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Pachorra nacional / La Feria

Pachorra nacional / La Feria
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Sr. López 

Tal vez en casa de usted las cosas eran distintas, pero en el centro de adiestramiento en que domesticaron a este menda, un diálogo típico era parecido a esto: -¿Mamá, puedo salir a jugar? -Haz lo que quieras. -Ya terminé la tarea. -Que hagas lo que quieras. -Nomás un ratito. -Tú sabrás. -Bueno, me quedo. -Mmm, más te vale… 

Parece que por una extraña mutación genética que ya explicará la ciencia, los mexicanos somos capaces de percibir con claridad meridiana la diferencia entre lo que oímos o vemos y la realidad; así, al vuelo y qué bueno, porque en nuestro país, la realidad no suele coincidir con lo que se ve y se oye. 

Esa aptitud desarrolla una tolerancia de amplio espectro a la mentira y fomenta la indiferencia de la ciudadanía con el gobierno: la gente vamos por un lado y las autoridades por otro. Poco caso hacemos a la autoridad, que a su vez, nos retribuye haciéndonos menos caso. Por eso, para conseguir servicio de agua se cierran calles o se organizan marchas, que en otros países se hacen para derrocar al gobierno o independizar al país. Acá la calle es la ventanilla de trámites. 

Si revisa uno nuestra historia se entiende esta actitud de matrimonio mal avenido entre la gente y los gobernantes; antes de la llegada de los españoles, la raza ni pintaba, todo se arreglaba a macanazos y sacándole el corazón a unos cuantos centenares de cuando en cuando (parece que casi diario); luego durante los 300 años de virreinato, la cosa mejoró (los gobernantes ya no cenaban gobernados), pero no había duda: unos mandaban y los otros obedecían, con el inconveniente de que se mandaba mal y se obedecía igual. 

Desde que somos independientes, tuvimos un siglo XIX de dar pena, entre dictadores, matazones, invasiones y hambrunas que poco abonaron a tomarle respeto a los mandones de turno; y el siglo XX quedó marcado por más matazones y 70 años de teatro cívico, porque nuestra democracia era teatro pero como sí hubo una sensible mejora de las condiciones de vida de las mayorías, sin que las mayorías ni opináramos, más cuajó la indiferencia del peladaje respecto de sus autoridades con la ventaja de que se iba prosperando. Ese es el milagro mexicano: construir un país sin ciudadanía, que es como hacer una barda sin ladrillos… y somos país y no de los de tres al cuarto. 

Todo lo anterior viene a cuento por la situación actual en que estamos. Hace poco era escándalo nacional que en Los Pinos, la entonces residencia presidencial, compraran unas toallas o que el Presidente no pudiera decir de corridito tres libros que había leído; y ya más seria la cosa, un monumento que costó mil millones de pesos o una casa de la esposa del Presidente que parecía soborno (parecía). En cambio ahora no pasa nada por 23 casas de un funcionario, por los videos de otro funcionario dando dinero en efectivo a hermanos del Presidente, ni porque el gobierno eche a la basura 300,000 millones de pesos de una obra que no le iba a costar un peso al país, porque el aeropuerto de Texcoco se pagaba solo y como se canceló, el gobierno tuvo que pagar con nuestro dinero lo ya hecho y las indemnizaciones a las empresas participantes; ahora no pasa nada. 

Si a otro Presidente lo despellejó la opinión pública por decir mal el nombre de Jorge Luis Borges, al que ahora tenemos se le deja decir que México tiene 10 mil años de existir sin que se mueva la hoja del árbol (y para que le calcule el tamaño de metida de pata, la cultura más antigua conocida es la sumeria, del siglo XVII a.C., o sea, de hace unos 3,700 años y pico), y no está uno calumniando a ya sabe quién, lo dijo durante su visita a la refinería de Salamanca, en Guanajuato, el 25 de mayo de 2019 y dos días después en su madrugadora en Palacio, aclaró su dicho explicando: “(…) es un tema de antropología, ¿desde cuándo se conoce que existe el hombre en América?, pues desde hace alrededor de 5 mil, 10 mil millones de años” (¡híjole!, los científicos calculan la edad del planeta entre 4,400 millones y 4,510 millones de años), ya, ahí que quede. 

Parece incombustible nuestro actual Presidente. Cuando el chubasco global de carcajadas por su carta del 2019 pidiendo al rey de España que se disculpara con México por la conquista (que cuando fue no existían España ni Mexico, pero bueno, se entiende), al siguiente año el 12 de octubre, explicó: “Se malinterpretó cuando lo planteé, ojalá se vuelva a analizar para que el año próximo se lleven a cabo estas ceremonias para ofrecer disculpas a los pueblos originarios y hacer el compromiso de la no repetición…”; ¡ah, bueno!, así sí, España seguro no tiene inconveniente en comprometerse a no volver a conquistar América, ¡seguro! Y no pasa nada. 

Y como en efecto no pasa nada, como que ha ido agarrando confianza y declara cada vez más sueltito. Nomás recuerde que el 23 de abril de 2019, declaró que “básicamente” la exigencia de paz era exclusiva de los conservadores; y más encarrerado en 2020 aseguró que el Covid 19 era como una gripe (principios de marzo), que la pandemia le vino “como anillo al dedo” (abril 2 de 2020), y que ya estaba domada (abril 26), y 300 mil muertos después… no pasa nada. Y usted busque en YouTube cuando declaró: “Se sabe que esta pandemia afecta más a los que tienen algún padecimiento en las vías urinarias”. ¡Zambomba! (para no poner una grosería con rima con ajo). 

No debería sorprendernos esta presidencia modelo Jade Cook, ya desde 2013 quien ahora se aloja en Palacio Nacional, subió el famoso video en que dice: “De cuando acá se requiere tanta ciencia para extraer el petróleo, es perforar un pozo como si se fuera a extraer agua, no tiene ninguna ciencia” y ya en plan confianzudo, como con ganas de saber hasta dónde puede llegar sin detonar una revuelta, el 21 de mayo de 2020, anunció desde el Salón Tesorería de su casa (Palacio): “Vamos a reponer reservas de petróleo que se han agotado” (y uno pensando que el petróleo es un recurso no renovable). 

Y ni quejarnos, todo esto es posible por la pachorra nacional.

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