En la poesía, particularmente la actual, existe una sensación para nada insincera de que todos los malignos y clásicos preceptos de las artes no giran en torno a la regulación de una vida común y, por ende, en torno al porvenir de cualquier persona, sino a la experiencia más particular que no tiene problemas con estar de acuerdo que la poesía está en todas partes menos en un poema moderno. Ofrezco la siguiente imitación de uno de los arduos sonetos de Meredith para examinarla de un modo que solo es capaz de aprehender la teoría literaria:
Mayor miseria es que morir no pueda,
será pureza agravio y mal sentido,
que dolor y penitencia son moneda
de razón y de su bien desconocido.
Por ser de error y bajezas yo testigo,
vivo y muero sin lágrimas vertidas;
mayor perdón será sufrir mi olvido,
que ver a sus porfías desmentidas.
Le tenga la belleza a su forma envidia
y quiera encogerse el alma en sus perdones,
menos serán convenciones desmentidas
que el rigor injusto de perder los dones.
Yerro es que mujer de sí objeto sea,
y de no poder más mi duda que el engaño;
castigos vanos sufre el que así desea,
y de su virtud proviene el desengaño.
Entre los varios postulados que podríamos tomar en cuenta del muy amable y florido vocabulario de la teoría literaria destaca el hecho que siempre podemos hallar en las mismas hipótesis, que un análisis depende interpretar, indagar o definir la realidad, entre otras muchas que, con un poco de imaginación, nos proporcionaría la más pueril de las facultades del entendimiento como es la facultad de interpretarlo todo, la cual siempre ha estado emparentada con conocer muy poco, o con ignorarlo casi todo. El soneto es un pretexto para declarar un par de cosas: para indagar algo como la realidad se requieren de ideas lo menos imparciales que pueden ser como aquellas que no consideran que hablar de la verdad es algo ambiguo; definir la realidad demanda emplear ideas que no hacen más que considerar que la verdad es algo ambiguo; interpretar la realidad significa primeramente que hay una verdad que abordar, y si en términos literarios algo como la “verdad” es más ambiguo que un concepto como “significado”, significa que a lo que nos enfrentamos es todo significa cualquier cosa; o incluso que la nada significa algo.
El lector habrá advertido que un ejercicio de esta índole nos daría una conclusión como la siguiente: el problema principal de la teoría literaria es que, por encima de estudiar la teoría, enfoca casi todos sus esfuerzos en estudiar lo que debe estudiar la teoría; el hecho es que deberíamos emplear muchos más esfuerzos intelectivos y persuasivos en definir muchos más objetos de los que ningún lector obtendría una especie de placer que no fuera más bien un estímulo, para pensar en industrias que nunca han valido la pena. Para hablar de este soneto de Meredith necesitaríamos muchas más herramientas de las que valen la pena poseer para no trastornar la razón en una fuerza suspendida constantemente con impulsos contrarios; ningún lector debe sacrificar los placeres de su imaginación por los sufragios de la razón pública. La teoría literaria no toma en cuenta que un artista no está obligado a satisfacer opiniones colaterales teniendo en cuenta las establecidas leyes de la composición; cualquier persona puede confiar lo suficiente en su propia opinión en la medida que tenga una licencia más racional que personal para defender una opinión que no sea la suya.