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Las trampas de la izquierda / A Estribor

Las trampas de la izquierda / A Estribor
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Juan Carlos Cal y Mayor

Hemos llegado a un falso debate donde resulta que, si criticas a la izquierda eres, ya no de derecha, sino de ultraderecha o fascista. Esto, bajo la premisa de que la derecha, como lo mal entendemos o la quieren hacer ver en América Latina o Europa, es ser seguidor del Ku Klux Klan, Pinochet, Francisco Franco o Adolfo Hitler. No hay nada más falso.

En contraparte la izquierda rechaza que se la tilde de comunista o socialista como sucede en México, a pesar de que se reúne en foros internacionales y apoya abiertamente a regímenes que se definen como tales. O peor aún a regímenes autócratas como el de Venezuela, Nicaragua o cuba donde la democracia, la libertad de expresión u opiniones y la división de poderes son una simulación, donde no permiten que haya oposición.

Paradójicamente parte de la izquierda se asume demócrata confirma su probada intención de llegar al poder por la vía democrática para luego desmantelarla. Los eruditos del igualitarismo se asumen portadores de la voz del pueblo. Esquilman la riqueza, ahuyentan la inversión y reparten el botín tirando sus mendrugos en medio del circo hasta que se les acaba el dinero.

Cuando el pueblo encarnado en estos embaucadores se da cuenta del timo, ya es demasiado tarde. El populismo fascista que milita en esta izquierda destruye instituciones, elimina contrapesos, no tolera la crítica y se hace del control militar. Hace del estado de derecho una marioneta para acomodarlo a su conveniencia. Persigue a opositores y tolera a los impostores. Si lo legal no les parece justo, entonces no sirve y lo desechan.

Enemigos de la ciencia, hostiles al racionalismo, construyen su propia versión alternativa de la realidad, sus otros datos. Edifican una narrativa de lo políticamente correcto para que nadie se atreva a contradecirlos sopena de ser anatemizados y condenados al purgatorio. Los gobiernos de la izquierda en América Latina se han convertido en fabricantes de pobreza. Autoritarios y dictatoriales -y de paso corruptos- sin libertades económicas ni democráticas, arrojan a millones fuera de sus países que buscan refugio en los más desarrollados que han sido laxos con la inmigración ilegal al punto de ser invadidos culturalmente en todos los sentidos.

Se puede o no estar de acuerdo, pero por eso han surgido movimientos identitarios y nacionalistas en occidente que se oponen a la inmigración ilegal. Europa se ha saturado de hispanos, africanos, asiáticos y musulmanes. Lo mismo los países escandinavos y la Gran Bretaña, en donde las burkas se han vuelto comunes en las calles junto con miles de mezquitas que siguen el Islam y la ley Sharia profundamente radical y machista. Representan sin duda una involución al desarrollo en occidente que ha adoptado la libertad, la democracia y el respeto a los derechos humanos universales.

LA SHARIA
Sharia en árabe significa “el camino”. Es una interpretación del Corán que superpone las creencias religiosas sobre los mandatos legales en los países a donde emigran. Es una cruzada contra los infieles sin importar su origen. De acuerdo con el Registro de Entidades Religiosas en España hay más de 1,500 mezquitas. En Francia, hay unos 2,600 lugares de culto musulmán. Grupos islamistas controlan todo un barrio en Londres imponiendo, con dinero de los contribuyentes, la ley Sharia en templos, escuelas y tribunales. En la capital británica ya viven alrededor de un millón de musulmanes. En casas particulares y mezquitas operan bajo el sistema legal derivado del Corán. Un 3.7% de la población en Alemania son musulmanes, algo más de 3 millones que ahora son ciudadanos. De las 2,800 mezquitas que hay aproximadamente en Alemania sólo unas 300 son reconocibles como tales por su arquitectura turco-otomana. Más de 50 colegios islámicos holandeses siguen la doctrina salafista en Holanda. El salafismo es un movimiento islamista radical totalitario y ultraconservador.

Estamos presenciando lo que, en su momento, Samuel Huntington, denominó el “El choque de las Civilizaciones”. Curiosamente nadie emigra a Cuba, Venezuela, Afganistán o los países musulmanes. Son países de cuyos regímenes huyen sus ciudadanos. Pero luego cuando se sientan en la mesa, como sucedió en la reunión del CELAC, dicen que pueden dar lecciones de democracia como lo hizo cínicamente Nicolás Maduro. A toda acción corresponde una reacción. Por eso no debe extrañarnos la firme determinación de Estados Unidos de rechazar la inmigración, esa será la tendencia en los países más desarrollados.

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