Sr. López
Leonor fue una tía (tía abuela), de las de Autlán, de ¡y retiemble en sus centros!, por su espectacular belleza (de muy vieja, bien se le notaba lo que había sido, sí señor). Bueno, pues la requebraba el hijo de un ranchero muy parecido a un hacendado, y la cosa llegó al punto en que fueron a pedir su mano. Contaba la abuela Elena que los papás de entonces núbil, dijeron que sí pero que no le convenía al entusiasmado doncel. Qué Leonor se levantaba tarde, que no hacía nada, que era enojona, que era muy caprichuda y que si advertido como estaba se casaba con ella, no aceptaban reclamos ni que se las devolviera: si salía, salía. Salió. Del marido no se supo nada, se fue de Autlán. A la tía la mantuvieron sus suegros, con la condición de que ni se les apareciera. Decía la abuela: -Caro le salió el gusto al muchacho –pues sí, sobre advertencia…
Ayer, un grupo violento, de parte de los padres de los normalistas de Ayotzinapa, tiró la puerta de la calle de Moneda, de Palacio Nacional. La exigencia era ser recibidos por el Presidente de la república.
Dentro, en el Salón Tesorería de Palacio, preguntaron al Presidente si los iba a recibir, respondió: “No, no. Yo estoy analizando, conduciendo todo porque lo que me importa es encontrar a los jóvenes (…) Todavía estamos haciendo investigaciones, nos hace falta. Me voy a reunir con ellos en su momento (…) quiero tener pruebas (…) pruebas de cómo se manipuló la investigación para proteger a ciertas gentes, la responsabilidad que tienen abogados de ellos y los supuestos defensores de derechos humanos”. ¿Pruebas para encontrarlos o para desacreditar a sus abogados y a los defensores de derechos humanos?… él sabrá.
No recibirlos sería correcto (más con esos modos), si no los hubiera recibido antes, si hubiera dejado en manos de la FGR la investigación, sin anticipar como anticipó, que el gobierno anterior había engañado a los padres de los normalistas desaparecidos (sin duda, asesinados). Además, la negativa a recibirlos no exigía insultarlos: “pruebas de cómo se manipuló la investigación (…) la responsabilidad que tienen abogados de ellos (…)”. En fin.
Entre los cien compromisos que públicamente hizo al asumir el cargo, el número 89 es “Investigar a fondo la desaparición de los jóvenes de Ayotzinapa; se conocerá la verdad y se castigará a los responsables”.
Bueno, pues a siete meses de terminar su gobierno, no se ha conocido la verdad, está “haciendo investigaciones”, sobre las que asumió la responsabilidad el 12 de octubre del año pasado, cuando dijo: “Yo personalmente estoy conduciendo ya la investigación, yo la estoy dirigiendo (…)”… Presidente y Ministerio Público, toda una novedad.
Derribar una puerta de Palacio Nacional, no son chiquitas. Es algo con gran carga simbólica. La imagen que queda ante la historia (aunque se oye ridículo), es la del pueblo asaltando la sede del Poder Ejecutivo y si le suena muy dramático, ponga irrumpiendo, que irrumpir es entrar violentamente en un lugar, como entraron (para ser rechazados con gas pimienta y lacrimógeno).
Sobre el hecho de la puerta derribada, dijo: “Se va a arreglar la puerta y no hay ningún problema (…)”. ¡Padre!, se arregla la puerta, al fin que es de palo.
Con toda la mala fe a que inducen los esperpénticos logros de la 4T, viene a la memoria, María Antonieta, la reina de Francia, esposa de Luis XVI, quien oyendo las protestas del pueblo fuera de su palacio, preguntó a sus damas qué querían y al oír que el borlote era porque no tenían pan, respondió “que coman pasteles” (que ni lo dijo, la que soltó tamaña respuesta tan tonta e insensible, fue María Teresa, ‘ñora de Luis XIV, unos cien años antes, pero da lo mismo: se arregla la puerta, no hay problema). Pues sí, igual se arregló la Bastilla o el Palacio de Invierno, pero sí hubo problema.
No es la primera vez que Palacio Nacional es asaltado por un grupo violento. Ya una vez la turba lo incendió, por ahí de fines del siglo XVII (1692 o algo así), por lo que en una pintura de Villalpando aparece medio Palacio en ruinas. Vivía entonces en Palacio, el que mandaba, el Virrey, hoy, el Presidente; si le interesa, léase de Pilar Gonzalbo, “El nacimiento del miedo”. Por cierto, antes de López Obrador, hacía 139 años no se alojaba ningún Presidente en Palacio Nacional, el último fue Porfirio Díaz (hasta 1880). ¡Qué bonito es lo bonito! (y el simbolismo político de irse a vivir ahí, le viene guango, como le vienen tantas cosas, aparte de los de Ayotzinapa, las madres de niños con cáncer, las buscadoras y tantas cosas más).
Así las cosas, mientras el Presidente atendía los asuntos nacionales desde Palacio, su candidata a la presidencia, doña Sheinbaum, aclaró paradas una vez más. En uno más de sus gustados mítines, muy recomendables para remediar el insomnio, reiteró que es fiel, leal, devota adepta y feligresa de su señor el Presidente de la república, y martilló:
“(…) tenemos que garantizar que nunca más haya fraudes electorales en el país (…) ¿Qué tenemos que hacer para que eso sea así? Pues tenemos que cambiar al Instituto Nacional Electoral (…) ese Instituto se gasta mucho dinero y ahora no necesariamente garantiza la democracia (…)”. ¡Vaya!, y uno creyendo que la elección de López Obrador y 22 gobernadores suyos de él, ha sido legalita y no.
Y doña Sheinbaum aprovechó para decir: “El INE tiene consejeros que los elige la Cámara de Diputados y magistrados electorales que los elige la Cámara del Senado (…) ahora la propuesta, para que haya verdadera democracia, es que los consejeros, los magistrados, sean electos por el pueblo de México (…) el Poder Judicial, los jueces hoy, están secuestrados por un pequeño grupo, hay amparos y amparos y amparos para delincuentes (…) ¿A poco los jueces están al servicio del pueblo? Al revés, el pueblo difícilmente tiene justicia (…) Por eso también vamos a cambiar al Poder Judicial”.
Bueno, si no va a votar sepa que ayuda a que nos quiten el INE y el Poder Judicial. Sobre advertencia, no hay engaño.