se consumen los viajes en más de dos décadas de la vida de Mario donde habitan la realidad y la ficción.
A Ornelas le cuenta: “Yo viví en Barcelona, en París, en Viena, y he publicado en Argentina, en España, en Estados Unidos, en París dí recitales” (1995) pero sucedieron más que paseos artísticos y poéticos, al igual que Vallejo, en una Francia que daba paso a la precariedad y la mierda: “En París yo vivía en la miseria. Cuando regresé a México pesaba 40 kilos. Pero no estaba fácil, porque yo siempre he caminado mucho, allá y en esta puta y maldita ciudad”
Pero en México, Papasquiaro fue relegado a causa de su obra, Villoro supone que si hubiese estado en algún país más al sur de América se le hubiera complicado la estadía en los estratos literarios, más no se hubiese puesto en tela de juicio su condición de artista. “Fue un escritor que padeció la Vida literaria mexicana, incapaz de aceptar al irregular, al radical.” (Villoro, 2018). En su entrevista en El financiero, el mismo Papasquiaro cuenta sus experiencias desfavorables en las elites literarias ─ por su posición en lo que a poesía se precisaba y sobre todo por la fama de “salvajes” y “saboteadores de recitales” ─:
Desde entonces me empezaron a quemar, porque me he enfrentado con Pacheco, con Monsiváis, a todos los conozco. Nadie me quiere dar trabajo. Hace cuatro años que no tengo ingresos personales. Sergio Mondragón me ha negado trabajo porque soy infrarealista. Dicen que yo saboteo recitales. Dicen que los infrarrealistas golpeamos a la gente. Y los imbéciles alegan que yo no sé escribir. Puta madre. Yo soy lécrivain. Pero eso no importa.
(El financiero. D.F. 1995)
Para la fecha en que sucede la entrevista con Ornelas, Mario estaba a tres años del aparatoso accidente que le arrebataría la vida. Sin embargo, afirmaba que tenía ya más de setenta poemas “bajita la mano” pues las precisiones en los hedonistas no tienen mucha cabida. Por si fuera poco, tenía dos poemarios escritos Beso eterno y Aullido de Cisne, sin mencionar las antologías en las que intervino en la edición y con obras de su autoría.
La obra de Papasquiaro está esparcida en diferentes naciones, en editoriales varias, bajo diferentes seudónimos e incluso en distintas épocas, más adelante hablaremos sobre ello. Ese grado de universalidad primigenia solo se asemeja al sufrimiento marginal de los escritores del Harlem de Nueva York, o a la transición ideológica y social de la juventud beat. Después de todo, no era tan distinto a los segundos, compartían una época cercana y cuestionamientos sociales similares que nacían de la marginalidad, el racismo entre otras condiciones de la oposición juvenil contracultural del siglo XX en México.
Se ignora si bajo el rayo del sol o el cobijo de la noche, el 10 de enero del año 1998, dejaría los senderos subterráneos y marginales de la poesía en manos de la Vida, pues como escribe Bolaño en Los perros románticos “volvió a la Muerte”.
BIBLIOGRAFÍA
Ornelas, Oscar. (1995), El financiero. Sección cultural. D.F
Villoro, Juan. Respiración del laberinto. FCE. México
Villoro, Juan. Un poeta. La Jornada semanal 2. 1998