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Sobre un postulado que dio Russell sobre las ideas

Sobre un postulado que dio Russell sobre las ideas
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Carlos Álvarez

Que los principios más generales de los que la humanidad recibe una importante lección para el ejercicio de su vida, y por los cuales tan nobles llegan a ser quienes hacen un empleo ordenado de las pasiones más desastrosas que administra en cualquier hora la existencia, no puede guiarnos por otro camino que no sea la admiración más despiadada que puede albergar en nuestro espíritu, como es la que depositamos en nuestros contemporáneos,  prueba primeramente que la habilidad que poseemos para abstraer preceptos de objetos inertes no es más meritoria por ser algo práctico, que prescindible por ser algo irreflexivo que trastorna la felicidad en un objeto inalcanzable.

Escribe Russell que las “ideas” han sido siempre algo noble cuando, a pesar de ser abstractas, han estado en manos de quienes han sabido conferirles una especial dignidad para el empleo más reflexivo. Dos cosas tienen lugar en mi mente; primero que ningún objeto que rebaje las pasiones, en palabras de Francisco de Osuna, a entendimiento ejercitado, podría ser de empleo más liberal, digno, y noble, que aquellas máximas que puedan centrar nuestra atención en aprender los males y las obstrucciones de las que siempre ha sido susceptible el poder que posee la razón para relacionar las pasiones con causas increadas. No creo pues que la opinión más honesta que un miembro del vulgo pueda ser más deplorable que un juicio emitido por algún pensador aderezado a la severidad de algún sistema. Al contrario, por obedecer aquella máxima que todas las impresiones responden a cierta condición de la naturaleza de nuestro género, creería que mucho más pueden desviarse quienes han contemplado por muchos años la conducta, que quienes se apegan a las respuestas que les haya ofrecido la aflicción y la experiencia. Que si la más urgente de las necesidades dela humanidad actual girara en torno a detener la multiplicación deplorable de las ideas que favorecen a la depravación y la corrupción, se tendría que enfrentar a las excelentes producciones de entendimientos vanidosos que no han sido susceptibles a defectos y retrocesos. 

Russell aprecia que, “en términos de contenido mental”, es sorprendente hacer un empleo inteligente de palabras abstractas; que por ello nada en materia de ser abstracto es inferible del mero hecho que sea posible ser empleada por la inteligencia las palabras cuya procedencia es incierta. Declaro no desear entender a lo que el inglés se refiere; mucho más creo que Villarroel en algún pasaje de su Biografía declara mejor el contenido de la inteligencia y las ideas: que las fatigas puras y los entretenimientos inocentes de la gente del vulgo, en la medida que sean inútiles de causa, o estériles de medio, atormentan el entendimiento, y dejan que todas las cosas parezca estar contenidas en el deber de estar hechas para que sean compadecidas por las ignorancias que se con facilidad tanto memoria y razón perdonan. 

Sería realmente extraño que un objeto como las ideas, haya sido ampliamente apreciado, recorrido y discernido por los eruditos, revisada con entusiasmo por los adoradores de las artes, y sometida al escrutinio ansioso de quienes solapan todo lo que provenga de un empleo esforzado de la lógica, esté más relacionada a nociones particulares de su utilidad que a un sentido indispensable de felicidad. Bacon dicen en su “The Advancement of Learning”, que sería muy largo repasar los remedios particulares por los que el saber pueda curar o postergar todas las enfermedades de la mente, y que al final, nada más benévolo y piadoso puede ser para la constitución de nuestras sociedades racionales, que la mente no esté fijada en sus defectos, sino que sea susceptible a toda hora de reforma. De Quincey da a entender en su “Philosophy Of Roman History” que la solemnidad por la que cualquier idea puede ser sujeta al examen de la peores y más bajas de las impresiones corresponde a un misterio que atraviesa las conjeturas más obvias y más oscuras que la mezquindad de nuestra inteligencia puede recordar cuando le es más necesario repasar sus errores que contemplar sus logros. 

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