Las tres versiones cinematográficas de Pedro Páramo: 1967, 1976, y 2024 / Los recuerdos del olvido
Raúl Vera
Llevar una obra literaria a la pantalla siempre ha representado un reto para cualquier cineasta. ¿Por qué? Porque cada lector ha creado en su mente una versión propia de los personajes y escenarios en los que se desarrolla la trama. Esto ocurre tanto con obras del realismo y del impresionismo, pero llevar a escena el surrealismo o el realismo mágico es un reto aún mayor. Pedro Páramo, obra fundacional de este género, es una de las más adaptadas al cine, con tres versiones: la primera, dirigida por Carlos Velo en 1967; la segunda, por José Bolaños en 1976; y la más reciente, una producción de Netflix dirigida por Rodrigo Prieto en 2024.
En 1967, el cineasta mexicano Carlos Velo, con guion de Carlos Fuentes y Manuel Barbachano Ponce, dirigió la primera versión. En esa época, los efectos especiales eran limitados y el cine se caracterizaba por largos diálogos teatrales. Las grúas dominaban en el set; aunque Gabriel Figueroa como director de fotografía, usó técnicas que habían sido exitosas en los años cincuenta, la película no logró capturar el contraste característico del cine en blanco y negro. Tampoco logró crear la atmósfera de muertos que regresan a recibir a Juan Preciado, como lo describió Rulfo.
Para 1976, José Bolaños realizó una nueva versión en color, aunque mantuvo la misma técnica de diálogos teatrales y efectos especiales. Sin embargo, mientras que la fotografía en claroscuros de Figueroa logró algunos aciertos en la versión anterior, el uso del color hizo que la luz necesaria aplanara la imagen, eliminando el misterio y las penumbras que caracterizan la obra literaria. Además, el uso de luz de relleno y el exceso de maquillaje en los actores contribuyeron a que la obra de Bolaños no lograra conectar ni transmitir la atmósfera rulfiana.
La versión dirigida por Rodrigo Prieto, aunque cuenta con la actuación de Tenoch Huerta, que es como ver al portero Jorge Campos, presenta más aciertos gracias a los avances en la tecnología cinematográfica, tanto en la producción como en la post producción. La sensibilidad de las cámaras de cine digital permite recrear la luz mortecina y, con ello, el ambiente lúgubre descrito por Rulfo.
Se logra con éxito la transición de efectos especiales tradicionales a efectos digitales; técnicas como la “noche americana” están mejor logradas, y la animación en las escenas oníricas ilustra de manera convincente la descripción de Rulfo. Un ejemplo de esto es cuando, sobre la cabeza de Juan Preciado, giran mujeres desnudas, o cuando la mujer con la que se acuesta se convierte en lodo entre sus manos. Antes de los efectos digitales los directores no podían incorporar nuevos elementos en la post producción en las escenas montadas, la evolución del chroma key, permite, literalmente: hacer magia.
Los efectos sonoros también marcan la tensión en la narrativa. Un buen ejemplo es el cohetón que explota en el oído de Abundio Martínez, dejándolo sordo: el espectador experimenta la misma sordera que el personaje. Sonidos como el galopar del caballo de Miguel Páramo en medio del pueblo, el viento, o las puertas desvencijadas añaden fuerza a la atmósfera, que en sí misma se convierte en un personaje de la narrativa literaria. La tecnología de sonido envolvente (surround) cumple un papel fundamental en la recreación de esta realidad cinematográfica.
La nueva versión es más visual que las anteriores y reduce los largos diálogos teatrales tan comunes en el cine mexicano. La fotografía acentúa la tensión dramática, y el uso actual del steadycam en lugar del tradicional dolly o los rieles de tracking permite realizar tomas en secuencia que eran inimaginables en 1967. Un ejemplo es la escena de la boda, que en la versión de 1967 se desarrolla con varios cortes, mientras que en la versión actual se resuelve con tomas secuenciales gracias al steadycam.
El desarrollo de la tecnología cinematográfica nos ha permitido acercarnos más a esta obra literaria venerada, en la que cualquier error es objeto de crítica por parte de quienes han disfrutado de la creación de uno de nuestros máximos autores nacionales. ¿Algún día veremos Cien años de soledad en la pantalla grande? Será un reto enorme para cualquier director, pero la actual tecnología de cine digital, ya permite imaginarlo.