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Sobre George Meredith visto por Domínguez Michael

Sobre George Meredith visto por Domínguez Michael
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Defender un escritor cuya obra no es precisamente el tipo de objeto con el que la mente de cualquier persona se puede satisfacer de la forma más inmediata a la que los aficionados a las letras están acostumbrados requiere de un esfuerzo por repetir sentimientos desgraciadamente comunes; implica también poner en predicamento y veneración lo mortal que puede ser llevar la contraria al sentido común en cualquiera de sus manifestaciones. El procedimiento que goza mejor fortuna es llevar la contraria a las opiniones inconsistentes de las autoridades, especialmente cuando son más bien negativas, y aun mejor cuando son sofisticadamente positivas.
Domínguez Michael dice que la caída de George Meredith tiene que ver con el destino de quienes avalan el progreso. No diré nada sobre los muy ventajosos principios que prevalecen en la mente de Meredith para pensar en absolutamente todo a través de cualquier cosa, sobre todo de las cosas comunes; porque en Domínguez Michael no existe ninguna otra facultad –al menos acorde a su idea– que la de pensar en un par de cosas mediante sentimientos recibidos sin ninguna oposición por quien tiene los mismos esquemas mentales que él mismo. Domínguez Michael es más o menos partidario de la idea que avalar el progreso significa gozar de una serie de consecuencias que no se guardan en ninguna parte de nuestra virtuosa cualidad para suponer; significa, a fin de cuentas, sufrir sus consecuencias.
Hay un problema particular en considerar que mejorar las ideas es progresar. Aplicar un concepto como “mejorar” en las ideas es tan inestable como hablar de “triunfar” en la literatura y “entender” con la muerte de un allegado. La cuestión con las ideas es que son problemáticas cuando son jóvenes, y son un problema cuando, por así decirlo, se niegan a abandonar su juventud. En el sentido que el mejor calificativo que puede gozar un animal es ser considerado inteligente, y el mejor que puede gozar el ser humano es que no sea un tonto del todo, cualquier idea, naturalmente imperfecta, no puede aspirar a ser lo debidamente racional para cambiar el rumbo de las cosas, sino ser inadecuadamente flexible como para poder ser mejorada.
Las ideas de Meredith en torno al amor son severas porque son simples; de hecho, es bastante más instructivo para nuestros tiempos decir que el amor es algo sumamente bestial y sumamente inestable porque es una cuestión inevitable, que considerarlo una especie lamentable de pesimismo, o un género agobiante del optimismo. Afortunadamente la hipótesis que Domínguez Michael formula sobre la batalla perdida de Meredith en nuestra modernidad, únicamente nos da a entender que la influencia de la literatura en la opinión pública es mucho más circunstancial de lo que cualquier adorador de las oscuras ocurrencias de lo extraordinario es capaz de admitir. En cualquier aspecto, las ideas de Meredith sobre el amor son mucho más saludables que las apreciadas por un pesimista para declararlo algo prescindible, o las de un optimista que apreciaría en sus consecuencias algo bastante innecesario.

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