Sr. López
Inútil advertencia previa (inútil porque casi nadie hace caso): todo lo dicho en adelante son generalidades, habiendo siempre, como siempre hay, excepciones individuales y colectivas, aunque sería de desear, es de desear, que no fueran eso, excepciones.
Vámonos tendidos:
Nuestro sistema político, más que demócrata es caquistócrata (no, no es eso, no sea así; caquistocracia, del griego ‘kakistoi’, los peores, y ‘kratos’, mandato; es el gobierno de los incompetentes, los no calificados). Nuestro sistema en la práctica, es un régimen “cuatachista-colusivo”, en el que el amiguismo es el criterio para decidir candidaturas a cargos de elección popular y asignar cargos públicos, en beneficio de los que conforman la nata del poder.
Debe decirse que no es raro que se haga a un lado al amigo, si se cuenta con un cómplice, siempre preferido porque no traiciona, ni suelta la sopa, ni en las malas ni en las peores (casos de estudio, Quique Peña y Rosario Robles: muda la señora; don Peña y Juan Collado… calladito el abogado cinco estrellas; o el nombramiento de Bartlett en la CFE).
También, más que un régimen presidencialista -como lo entienden los que entienden de esto-, es una monarquía absoluta ‘pro tempore’ (seis años), que delega el control regional en gobernadores, virreyes, también sexenales, cada uno con derecho de saqueo (releer primer párrafo), aceptando todos ser políticamente decapitados si al monarca conviene, a cambio de conservar lo mal habido: eso es sagrado (es la última vez que lo mando al primer párrafo).
La ventaja para este régimen es que la gente, con brutal realismo tenochca, acepta que la única verdadera división del poder es que unos pueden todo, inmunes e impunes a todo y otros no pueden nada, nosotros, los del peladaje, sujetos a lo que disponga la autoridad.
Este régimen esperpéntico es posible gracias a tres conductas políticas generalmente aceptadas: el ninguneo, el comemierdismo y el nalgoprontismo.
Ninguneo de minorías; ninguneo de mayorías (si dejan de ser incondicionales del monarca, en cuyo caso, pasan a ser de la minoría, porque por el dedo de Dios se escribió que mayoría es la que está con el monarca, sean los que sean); ninguneo del opositor; ninguneo del que demande su derecho sin padrino; ninguneo de todo el que piense distinto, del que piense.
Comemierdismo, esos que forman parte del régimen que igual son foxistas que calderonistas, peñistas y hoy amloístas de matraca del más viejo PRI; comemierdismo de los que aplaudieron la reforma energética y hoy son sus férreos opositores; comemierdismo de aplaudidores incansables; comemierdismo de cierto sector acomodaticio del empresariado cómplice de quien sea que esté en el poder, a cambio de
contratos, concesiones y canonjías, comemierdas que tragan tamalitos de chipilín en Palacio de a cinco millones de pesos cada uno y repiten.
Y nalgoprontismo de los que aspiran a ser parte de las filas del poder; nalgoprontismo de “las horas que usted diga señor Presidente”; nalgoprontismo del que más ríe los ‘chistes’ del señor; nalgoprontismo de esposos de vista gorda y mamás de amplio criterio; nalgoprontismo de “abajo firmantes”; nalgoprontismo que aporta chivos expiatorios porque el buen nalgapronta, le entra a todo.
Pero si merece reproches el régimen y quienes así ejercen el poder, es prudente reflexionar en que tienen lo que tienen y hacen lo que hacen, por la indiferencia irresponsable de la masa, nosotros. Antes, la coartada era el régimen autoritario del priismo imperial; eso desapareció hace más de un cuarto de siglo. Nosotros, por acción y mayoritaria omisión en las urnas, los trepamos o los dejamos treparse en el poder y por la dicha inicua de tomar revancha, más del 50% de la gente aprueba la insolencia grosera del actual monarca cuando proclama “no me vengan con que la ley es la ley”: -Sí, ¡viva, viva! -mientras sea hostil a las élites y a ‘los de arriba’, así lo sean por tener dos pares de zapatos… ¡viva, viva!, aunque todo empeore.
Sin embargo, el régimen actual recicla como caricatura, el echeverriato de hace 50 años, usa sus rutinas y discurso zocalero, disfrutando la aparente eficacia de fomentar en la masa la rabia contra un enemigo común por definir pero que ahí está, debe estar, como prueban las penurias del pueblo bueno, sin reparar en que ese pueblo se compone de electores individuales que a falta de convicciones, son infieles, como prueba que echaron al PRI de Los Pinos y lo regresaron al poder. Todo es posible.
Tampoco repara en que para su mala suerte ya no es lo mismo el Poder Legislativo, ni el Judicial de antaño que los de ahora; hoy las amplísimas facultades despóticas extralegales del monarca, pueden topar y han topado en el Congreso y la Corte. Nada es como antes. El aseo es obligatorio.
En su borrachera de poder, el actual monarca no recapacita en que ya no basta con adormecer a su público cautivo, el nacional, pues son tiempos de tratados y acuerdos internacionales que forman parte de nuestra legislación; ahora se debe convencer al mundo, a tribunales internacionales; al gran capital extranjero; a gobiernos foráneos, inmunes a los encantos de nuestro monarca, y del todo ajenos al comemierdismo y el nalgoprontismo.
El monarca no lo sabe ni lo imagina, pero para los verdaderos poderosos, para la élite de los organismos internacionales y para los pocos países que rigen la economía mundial, los desfiguros de su gobierno no admiten excusa. No lo sabe ni lo imagina pero el tiempo se le acaba para deshacer algunos de sus entuertos, cuando menos como teatro “vérité”, porque ya no es posible seguir acumulando fiascos achacándolos a un pasado que no explica sus decisiones erráticas de hoy ni su negación sistemática de la realidad, menos sus arranques de hilaridad musical. Chico Che no impresiona al mundo.
El monarca, imposibilitado genéticamente para aceptar error o cambio de planes solo reacciona ante el amago, la amenaza, como hizo con el Trump porque a ningún precio va a tragar lumbre.