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Mejor mal que peor / La Feria

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Sr. López 

Le conté hace mucho del primo Miguel, que fue hijo único y después de intentar ser ingeniero civil durante catorce años, entró a trabajar a la mina de oro que era la inmensa mercería y tienda de telas de su papá, tío Miguel. Dedicó los siguientes 28 años a criticar cómo manejaba el negocio su papá. “Le roban mucho”… “esto podría dar mucho más dinero”… “debería abrir sucursales”… “no se quiere modernizar”, molía de un hilo. Tenía 50 de edad cuando heredó el negocio, previo fallecimiento de su papá. Desde el velorio se notaba la sonrisa al primo. Quebró en cinco años. “Estaba todo muy enredado”… “el personal estaba echado a perder”… “me heredó puros problemas”. Será el sereno: él quebró lo que funcionaba. 

Tal vez haya algunos legisladores que crean poder jugar con la cabeza del tío Sam, como se la juegan a la Sección Pueblo Bueno, del gallardo peladaje nacional, a la que dicen lo que quiere oír para hacer lo que les pega la gana; a la que le aseguran que el país está mucho mejor que nunca; a la que convencen que son mentira todas las críticas y que ellos tienen otros datos que no presentan, por cierto, al tiempo que atribuyen todo lo que está mal y no se puede ocultar, a los que antes tuvieron el poder y a los que hoy representan una oposición conservadora, fifí y aspiracionista. 

Bueno, el tío Sam es fifí, aspiracionista y conservador de sus intereses, muy opuesto a todo lo que se oponga a ellos. No hace la apología del tío Sam este su texto servidor pues bien sabidos son sus no pocos defectos y las múltiples barbaridades que ha cometido a lo largo de su historia. Pero tampoco niega que en los Estados Unidos la gente común puede confiar en las autoridades, en que su éxito está en sus manos, en que sus derechos están protegidos por tribunales que suelen emitir sentencias sensatas. Por algo los migrantes del planeta se dirigen allá y no a otros paraísos como China, Corea del Norte, Venezuela, Cuba, Nicaragua, Bolivia, Argentina… ni México. 

Ayer se instaló en la Cámara de Diputados del Congreso de la Unión, el Grupo de Amistad México-Estados Unidos, con la presencia del embajador Ken Salazar. Dos días antes instalaron el Grupo de Amistad México-Rusia, con su embajador, Víktor Koronelli, personero de Putin. 

No habrá faltado el diputado socarrón que haya creído que con eso el tío Sam se iba a dar nalgadas de alegría, loco de contento, pensando, “también me quieren a mí, ¡qué gusto!”… ¿sí?, pues no. 

Esa política de doble baraja funciona para que se dejen engañar aspirantes a los afectos presidenciales, a los que esperan candidaturas del partido en el poder, a gobernadores ansiosos de impunidad, a exgobernadores aspirantes a embajadas y si se puede a cargos en el gabinete, a líderes sociales que se aferran como a un clavo ardiendo a las cada vez más obvias mentiras que les dicen, con tal de conservar sus cotos de poder chiquito… ¡ah! y a ciertos empresarios que no son tontos pero se dejan tratar como si lo fueran con tal de seguir medrando con los contratos que les asignan directamente, sin licitaciones. 

A la firma del Grupo de Amistad México-Rusia, el embajador Koronelli aseguró que México “(…) sigue siendo uno de nuestros socios más antiguos y más importantes en la región latinoamericana”, y citó las palabras del ministro de Exteriores ruso Serguéi Lavrov, quien declaró hace poco: “Hoy día en el mundo hay países como China, India, México que a la orden del Tío Sam nunca van a contestar y hacer, ‘yes sir’”. 

Bueno, pues ayer Ken Salazar aclaró paradas y al que no quiera oír, ya lo harán entender, el tío Sam modosito no es y tampoco escrupuloso al cuidar lo que le interesa. Don Salazar, el tan amigable Salazar, declaró muy serio: 

“(…) lo que hizo Rusia atacando a Ucrania es un ataque contra la libertad y el modo de vivir de todos nosotros (…) cuando se ataca a la familia, si alguien la amenaza, se une toda la familia. Aquí hablamos de un Grupo de Amistad México y Estados Unidos, no puede haber diferencias, tenemos que hacer lo mismo”. ¿Así o más claro?… ¿más claro?, bueno, ahí le va: 

“Tenemos que estar nosotros en solidaridad con Ucrania y contra Rusia, me parece que el embajador de Rusia estuvo aquí ayer haciendo ruido de que México y Rusia estaban muy cercanas, y eso, perdón, nunca puede pasar, nunca puede pasar”. 

Y si algún exaltado cree que México le aguanta un recargón al tío Sam, que recuerden cuál fue la reacción inmediata de nuestro gobierno cuando el tal Trump amagó con imponer aranceles a nuestras exportaciones, si no hacíamos el trabajo sucio con los migrantes centroamericanos: se cuadraron al instante y la Guardia Nacional selló nuestra frontera sur, a palos, como fuera, pero que el tío Sam no nos reventara la economía. 

Y ayer mismo, en el uno-dos del buen boxeador, durante una audiencia en el Comité de Servicios Armados del Senado de EUA, el general Glen VanHerck, jefe del Comando Norte estadounidense, informó que Rusia tiene en México más oficiales de inteligencia (espías) que en cualquier otro país; y que la inestabilidad en México por los cárteles del narcotráfico mexicanos, crea condiciones que pueden ser aprovechadas por agentes de Rusia y China que afectarían la seguridad nacional estadounidense; y agregó que se refería a “(…) nuestra área de responsabilidad (del Comando Norte) desde una perspectiva de seguridad nacional de EUA”. 

Su área de responsabilidad incluye a México y tal vez en el Comando Norte sepan del rumor que en voz muy bajita corre hace un par de años: una dependencia federal tiene (o tuvo), alojados en Querétaro a un grupo de rusos que nadie sabía (ni sabe) qué hacían. 

Cuidado, entusiastas de la bonita ‘selfie’ con el embajador ruso. El gringo bobo solo existe en los chistes: el “nunca puede pasar”, de don Ken, no es consejo, es advertencia, casi amenaza. 

Francamente, qué necesidad de descomponer la relación con el país del que depende nuestra economía, nos guste o no. Triste verdad: es mejor mal que peor.

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