Sr. López
El alcalde de Autlán, allá a principios del siglo pasado, era el Tomasón, al que decían así por su gigantesca estatura y barriga, según la abuela Elena, quien contaba que un día mandó llamar al papá de un joven para decirle que lo sacara del pueblo, lo más lejos que pudiera, porque los del rancho La Flor lo andaban buscando para matarlo, pero el señor dijo que su hijo era un muchacho decente y que no se iba a ninguna parte, y el Tomasón respondió: -‘Tá bueno… nomás quedamos claros, decente o no, lo va dando por muerto -lo mandó a no se supo dónde.
El viernes pasado en su madrugadora, el Presidente se le fue encima a Jésica Zermeño, corresponsal de Univisión en México, quien lo cuestionó por haber divulgado el día anterior el número de teléfono de la corresponsal del The New York Times (NYT), Natalie Kitroeff, coautora del artículo que ese día publicó sobre el financiamiento del narco a su campaña del 2018, advirtiendo que no está probado ni bajo investigación.
El Presidente respondió con un rosario de disparates, como que “en México hay libertades, que no las hay en Estados Unidos”, pero ante la insistencia de ella sobre la violación a la ley (la Ley General de Protección de Datos Personales en Posesión de los Sujetos Obligados, de observancia obligatoria para cualquier autoridad federal, estatal y municipal), en que él incurrió al divulgar datos personales de la periodista Kitroeff, el Presidente dijo algo que en cualquier otro país sería un suicidio político: “Por encima de esa ley está la autoridad moral, la autoridad política (…)”.
Y uno creyendo que el Presidente incluyó en serio en el punto 14 de su Guía Ética para la Transformación de México, el apotegma de José María Iglesias: “Al margen de la ley, nada; por encima de la ley, nadie”. Bueno, sí, pero él no, él está exento porque tiene autoridad moral (y la ley que se aguante). ¡Chulada de ‘máiz’ prieto!
Por supuesto el tenochca ilustrado no se sorprende. Así es Andrés Manuel López Obrador. Así ha sido siempre. Ya desde cuando en 1996 bloqueó más de 50 pozos petroleros en Tabasco, sin consecuencia legal ninguna (de sus gentes varias decenas se fueron a la cárcel, eso sí). Luego cuando sin tener la residencia legal en la capital del país, se impuso como candidato a Jefe de Gobierno y se lo toleraron. También cuando ya siendo Jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, como no tenía mayoría en la Asamblea Legislativa, lo resolvió emitiendo 23 ‘Bandos Informativos’, sin legalidad ninguna no pocos, sin olvidar el Bando 13, prohibiendo bloqueos y plantones (no le fueran a hacer lo que él no se cansó de hacer).
Y del juicio en su contra por desacato del año 2005, no comentemos nada, no solo por lo enredado del asunto, sino porque fue don Chente Fox quien se rajó y ordenó a la PGR desistirse y se desistió ratificando en López Obrador que eso de que ‘la ley es la ley’, es relativo, por lo que no debe llamar a nadie la atención que ahora mismo, haga suertes charras con la ley electoral, en las narices de INE del Trife y de todo el país, promoviendo a su candidata y pidiendo el voto por ella. Y la corresponsal de Univisión preguntándole si no respeta la ley, pues no… ¿y qué?
El Presidente en eso de las amplias notas de la prensa extranjera sobre la posibilidad (nunca probada), de que algunos de sus cercanos recibieron dinero de la delincuencia organizada para sus campañas políticas, se está equivocando.
Se entiende porque durante toda su vida política ha conseguido sortear la ley tan exitosamente que llegó a donde está. Pero lo que él no entiende es que al llegar a Presidente del país, sus hechos y dichos (y los de su gabinete y cercanos, incluyendo a su familia), empezaron a ser observados con todo rigor por los gobiernos de otras naciones relacionadas con México, en particular los EUA, dada la irremediable vecindad, el T-MEC y la maraña de asuntos comunes entre los que destacan el narcotráfico y la migración.
Que se irrite menos el Presidente y que reflexione. Son gravísimos los clarinazos de llamada de atención que desde los EUA le han dado, a él y a su gobierno. La siempre airada respuesta de “no tienen pruebas”, no basta. Un par de muestras:
El 21 de marzo de 2022, el Servicio de Investigación del Congreso de los EUA, presentó un informe titulado ‘México: Antecedentes y relaciones con Estados Unidos’, en el que afirma:
“Las fuerzas policiales estatales y locales encargadas de investigar la mayoría de los delitos, homicidios, han recibido menos apoyo federal del gobierno de López Obrador que recibidas en administraciones anteriores (…) la estrategia de no combatir al crimen organizado ha producido un incremento sustancial en los crímenes cometidos y en los índices de impunidad”. También dice que al menos 20 gobernadores están (en presente), siendo investigados por corrupción y advierte: “a pesar de su discurso anticorrupción, López Obrador ha quitado presupuesto a las instituciones que combaten la corrupción llegando incluso a dejarlas sin fondos (…) existe mucho interés por perseguir casos de corrupción de administraciones pasadas, pero no casos actuales, incluyendo el reciente caso de posible corrupción para beneficiar a uno de los hijos del presidente”. ¡Zaz!
El 2 de marzo del año pasado, William Barr, quien fue Fiscal General de los EUA, publicó un artículo en el Wall Street Journal, titulado “Estados Unidos debe derrotar a los cárteles de la droga de México”, en el que señala:
“La cabeza de la serpiente está en México y ahí es donde se debe dirigir el empuje principal de nuestros esfuerzos (…) En realidad, AMLO no está dispuesto a tomar medidas que desafíen seriamente a los cárteles. Los protege invocando constantemente la soberanía de México para impedir que Estados Unidos tome medidas efectivas”.
Solo estas notas debieran servir para que el Presidente, por más decente que sea, se imaginara lo que allá le están cocinando y para preguntarse por qué a los suyos y a él los consideran la cabeza de la serpiente.