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Nuestro consuelo / La Feria

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Sr. López

 

Este 19 de septiembre, a las 7:19 de la mañana, hora precisa del terremoto de 1985, en la Plaza de la Solidaridad (donde se derrumbó el hotel Regis, del entonces D.F.), el jefe de Gobierno de la Ciudad de México, Miguel Ángel Mancera, asistió a la ceremonia anual en recuerdo de las víctimas de ese sismo (y el del día siguiente). Para no ir a errarle, cito un párrafo de su lucidor discurso:

 

“Hoy la ciudad realiza una vez más este sentido homenaje por los trágicos hechos de 1985, mostrando una ciudad que ha aprendido con la fuerza de la capacitación y el trabajo de sus cuerpos de seguridad para toda la población. La Ciudad de México se muestra como una ciudad más preparada, más resistente ante este tipo de acontecimientos”. Mentira.

 

Mintió como mintieron después del 85, todos los regentes del entonces D.F. (Ramón Aguirre Velázquez, Manuel Camacho Solís, Manuel Aguilera Gómez, Óscar Espinosa Villarreal); y todos los jefes de Gobierno (Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, Rosario Robles Berlanga, Andrés Manuel López Obrador, Alejandro Encinas Rodríguez, Marcelo Ebrard Casaubón y ahora, Miguel Ángel Mancera). Todos.

 

Mintieron todos, fueron omisos todos, todos confiando en no tener la mala suerte de que les tocara durante su mandato un terremoto de los grandes. Bueno, le tocó a Mancera.

 

Mintieron porque era público y fue publicado repetidamente, que después de los sismos de 1985, quedaron sin reparar centenares de edificios en riesgo de colapsar. Dos ejemplos entre muchos:

 

Hace doce años, el 13 mayo 2005, La Jornada publicó con la firma de Bertha Teresa Ramírez, declaraciones de Heberto Castillo Juárez, presidente de la Fundación Heberto Castillo Martínez, y de Sergio Aníbal Martínez Sánchez, consejero del Colegio de Arquitectos de la Ciudad de México: “(…) hay más de 800 manzanas consideradas de alto riesgo, debido a que tras los sismos de 1985 varios inmuebles que las conforman resultaron dañados y no han sido reparados (…) es necesario revisar muchos otros, ubicados en colonias de las delegaciones Cuauhtémoc, Benito Juárez, Coyoacán e Iztapalapa”.

 

Y el 19 septiembre de 2013, Siempre!, publicó declaraciones de Arlette Salvano, entonces directora de Protección Civil de la delegación Cuauhtémoc: “(…) en la Ciudad de México hay unos 12 mil inmuebles que presentan distintos tipos de riesgo estructural (…) el mayor número de inmuebles dañados está en 15 de las 33 colonias de esta demarcación, entre ellas Centro, Juárez, Roma Norte, Roma Sur, Santa María La Ribera y la zona Tlatelolco (…)”… unos doce mil inmuebles, poquita cosa.

 

No, señor Mancera, no es una ciudad más preparada, más resistente para los terremotos: es una ciudad con mejor reglamento de construcción, sí, pero con miles de edificaciones en riesgo de derrumbe, que se permite sigan en uso, a sabiendas del peligro real en que están.

 

Si el terremoto de este 19 de septiembre hubiera sido igual al de 1985, tendríamos otra vez, centenares de edificaciones colapsadas y muertos por miles, para hacerles su plaza conmemorativa donde cada año fueran a lucir su cara de circunstancia los funcionarios del gobierno de la ciudad y su enorme capacidad de simulación, largamente ensayada en los simulacros que organizan aparentando que se cumplen los “protocolos” de protección civil, que dejan en la boca un sabor muy amargo, cuando se entera uno que al mismo tiempo que nos enseñan cómo cuidarnos de los terremotos, permiten sigan habitadas miles de edificaciones de las que ellos saben, colapsarán con otro temblor serio (solo en la Delegación Cuauhtémoc, 12 mil en “riesgo estructural”).

 

En la Ciudad de México con ningún sismo se ha caído una sola construcción ubicada en las zonas ajenas a lo que era el lago, así de clara, de contundente es la afirmación de los doctores Jorge Flores y Thomas Sligman, en su estudio sobre la física del temblor de 1999: “(…) en las partes de montañas que rodean al lago o de terrenos más o menos duros no se cayó nada. Casi ni se rompieron los vidrios”.

 

Sobre el sismo de 1985, el mismo Dr. Jorge Flores, en su artículo publicado por el Instituto de Física de la UNAM, “La física del temblor defeño”, señala: “Cayeron casi 500 edificios, la mayoría entre 7 y 12 pisos de altura y construidos de manera similar. Pero lo más interesante es que todos los edificios que se colapsaron, sin excepción, estaban construidos sobre lo que era el antiguo lago de Tenochtitlan”. Sin excepción. Sabido esto, no se entiende la inmensa irresponsabilidad oficial. La tragedia es evitable.

 

El problema de la CdMx es conocido, sin duda es la zona lacustre, bien determinada en el mapa de riesgo sísmico, que cambió para mal desde la construcción de la Línea Uno del Metro en 1969, a cuya construcción, particularmente en la zona Centro, mucho se opuso el regente Ernesto P. Uruchurtu (‘P’ de Peralta), precisamente por ser pantanoso el subsuelo y porque incrementaba el riesgo en caso de sismo (aparte de que fomentaba el crecimiento de la mancha urbana). Quitaron de la Regencia a Uruchurtu, hicieron el Metro y sucedió todo lo predicho por el que llamaban “Regente de Hierro”.

 

Como sea: ahora no hay modo de justificar la indolencia de los gobernantes de la capital del país, que por consideraciones de conveniencia política o simple irresponsabilidad, permitieron y permiten que sigan usándose edificios que deben desalojarse y demolerse.

 

Por lo que toca al resto del país: tiembla poco y con baja intensidad, en la mitad oriental de Chihuahua, Durango, Zacatecas, San Luis Potosí, Nuevo León, Coahuila, Tamaulipas y la península de Yucatán; en los demás estados hay terremotos frecuentes y algunos muy severos; las autoridades estatales deberían fomentar una cultura antisísmica, promover que la gente entienda la importancia de reestructurar sus casas y obligar a que se reparen, refuercen o demuelan las edificaciones de uso público de cada localidad.

 

Eso o seguir siempre atenidos a la buena suerte y conformarnos a que nuestra solidaridad sea nuestro consuelo.

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