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Pocas nueces / La Feria

Pocas nueces / La Feria
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Sr. López

Allá en los primeros años 50 del siglo pasado, tío Daniel era un adelantado a su época al que repugnaba la sola idea de ser cabeza de familia y todo lo decidía junto con su esposa, tía Lita (Amelia, Amelita), que cuando lo dejó, explicaba a las señoras de la familia: -No es mandón, pero puras hambres, para eso… mejor sola –y tan tan.

Hay gente con el cerebro bien cableado y debidamente conectado, que de un tiempo acá, insiste en que peligra la democracia en el mundo, que la gente ha perdido la fe en ella, en los partidos políticos, en las elecciones y los elegidos, que campea el populismo y que a la verdad debidamente razonada la ha sustituido la emoción primitiva. ¡Válganos Dios!

Se entiende. Si usted quiere dar una conferencia con el auditorio vacío, anúnciela como “Todo bien y mejorando”; si quiere quebrar un periódico, publique solo buenas noticias. Pero no es recomendable alejar tanto la veladora que no alumbre al santo.

Este menda, cuando oye que la democracia en el mundo, está como novicia rodeada por marineros recién desembarcados después de un año en la mar, se alarma por no haber detectado el dorado tiempo democrático del planeta, que se supone está en riesgo.

¿A cuál época se refieren esos predicadores del pesimismo ilustrado?… ¿a cuál?… seguro al siglo XX, porque antes, eran raras excepciones los gobiernos democráticos.

Pero en el siglo XX la cosa tampoco es de presumir: no hubo democracia en el 90% de África, que eran colonias; ni en la China de Mao; ni en Japón hasta que perdieron la guerra mundial; menos en la URSS ni en la mitad de Europa bajo su dominio; ni en la España de Franco, el Portugal de Oliveira Salazar ni en la Grecia de los coronelazos. Y en nuestro barrio, enAmérica Latina, en el siglo XX estaban de moda las dictaduras.

¿Qué extrañan los melancólicos de la democracia?… o en los primeros 20 ó 25 años que van del siglo XXI, todo estaba de rechupete, ¿sí?… ¿y China, Rusia, la India, Corea del Norte, Siria, Bielorrusia, Hungría, Cuba, Venezuela, Nicaragua?… y las 22 dictaduras actuales en África, el continente olvidado.

La verdad es que en el mundo hay buenos y malos gobiernos, como siempre, y que los regímenes dictatoriales siguen disminuyendo: de los 195 países que hay, quedan unos 57 con gobiernos autoritarios.

Hay que andarse con cuidado al consultar datos, hay de los campeones mundiales del pesimismo, como la Bertelsmann Transformation Index, de Alemania (“La calidad de la democracia a nivel global registra su nivel más bajo de las últimas dos décadas”); o de los que dicen que estamos mejor que bien (“El mundo es más democrático que nunca”), los del Instituto Internacional para la Democracia y Asistencia Electoral (IDEA), de Suecia. Ni tanto ni tanto. Lo de siempre y con altibajos pero no empeorando, que la especie humana no es de imbéciles… ¿o se puede comparar la situación de la población mundial de nuestros días con la de cualquier otra época, cualquiera?

Otra cosa que merece revisarse es la entronización universal de la palabra democracia. Todo debe ser democrático. Lo que no es democrático necesariamente está mal. Si por democracia se entiende un régimen en el que se respeta a la gente (a toda la gente), la propiedad privada y se aplica la ley igual a todos, estamos de acuerdo. Pero eso se puede hacer y se hace en algunas monarquías, viera usted.

El problema es que se ha instalado al menos en la conversación pública y entre la casi totalidad de los pensadores políticos, un fundamentalismo democrático del que se ocupó el inmenso filósofo Gustavo Bueno. Fundamentalismo que antepone a todo las elecciones libres, la consulta a la ciudadanía, y no admite matices: solo la democracia es cimiento válido de cualquier régimen y por eso, cualquier régimen no democrático es ilegítimo y carece de la esencia de las verdaderas sociedades políticas. No es cierto.

Uno de los principales disparates al hablar de democracia, es sostener que el gobierno por ser elegido en comicios, representa la voluntad popular, eso no existe, no hay voluntad popular, hay la voluntad de cada individuo que compone la sociedad, pero la suma de esas voluntades, expresada en elecciones, no constituye una nueva voluntad, la popular, lageneral, nunca.

Póngase en guardia cuando escuche usted a un político decir que representa la voluntad popular porque fue elegido y que por eso sus actos son legítimos, que sobran ejemplos de malos y pésimos gobernantes que fueron elegidos, para no hablar de los que resultaron bandidos, corruptos y hasta cómplices de delincuentes, muy elegidos por el pueblo, eso sí.

Tampoco se vaya a tragar nunca el cuento ese de que en la democracia el pueblo manda, el pueblo nunca manda. En cualquier tipo de gobierno, en cualquier régimen, siempre y en todo lugar, unos cuantos deciden y mandan sobre la sociedad entera. Y todavía peor, la democracia se usa no poco como coartada, los que alcanzan el poder saben instalar sus propios mecanismos de legitimación: manipulación de elecciones, referéndums y consultas, dádivas a los menos favorecidos, encuestas de popularidad… y prensa, mucha prensa, al contado.

Lo propio de las democracias es que los gobernantes sean elegidos realmente por la ciudadanía. Una vez realizado el trámite, lo demás es como siempre, unos mandan, otros obedecen y cuando resultan ser malos gobernantes, lo propio de las democracias es que se les sustituya mediante elecciones, sin sombrerazos.

Aunque hay un problema del que nunca se habla: la gente elige, sí, pero del menú que le ponen enfrente, los candidatos no salen de la “voluntad popular”, salen de la voluntad de los grupos de interés y poder, o mucho peor: de la voluntad del que tiene el poder (caso de estudio: el juego de las corcholatas del Señor de los Abrazos).

Así las cosas: este gobierno nuestro de ogaño, si no da resultados, si sigue embozado en la voluntad popular y las promesas de un futuro que nunca llega, quedará como el de su antecesor, en mucha palabrería y pocas nueces.

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