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Señora transformación / La Feria

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Sr. López

 

Tío Mario (Pepe, el impresentable primo Pepe, le decía tío Mariachi), era de Toluca, alto y flaco, enérgico y mediocre que tuvo siempre a la cuarta pregunta a tía Eugenia, su esposa, y sus cinco hijas. Era tratable con una salvedad: con él no había que hablar de religión porque -recalcitrante comecuras-, se encendía y era muy vehemente en sus ataques a todo lo que oliera a iglesia, al grado que no fue al bautizo de ninguna de sus hijas, ni entró al templo en ninguna boda familiar, jamás. Pero, ¡ay!, la vida es como es: su hija mayor se puso de novia de un bien plantado joven, muy educado, titulado de médico, que aparte de todo, era hijo de un señor rico como Creso. Echaban cuetes de gusto el día que fueron a pedir su mano los papás del gallardo pretendiente, extremidad concedida de antemano, y ya terminada la cena de rigor, a la hora de los brindis con los futuros consuegros, en un ambiente de felicidad y concordia, de repente el millonario papá del doncel, congeló la escena al decirle al tío, enemigo público número uno de la iglesia católica apostólica y romana, que el matrimonio sería celebrado en catedral, presidido por el señor Obispo y esperaba que él (el tío con olor a azufre), entregara a la novia al pie del altar. Todos los de la familia voltearon a verlo, suponiendo lo peor… y fue cuando tío Mario dijo esa frase que lo persiguió hasta el fin de sus días: -¿Y por qué no? –fue, claro que sí… y comulgó, entérese usted.

 

Ayer, nuestro Presidente recibió en Palacio Nacional al presidente del Banco Mundial. Después del bonito cuadro romántico presentado más temprano, del romance entre él y los señores del dinero (los de México), para presentar un plan de rechupete de inversiones en infraestructura, después, eso: el mero mero representante del gran capital global en general y del tío Sam en particular, hablando como cuate con nuestro Presidente. O sea, serenos todos: no hay por qué asustarnos con el discurso de ‘izquierda’, ni suponer que habrá achuchones políticos (chairos, absténganse, se acabó la fiesta… con la pena, pero ya ven: la lana manda; como premio de consolación, quedan autorizados a insultar de aquí al 2024 a quien más les acomode o incomode).

 

Existe el Banco Mundial (BM) desde 1946, junto con el Fondo Monetario Internacional (FMI); ambos nacieron de los acuerdos de Bretton Woods (New Hampshire, EUA, 1944), para instalar el nuevo orden económico mundial a partir del previsible fin de la Segunda Guerra Mundial. El pandero lo tienen los EUA, tanto, que la moneda mundial de referencia es su dólar. El BM y el FMI sin aceptarlo, son los personeros de los intereses de los EUA en el mundo.

 

El BM se encargó del Plan Marshall (reconstrucción de Europa), y ahora atiende a los países en vías de desarrollo, para disminuir pobreza e incrementar la prosperidad compartida. El BM casi no cobra intereses por el dinero que financia, esa es la ventaja, pero el precio es llevar el paso que marca el gran capital. Por su lado el Fondo Monetario Internacional (FMI), estabiliza el sistema monetario internacional y lo supervisa; vigila el comercio internacional, promueve el empleo y el crecimiento económico sostenible para disminuir la pobreza.

 

El BM ha sido criticado por algunas cosas muy serias, como el financiamiento a proyectos que provocaron catástrofes humanitarias y ecológicas (en Brasil deforestaron en la selva amazónica una extensión similar a la Gran Bretaña y en la India la presa del río Narmada, desplazó de más de 240 mil personas y las minas de carbón en Singrauli, a 300 mil que quedaron arrumbados en condiciones precarias); el BM no se ocupa de los campesinos sino de las grandes empresas agroindustriales y a las poblaciones indígenas las machaca: ellos van a lo suyo, inversiones productivas que beneficien los intereses del gran capital global, en especial del tío Sam. Pero, igual, no son el demonio aunque tampoco hermanitas de la caridad.

 

Lo que sí está claro es que un país alineado con las políticas e intereses del BM y del FMI, no tiene autonomía económica. México, hoy menos que nunca, pues nuestra economía con tres trimestres seguidos decreciendo el 0.1% y el último con crecimiento cero, apunta a una crisis que no puede tolerar el mundo sin consecuencias globales.

 

Alguna parte de los resultados económicos que presenta la Cuarta Transformación (que al BM le da ternurita), se pueden atribuir al clima de negocios crispado propiciado por las decisiones de nuestro gobierno, pero también a causas externas involuntarias e inducidas. El dinero es despiadado, no admite argumentos, es cumplir o cumplir… y, bueno, algo de razón tiene el que presta, invierte o se asocia.

 

Las asignaturas en las que nuestro actual gobierno está reprobado son economía y seguridad pública, la inseguridad crece y el presupuesto para 2020 reduce dinero a la Defensa Nacional (-2.7%) y aumenta marginalmente recursos a Seguridad (+1.7%) y a la Marina Armada (+1.14%). Congreso, tenemos un problema.

 

Así como Washington nos tronó los dedos con lo de los migrantes y nuestro gobierno echó machincuepas para contentar al tío Sam, ahora con lo de la inseguridad nos pueden dar un disgusto mayor: ayer declaró el tal Trump que va a declarar terroristas a los narcos nacionales. Eso significa que unilateralmente los EUA, pueden aplicar su ley para combatir el terrorismo en el extranjero (acá), interviniendo con sus grupos militares de élite para venir a detener y llevarse a quien les pegue la gana. Habrá quien piense que eso no suena tan mal… bueno, no, pero es asumirnos como colonia, como país subordinado y eso no lo lograron los renegridos gobiernos anteriores que (tome nota), tanto odiamos.

 

La economía en estado catatónico más la criminalidad rampante (y fortalecida por la política de ‘abrazos no balazos’), van a conseguir que el tío Sam se quite la máscara y ni siquiera finja que nos respeta y eso sí sería un cambio, conversión, mutación, metamorfosis, evolución… toda una señora transformación.

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